Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
“From my tribe I take nothing. I am the maker of my fortune.” Tecumseh, legendario líder Shawnee.
“El gobernador Insfrán nos quiere callar poniéndonos un sándwich en la boca, pero nosotros vamos a luchar para que nos devuelvan nuestras tierras.” Palabras más palabras menos, escuché decir por televisión al cacique Qom, líder del corte de la calle 9 de Julio que afligió a los porteños durante esta semana en un reclamo dirigido a “Cristina”.
De inmediato asaltan preguntas en nuestras mentes, ¿Qué tenemos que ver los porteños o el gobierno de la Ciudad con este tema? ¿Qué tiene que ver Cristina? ¿Acaso no somos un país federal? ¿Si es un conflicto por la propiedad de la tierra, no debiera ser la Justicia de Formosa la encargada de resolver el conflicto? En todo caso, ¿no debiera ser la Justicia Federal que resuelva el conflicto si supera el límite de lo provincial?
El conflicto desnuda la fragilidad institucional de nuestro país; la lasitud del derecho de propiedad privada y pública; la exagerada centralización de las decisiones; las enormes fallas en el sistema Judicial, provincial y federal; además por supuesto de las fallas en el gobierno local de Formosa.
Sin embargo, quisiéramos focalizar este artículo en el problema de los aborígenes, que no es un problema exclusivamente argentino sino que se extiende por toda América y más allá: Llamaremos a este problema: la trampa de la dependencia económica.
En febrero pasado tuve la fortuna de conocer al empresario y abogado canadiense Calvin Helin, miembro de la Nación Tsimhiana de Nativos Americanos “Native American Tsimshian Nation”, hijo y heredero del Jefe tribal. Calvin ha escrito varios libros sobre este tema, “Bailando con la dependencia: Salir de la pobreza a través de la Auto-Confianza” y la “Trampa de la dependencia económica”, con el que titulamos esta nota.[i] Su visión del tema me fue muy útil para profundizar mis opiniones.
Simplificando, el problema surge de la ocupación de tierras en América, Australia, Nueva Zelanda y otros lugares donde los pueblos originarios tenían generalmente sistemas de propiedad comunitaria de la tierra y fueron sometidos a sangre y fuego por los occidentales invasores. En algunos casos esos pueblos eran nómades, en otros sedentarios, y muchas veces guerreaban entre ellos y también subyugaban a tribus menos poderosas. En conclusión, al ser ocupados por los invasores occidentales sus derechos de propiedad comunitaria fueron avasallados.
Con el correr del tiempo todos los países reconocieron de algún modo el problema. En la gran mayoría de los casos la solución propuesta fueron variados aportes del Estado Benefactor, se les reconocieron tierras y muchas veces se instalaron a los indígenas en “Reservas”. Con las mejores intenciones se les brindó asistencia de todo tipo, alimentaria, viviendas, escuelas, sistemas sanitarios, etc. Sin embargo, estos pueblos originarios mantuvieron niveles de pobreza e indigencia muy superior a la media de sus respectivos países. En muchos casos, la dependencia económica pasó de generación en generación. Así, en Nueva Zelanda, el 29% de los Maoríes en edad de trabajar viven del Estado Benefactor[ii]. Según un informe de la OECD esa cifra alcanza a 46% en el promedio de los Pueblos Originarios a nivel mundial, y en el caso de reservas aisladas, el índice se acerca al 70% u 80%[iii]. En Canadá, la situación fue resumida por un escritor local “…si el apartheid fuera medido por sus resultados en lugar de por intenciones, lo tenemos hoy en nuestro país”[iv]. En Australia, el 55% de los ingresos de los aborígenes proviene del Estado Benefactor[v]. Más de la mitad de los aborígenes australianos hombres, y el 40% de las mujeres, mueren antes de llegar a los 50 años[vi]; recordemos que el promedio de vida de la población en ese país es 81.1 años[vii]. Cedric Wyat, CEO del Departamento de Aborígenes Australianos, resume el problema “La paradoja es que el sistema de bienestar ha creado por sí mismo las condiciones que han perpetuado la pobreza y la dependencia”.[viii] Peter Saunders and Wendy Stone demuestran que esta tendencia naturalmente hace que los jóvenes tomen las costumbres de los padres. [ix]
En EE.UU. podemos ver por ejemplo, que la Reserva Indígena de Pine Ridge, en Dakota del Sur tiene un PBI per cápita de apenas USD 7.000 al año (la sexta parte del promedio de su país), 80% son desocupados, y tienen 3 veces más altas las tasas de mortalidad infantil, la mitad de la población de más de 40 años tiene diabetes.[x] En su conjunto, los indios norteamericanos tienen la mayor tasa de violencia doméstica y también de adicciones al crack a la cocaína o alcoholismo. El Servicio de Salud Indígena calculó en 2005 que los indios norteamericanos tienen 517% más alcoholismo, 533% más tuberculosis, 203% más accidentes de autos, 210% más diabetes, 150% más heridas por accidentes, 87% más de homicidios y 60% más de suicidios[xi].
