Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Muchos han sido los autores que han advertido de los peligros que significa el transitar el camino del socialismo. Tal vez el más destacado sea Ludwig von Mises quien ha subrayado que como esa postura apunta a la eliminación de la propiedad privada, se juega con fuego si se pretende solo debilitarla puesto que tal como ocurre en una barranca hacia abajo se aceleran los tiempos y la velocidad.
Por ejemplo, cuando los gobiernos imponen precios máximos a un artículo los efectos se traducen en que naturalmente, en un primer momento, la demanda excede la oferta disponible debido a que irrumpen nuevos compradores a un precio más reducido. En una segunda etapa se contrae la oferta, no solo por la inexorable desaparición de productores marginales sino porque artificialmente otros sectores aparecen como más rentables. En resumen, por más que se busquen chivos expiatorios, se genera escasez y faltante del producto en cuestión lo cual crea la tentación de controlar otros precios con lo que se generaliza la ausencia de indicadores económicos y se bloquea la posibilidad de evaluar proyectos en base a información realista. Una cosa lleva a la otra cuando se pretenden manejar vidas y haciendas ajenas, hasta que el control es total (de ahí el totalitarismo).
No hay tal cosa como el “socialismo con rostro humano” como variante a la tendencia stalinista ya que no es humano el coartar y restringir la libertad y la disposición del fruto del trabajo de cada cual. No hay que sorprenderse de que las ambiciones crecientes por el poder y el manejo burocrático de las personas resulten en experimentos más o menos truculentos y promesas imposibles de cumplir cuando se pone en evidencia el rostro desagradable de la prepotencia estatal.
Tomemos el caso del Paraguay de estos días. Un país que tiene una larga historia de tiranías con los Francia, López y Stroessner cae ahora en las manos de un ex sacerdote que patrocina la teología de la liberación (léase marxismo), el “padre de la patria” en sentido literal y figurado, el “jesuita de la cremallera fácil” para usar una expresión de Jaime Bayly, el demagogo Fernando Lugo que ahora intentan sobrepasar los integrantes del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). La de Paraguay es una historia triste que navega entre la dictadura y la kleptocracia.
El mencionado grupo rebelde es comandado por Manuel Cristaldo Mieres quien propugna la necesidad de establecer una “república socialista” con medidas de fondo que permitan que el aparato estatal “controle toda la propiedad, comenzando con una reforma agraria integral” para lo cual “resulta indispensable derrocar al oligarca de Lugo”.
Los guerrilleros de marras acaban de incendiar la maquinaria agrícola de un empresario brasilero y secuestraron a dos ganaderos paraguayos a los cuales se les pidió abultados rescates que fueron debidamente satisfechos y asaltaron la base militar de Tacuatí. En vista de estos repetidos hechos violentos el gobierno paraguayo ha decretado el estado de excepción (estado de sitio) en cinco provincias.
Este movimiento subversivo se declara marxista-leninista y cuenta con buen apoyo logístico en las universidades y centros educativos paraguayos y la simpatía de otros grupos afines en muy diversos lares.
El mismo Lugo ha estado predicando el socialismo durante mucho tiempo desde el púlpito y desde el llano, como se dice “calentó el mate para que otros se lo tomen”, de modo que no debería ser una sorpresa la aparición de grupos como el mencionado que por el momento parece reducido pero no se sabe en que terminará.
Fenómeno parecido ocurrió hace poco con la intentona de un grupo rebelde en Venezuela que se autoproclamó el genuino representante de la “revolución bolivariana” tal como lo consigné en otra columna. Ese grupo cuya filmación fue ampliamente distribuida por los medios declaró que “Chávez traicionó la revolución y debe ser destituido y reemplazado por los verdaderos revolucionarios”.
Es lo que ocurrió hace tiempo en la Argentina con Perón quien en correspondencia con su lugarteniente John William Cooke le ordenó el 21 de junio de 1957 que “los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a sus dueños, se quedarán con ella. Los que toman una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo […] Los suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades, tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro”. El mismo que anunciaba desde el poder que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a opositores” (discurso en cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947) y “Al enemigo, ni justicia” (correspondencia del 20 de febrero de 1954 a Ramón Alfredo Subiza, interventor en la provincia de Santiago del Estero con retención del cargo de Secretario de Asuntos Políticos del gobierno nacional). Poco tiempo antes de asumir su tercer mandato presidencial declaró que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de ayudarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (revista Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970). Perón estimuló el terrorismo y felicitó a los asesinos del Gral. Aramburu y -al igual que hoy hace Lugo en cuanto a rechazar fuerzas competitivas- echó a los Montoneros de la plaza de Mayo en un acto y avaló las matanzas de su mayordomo-ministro de bienestar social devenido en brujo (José López Rega, ascendido por Perón en un solo acto de cabo a Comisario General de la policía federal), solamente porque veía que le querían disputar el poder y, desde luego, no porque hubiera cambiado de idea ya que a través de su ministro de economía José Ber Gelbard planeó la estatización del sistema financiero, provocó una descomunal inflación con controles de precios y estrechó las relaciones con Cuba otorgándole un inaudito préstamo, además de las consabidas corrupciones mayúsculas como el sonado caso ALUAR. Por todo esto es que Perón preparó su regreso para su tercer período en la presidencia designando, antes que el, como presidentes de “la república” a los lacayos impresentables Cámpora y Lastiri, y así es que nombró como su vicepresidenta y sucesora a la cabaretera Isabelita (por aquello de “después de mi el diluvio”).
