Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Las historias están plagadas de muertes y resurrecciones. Debemos estar alertas a los entusiasmos desmedidos, ya que las políticas sensatas sólo se mantienen con perseverancia y con apoyo intelectual a las ideas que conforman la sociedad abierta. De todos modos, las elecciones del dos de noviembre en EE.UU. quedarán en la historia como un severo llamado de atención al estatismo rampante de la actual administración, que elevó el déficit fiscal al 13% del PBI y la deuda al 95% de ese guarismo en el contexto de un alarmante engrosamiento del Leviatán que se inmiscuye en los recovecos más sensibles de la vida privada.
Lo más destacable es lo dicho por la estrella de esas elecciones, Marco Rubio, el nuevo senador que venció en Florida y advirtió que «este resultado electoral no significa en modo alguno adherir al Partido Republicano sino que le otorga una segunda oportunidad para cumplir con la misión de aplicar los principios de un Gobierno con poderes limitados».
Recordemos que la administración de G.W. Bush resultó en la tasa más alta de los últimos ochenta años en la relación gasto público-PBI, que recibió un superávit fiscal que transformó en un déficit del 5% del PBI, que pidió cinco veces autorización al Congreso para elevar el tope de la deuda, que fue del 75% del PBI, que comenzó con la tropelía de los «salvatajes» a empresarios irresponsables e ineptos con los recursos coactivamente detraídos de los contribuyentes, que provocó la burbuja inmobiliaria a través del otorgamiento forzoso de préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías con el apoyo de las manipulaciones en la tasa de interés y que inauguró la «guerra preventiva» invadiendo Irak, que nada tenía que ver con la inaudita masacre del 11 de septiembre. Lo que ha dicho Rubio sirve para sacudir a los paquidermos del Partido Republicano instalados en Washington como una maquinaria que traicionó sus propias tradiciones y alabó a megalómanos siempre sedientos de poder. Asimismo, en su campaña, Marco Rubio recordó que Obama no ha hecho más que aplicar dosis mayores de lo mismo con el agravante de intensificar la monetización de la deuda que compromete más aún el futuro del dólar.
Ahora la situación augura la reversión de algunas de las políticas de despilfarro y acelerado intervencionismo estatal del actual Gobierno demócrata, como la socialización de la medicina y la a todas luces contraproducente reforma financiera, que profundiza errores anteriores en lugar adoptar medidas como la eliminación del sistema de reserva fraccional administrado por la banca central.
Entonces, esta vez no se trata de un partido versus otro sino de dos concepciones radicalmente opuestos sobre el futuro de Estados Unidos: el estatismo en el que ha venido deslizándose a pasos agigantados o el retorno a los valores y principios de la sociedad abierta establecidos enfáticamente por los Padres Fundadores.
Muchos de los partidarios del Gobierno con poderes limitados y del federalismo sintieron que Sharron Angle perdiera en Nevada por estrecho margen frente al tortuoso y obsecuente manipulador Harry Reid o la perdidosa Christine ODonell en Delawere (que le había ganado en las internas a Mike Castle, del viejo establishment republicano) a manos del militante izquierdista Chris Coons, pero estos como otros casos muestran que el clima de opinión está influido por largos períodos de prédica socializante desde no pocas instituciones supuestamente educativas. Ningún político es inmaculado -como no lo es ningún ser humano-, pero como apuntó con razón Hanna Arendt «Nadie ha puesto en duda que la verdad y la política están más bien en malos términos y nadie, que yo sepa, ha contado a la veracidad entre las virtudes políticas», a pesar de lo cual no deja de ser un buen síntoma lo ocurrido en estas elecciones en el seno del otrora baluarte del mundo libre, situación que da lugar a fundadas esperanzas para el retorno a la cordura al tiempo que otorga espacio para redoblar el trabajo intelectual e imaginar otras variantes en dirección al genuino respeto a las autonomías individuales.
Los sucesos en Estados Unidos resultan trascendentales para el futuro del mundo libre