Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
Vivimos la era de la masificación, la época en que la multitud deglute a la persona en aras de aquel antropomorfismo denominado “sociedad”. De este modo se aniquila lo más importante y relevante de la condición humana cual es la posibilidad de desarrollar sus potencialidades, talentos y vocaciones en la diversidad, al efecto de enriquecer a cada persona al máximo de sus condiciones posibles.
El individualismo significa el respeto irrestricto a los proyectos de vida de las personas, siempre y cuando no afecten derechos de terceros. Este florecimiento de las capacidades de cada cual se traslada a la necesaria cooperación social entre las personas puesto que todas obtienen ventajas, a diferencia del socialismo que impone autarquía, cerrazón y regulaciones que bloquean las relaciones libres y voluntarias.
La propiedad privada y la consecuente división del trabajo conducen a un entramado de crecientes y complejas interconexiones individuales que dan lugar a refinadas y sofisticadas civilizaciones. En este contexto, las personas pueden centrar su atención en su especialización y, al mismo tiempo, disfrutar de las enormes ventajas que proporciona el progreso. El hombre primitivo debía poseer un abanico muy amplio de conocimientos concretos en cuanto a reconocer las víboras venenosas, las comidas factibles, la defensa frente a posibles ataques de fieras salvajes, construir su choza, hacer fuego, fabricarse sus herramientas y armas etc. El hombre moderno en cambio con solo conocer su muy específica profesión hace uso de todos los beneficios de la civilización sin tener la menor idea como se fabrican los correspondientes bienes. Esta situación le permite ensanchar su cultura que excede en mucho a lo necesario para sobrevivir que delega en la antedicha división del trabajo. En resumen, el hombre primitivo debía conocer como se fabrica cada cosa que usaba y fabricarla, mientras que el hombre moderno no sabe como se produce lo que usa ni se ve impelido a elaborarla es suficiente que se circunscriba a su especialización y, en su tiempo libre, puede incorporar conocimientos de cultura general.
El auge del individualismo a permitido que aflore a diestra y siniestra la generosidad del ser humano en consejos bienhechores y obras portentosas en línea con lo anticipado por Adam Smith en cuanto a como el interés personal incluye el bienestar del prójimo. En cada lugar en el que ha reinado la libertad se han podido observar emprendimientos benéficos de envergadura al contrario de lo que ocurre en sistemas autoritarios en los que se entiende por “solidaridad” recurrir a la fuerza para echar mano al bolsillo ajeno.
Es el individualismo y la preservación de las autonomías individuales lo que ha permitido enhebrar las referidas relaciones interpersonales en un contexto de complejidad creciente en el que todas las partes ganan debido a su participación libre y voluntaria. Es allí donde la responsabilidad por los actos adquiere un peso decisivo y donde el agente moral cobra un sentido superlativo.
En la literatura, el énfasis en la individualidad tiene su origen en el siglo xiv con los célebres Cantebury Tales de Geoffrey Chaucer al que alude John Dos Passos quien fuera uno de los novelistas más destacados del mundo anglosajón y quien sistematizó la narrativa no lineal. Sobre el ha escrito Jean Paul Sartre que “es el mejor escritor de nuestra época” lo cual también subrayan autores como Norma Mailer. Dos Passos se refiere a Henry Fielding como el comienzo del individualismo aplicado a la novela en su A History of Tom Jones, a Foundling de 1749. A su vez, Dos Passos quien en sus inicios había sido socialista, cuando percibió los graves errores de esta postura intelectual, adhirió al individualismo sobre lo que escribió en muchas oportunidades pero tal vez su ensayo más meduloso es “A Question of Elbow Room”. En este escrito el autor explica que el individualismo permite poner de manifiesto las potencialidades, vocaciones, talentos, inclinaciones y formas de ser que enriquecen la vida. Muestra como las diferenciaciones permiten saborear lo propiamente humano en un contexto de respeto recíproco y como esta tradición ha degenerado en la pestilente inclinación a confundirse con el grupo. En este sentido, escribe que “Consúltese hoy a un sociólogo sobre el significado de la felicidad en el contexto social y seguramente responderá que es el ajustarse a otros […] para los líderes políticos y teóricos de hoy lo sublime consiste en enseñarle a los ciudadanos a ajustarse a las demandas de la sociedad y del Estado”.