Herman Whitegrass consejero de la Tribu Blackfoot de Montana afirma “… creo que el sistema de bienestar social nos ha inhabilitado al permitir que la gente continúe comportándose autodestructivamente”. El resultado del sistema es que la pobreza en las reservas es 3.9 veces superior al promedio norteamericano.[xii]
Calvin nos explica que para comprender por qué ocurre esto hay que analizar el impacto de los programas sociales dentro de la familia. Cuando la familia recibe dinero sin dar trabajo a cambio, sino a través de planes de alimentación, de vivienda, o por tener hijos, o por tener hijos en edad escolar, etc… El jefe de la familia naturalmente pierde su autoestima, el amor propio, y el respeto de su cónyuge y de sus hijos. De ahí al aumento de las adicciones y de la violencia familiar hay un solo paso. Calvin nos dice “Una persona para ser feliz requiere sentirse útil para alguien que lo necesita”. Todo lo opuesto de percibirse como víctima, débil, lisiado, descamisado, incapacitado, necesitado de ayuda permanente.
Como dijo George Orwell “El mal de la pobreza no es tanto que hace sufrir a un hombre sino que lo corrompe física y espiritualmente”. La incapacidad de sustentarse a sí mismo y a su familia, corroe la dignidad del hombre como ser humano, destruye su autoestima, su amor propio, su honra y la conciencia de ser valioso.
Pero como también explica Calvin, este problema no ocurre sólo en las reservas indígenas: “Hay 80 programas en EE.UU. que proveen asistencia a las familias”.[xiii] Y hay 60.8 millones de estadounidenses que dependen del gobierno para la provisión diaria de vivienda, salud y alimento.[xiv] Es decir, 20% depende del Estado de Bienestar y un tercio de los norteamericanos no paga impuestos por estos y otros servicios.[xv] EE.UU. gastará la friolera de USD 10,3 billones en gasto social en los próximos diez años [xvi] Está claro que en Argentina tenemos el mismo problema donde ya hay 3 millones de empleados públicos, 2,3 millones de planes sociales, asignación universal por hijo, planes de ayuda de $450 a jóvenes de entre 18 y 24 años que no terminaron la escuela, y decenas de diferentes planes de ayuda familiar.
Aún más, Calvin amplía el problema a la ayuda a las empresas, poniendo como ejemplo el “Corporate welfare” por USD 90.000 millones anuales en EE.UU.[xvii] Subsidios que en Argentina son proporcionalmente mucho más altos.