Hoy en Paraguay el Ejército Popular Paraguayo no se contenta con simulacros de socialismo sino que demanda socialismo a fondo. Fernando Lugo entró al seminario a los 19 años y una vez ordenado sacerdote fue enviado a misionar a Ecuador donde tomó contacto en profundidad con la Teología de la Liberación. A su regreso la Iglesia lo envió a Roma a estudiar hasta 1987 y en 1994 fue designado Obispo del Departamento de San Pedro en Paraguay. Era conocido como “el obispo de los pobres” y en los archivos de periódicos como ABC Color (en donde he escrito muchos artículos) se encuentran infinidad de declaraciones de Lugo a favor de la redistribución de la tierra y del socialismo hasta que decidió afiliarse al Partido de la Democracia Cristiana que en una coalición lo condujo a la presidencia de Paraguay. El 14 de agosto de 2008 en The Guardian Weekley se publicó un pormenorizado análisis de las ideas socialistas de Lugo bajo el título de “The Rise of the Red Bishop”.
Antes que las llamaradas totalitarias asfixien todo vestigio de decencia y respeto en nuestro continente, se torna imperioso el esfuerzo por estudiar los fundamentos de una sociedad abierta y los daños irreparables que provoca la guillotina horizontal del igualitarismo que solo iguala en la miseria y estafa los mejores sueños de la gente más necesitada. Es de esperar que cada vez cuenten con más apoyo mis muy meritorios amigos de la Asociación de Libertarios del Paraguay y la Fundación Libertad de Asunción.
Y no se trata solo de lamentarse de lo que podría haberse hecho en el pasado y no se hizo. El asunto es estar seguro que en ese momento se actuó de la mejor forma posible dadas las circunstancias imperantes. No se trata de extrapolar situaciones ni de operar en base a la información que proporciona “el diario del día siguiente”. Es lo mismo que si hoy los descendientes estadounidenses de los pieles rojas se arrepientan porque sus ancestros, en 1626, vendieron toda la isla de Manhattan a un grupo de inmigrantes holandeses por chucherías equivalentes a 24 dólares (valores de 1785). Se trata de tomar conciencia hoy y no dejar pasar oportunidades para revertir la situación en la que nos encontramos. No se trata de alegar excusas pueriles y mentirosas como que “no he sido dotado del talento para participar” (lo cual recuerda trabalenguas, silogismos dilemáticos o paradojas como la señalada por Epiménides en el sentido de que la proposición “estoy mintiendo” es falsa solo si es verdadera).
En realidad la mayor responsabilidad por los atropellos del Leviatán no recae en los grupos extremistas sino en los indiferentes, en los que miran para otro lado y en los irresponsables que contribuyen a abrir las compuertas para que se den pequeños pasos que conducen poco a poco a debilitar los cimientos de una sociedad civilizada y finalmente a provocar las antedichas hogueras. Por eso es tan importante releer las sabias advertencias de Tocqueville en La democracia en América en cuanto a que “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra”.
Seguramente debido a la referida historia paraguaya es que ese país es ignorado en muchos lugares, por ejemplo, en buena parte de la comunidad anglosajona. A continuación, ilustro el punto con un peculiar intercambio mantenido entre una señora paraguaya y un alto funcionario de la aduana en New York donde este inicia el diálogo del siguiente modo, sin prestar atención al pasaporte:
– Where are you from?
– From Paraguay, responde la señora
– We pronounce it Uruguay, concluye el arrogante burócrata.
Finalmente, un comentario de carácter más general y es que hay cretinos que jamás contribuyen un ápice a mejorar situaciones a través del debate de ideas y solo piensan en colocar sus recursos en países como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua en la esperanza de lucrar cuando allí se liberen de las lacras gobernantes (naturalmente debido al esfuerzo que otros vienen realizando). Ya sabemos que el primer país es un gran campo de concentración y los otros cuatro han abandonado la democracia para reemplazarla por kleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones: de propiedades a través de cargas fiscales insoportables y endeudamientos inauditos, de libertades individuales y de vidas y sueños que arruinan los megalómanos del momento. Como hemos apuntado más arriba, Paraguay está en las mismas y ahora se acerca la Argentina a pasos agigantados (en una columna anterior me refería a su “desbarajuste institucional” pero en estos instantes se acaba de consumar una alarmante escalada que arremete contra el periodismo independiente). Constituye una ofensa superlativa el denominar “democracia” a regímenes que se burlan del sentido más elemental de la sociedad libre y del debido respeto a las minorías. Con todas las contradicciones de la época, Aristóteles consignó que “el principio fundamental del gobierno democrático es la libertad” y, en esa misma línea, Lord Acton escribió que “La distinción más firme para juzgar si un país es realmente libre es la dosis de seguridad de que gozan las minorías”.