En el ensayo de referencia, Dos Passos subraya un tema que ha sido tratado por otros autores de modo similar y es el peligro de incorporar la democracia como simple voluntad de la mayoría, Esta preocupación la mostraron los Padres Fundadores en Estados Unidos, por eso en la Constitución no se hace referencia a la democracia y en su lugar subrayan la trascendencia de la república. Como es sabido, la república agrega al aspecto electoral de la democracia, la igualdad ante la ley, la alternancia de los gobernantes, la responsabilidad de los actos de gobierno ante los gobernados y la transparencia de la gestión pública. De todos modos, debemos enfatizar que los Giovanni Sartori de nuestra época y los Benjamin Constant de antaño destacaron una y otra vez que la columna vertebral de la democracia es el respeto por los derechos de las minorías lo cual no viene ocurriendo debido a los incentivos que operan en un sistema de mayorías compactas, a diferencia de lo que también sugirieron los Padres Fundadores de descentralizar el sistema a través del federalismo, lo cual tampoco se cumple como fue concebido.
En todo caso, como he escrito antes, sin prejuicio de la necesidad insistir en el federalismo, para la elección del Poder Ejecutivo del gobierno central es importante recurrir al consejo de Montesquieu en cuanto a que “el sufragio por sorteo hace a la índole de la democracia” lo cual corre el eje de atención hacia las limitaciones al poder puesto que cualquiera podría ser gobernante, a lo que habría que agregar que ese Poder Ejecutivo esté constituido por un Triunvirato tal como se argumentó en la convención constituyente estadounidense al efecto de mitigar la tendencia al “líder” o “caudillo” y sopesar debidamente las decisiones.
Los peligros de la democracia mal concebida fueron detectados por muchos, uno de los cuales, citado por Dos Passos, es T. B. Maculay quien en correspondencia dirigida a H.S. Randall en 1857 apunta que “Hace mucho tiempo que estoy convencido que las instituciones puramente democráticas deben, tarde o temprano, destrozarán la libertad, la civilización o las dos cosas”. En realidad esto es lo que preocupa a uno de los personajes clave en The Enemy of the People de Ibsen al sostener que “El peor enemigo de la verdad y la libertad en nuestra sociedad es la mayoría compacta” y por eso dice que “La minoría está siempre en lo cierto” lo cual es correcto si se observa lo que sucede en la música, la física, la epistemología, la jardinería, el atletismo, la carpintería y con todo lo que requiere destreza especial y conocimientos específicos (a nadie en su sano juicio se le ocurriría seleccionar a un cirujano para una intervención quirúrgica través del voto mayoritario de la población, sin embargo se recurre a ese método para elegir a quienes velarán por los derechos de todos). Esta misma preocupación es lo que le hace decir a F.A. Hayek en Camino de Servidumbre que cuanto más populoso sea el electorado más habrá que buscar el mínimo común denominador, lo cual naturalmente obliga a descender a niveles muy bajos (en el capítulo sugestivamente titulado “Por que los perores se ponen a la cabeza”).
En donde es posible la realización plena de cada uno -opción inherente al individualismo- las personas se asocian en empresas de muy diversa naturaleza y constituyen familias que son las instituciones más caras al individualismo (y las más detestadas por el colectivismo) puesto que establecen el ámbito más propicio para la formación de almas y criterios independientes en un contexto de cariño y afecto inigualables. Pero es importante apartarse de lo que puede denominarse ajustadamente “familias de la vitrina”, es decir la simple reunión de un grupo de personas que no participan, entienden ni contribuyen a sostener los valores sobre los cuales se sustenta la familia y consideran que con solo acariciarse y “pasarla bien” está todo hecho. Esas pseudofamilias de irresponsables no conciben la posibilidad de que la degradación del entorno que no hacen nada por rectificar nunca dañará malamente a sus integrantes y dejan que los acontecimientos trascurran mirando hacia otros lados hasta que, como en tiempos de los Mao de nuestra época, los forajidos de turno golpean a la puerta para llevarse un mimbro de esa “familia de la vitrina”, situación en la que ya resulta tarde para reaccionar y en la que ni siquiera queda la vitrina en pie. En otros términos, es absolutamente inseparable el que los padres de familia se preocupen y ocupen de mantener cotidianamente ambientes en los que esa valiosísima institución pueda mantenerse y desarrollarse. Si dicen que están muy ocupados en otros menesteres merecen que se desplome ese reducto vital de amor. Este es el sentido del pensamiento de Antoine Saint Exupery: “Amar no es mirarse uno a otro sino mirar juntos en la misma dirección”.
En todo caso, nada de lo que sigue a la premisa que comprende el valor del individualismo puede entenderse si no se advierte como punto de partida de la condición humana. Tal como ha señalado Félix Morley “El individualismo es la libertad vivida”.