Incluso un problema muy parecido ocurre con la Ayuda Externa a los países pobres, como bien señala Dambisa Moyo en su libro “Dead Aid”: 1 billón de dólares que recibió como ayuda externa África en la última década tal vez ha ayudado a perpetuar tanto el hambre como los gobiernos corruptos en muchos de sus países. [xviii]
Aún más, Calvin nos propone no ver este problema como algo muy lejano porque lo mismo puede ocurrir dentro de nuestras propias familias, donde nuestros hijos pueden tener un alto nivel de vida, tan alto, a veces, como su sensación de inutilidad que puede minar su autoestima, si ingresan en la generación NINI, de los que “ni estudian ni trabajan”. Esta enfermedad, que los psicólogos llaman “Affluenza” (abundancia) está tratado por Eillen Gallo en su libro “Silver Spoon Kids”[xix]
En suma, tal vez ha llegado el momento de repensar la ayuda social, y analizar soluciones basándonos en el antiguo y simple proverbio chino que dice: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”.
Llegó el momento de explorar soluciones ligadas al trabajo. Trabajar por la autosuficiencia, la no-dependendencia del Estado o de cualquier organización social. Los héroes de este nuevo enfoque serán las pequeñas y medianas empresas. Será el proceso por el cual los pobres, honestos, trabajadores industriosos, con amor propio y decididos, progresarán como nuestros abuelos trabajando por su cuenta y responsabilidad, y contratando a otros tan trabajadores como ellos. Sus hijos, como nuestros padres, aprovecharán la educación de excelencia no para calentar asientos, sino para elevar su productividad como ciudadanos y padres de familia. La tarea del gobierno no será proveer ayuda, sino más bien levantar la presión y represión que ejerce sobre las empresas. Habiendo 1,3 millones de pequeñas empresas en Argentina, bastaría aliviarlas de los impuestos sobre el trabajo y la inversión, aliviarlas de gran cantidad de inútiles regulaciones y facilitar la creación de nuevas empresas. Como ejemplo, en Francia, con la reforma para facilitar la creación de empresas, se crearon más de 600.000 nuevas empresas el año pasado. Si cada PYME toma un solo nuevo empleado por año, en un solo período presidencial cambia la Argentina.
Quisiera terminar con las palabras con las que Calvin Helin me dedicó su último libro: “To Agustín, Wai Wah”, que en su idioma natal de la tribu Tsimshian de la Costa Noroeste del Pacífico, significa: “Just do it”.
* Director General de Libertad y Progreso
[i] Calvin Helin (2011). The Eoncomic Dependency Trap. Breaking to self-reliance.RAVENCREST PUBLISHING
[iv] John Stackhouse, “First Step: End the Segregation”, Globe and Mail (December 15, 2001) F1.
[v] Cedryc Wyat, “Aboriginal People: Addressing Dependency in Australia”
[viii] Cedryc Wyat. Idem ut supra.
[ix] Reforma del Estado Benefactor Australiano. (2000) http://www.aifs.gov.au/institute/pubs/saunders4.html
[x] Chris McGreal, “Obama´s Indian Problem” The Guardian (January 11,2010), http://www.guardian.co.uk/global/2010/jan/11/native-americans-reservations-poverty-obama
[xii] “Native Americans: Tribal Sovereignity, Devolution and Welfare Reform” (technical paper, W.K. Kellog Foundation, http://ww2.wkkf.org/pubs/Devolution/Pub823.pdf)
[xiii] Smelser, Wilson andMitchell, eds. Americabecoming: Racial Trends andTheir consequences, vol 2, No 154. http://www.nap.edu/openbook.php?record_id=9719&page=154
[xvii] Corporate Welfare and Earmarks, CATO Handbook for Policymakers, 7° Ed.(2009) http://www.cato.org/pubs/handbook/hb111/-26.pdf
[xviii] “Dead aid”. Dambisa Moyo. (New York: Farrar, Strauss and Firoux, 2009),47, http://www.deadaid.org/deadaid.html
[xix] Eillen Gallo, Ph. D., and John Gallo, J.D., Silver Spoon Kids (New York: Contemporary Books, 2002).
Ralph Waldo Emerson, Self reliance: http://en.wikisource.org/wiki/Author:Ralph_Waldo_Emersonhttp://en.wikisource.org/wiki/Essays