Algunos comentarios en nuestro país sobre los anuncios y decisiones recientes de la Reserva Federal (Fed) y del Banco Central Europeo (ECB) revelan cierta superficialidad y la tendencia a crear grotescas caricaturas de los bancos centrales más importantes del mundo. Una de estas caricaturas presenta a la Fed como arriesgando – o peor aún, persiguiendo – un futuro de inflación para el dólar. Para algunos ese sería el precio que este banco central estaría dispuesto a pagar para que baje el desempleo. Otros, en cambio, ven en esa inflación el camino que inevitablemente deberán recorrer los EE.UU. para licuar su deuda pública. Otra caricatura le corresponde al ECB, del cual se dice que por controlar la inflación, se desentiende del crecimiento y del desempleo. Más de uno de quienes así caricaturizan a estas dos instituciones no se privan, además, de decirnos quien está actuando bien y quien mal: Según ellos el ECB está equivocado y la Fed está haciendo lo correcto. Y para no dejar dudas de su sapiencia afirman y subrayan que la Fed está replicando la “exitosa” heterodoxia argentina del 2002, en tanto que el ECB estaría aferrado a una ortodoxia tan absurda e insostenible, como pasada de moda, en vez de apurarse a copiarnos.
En primer lugar es claramente erróneo afirmar que la Fed descuida los riesgos de inflación. Ocurre simplemente que no los evalúa como graves por el momento, porque la emisión de dólares que hace se acumula en los bancos y si bien contribuye a mantener muy bajas las tasas de interés, no se traduce de manera masiva en nuevos préstamos. Prueba de ello es que el empleo no ha crecido en una escala significativa y que si algo no existe hoy es presión salarial inflacionaria en el mercado de trabajo. Pero la Fed tiene el mandato legal, el poder y los instrumentos suficientes como para aumentar las tasas de interés y contraer la cantidad de dinero cuando estime que haya riesgos de inflación. ¿Hay motivos para pensar que el banco central norteamericano no acertará en hacer estas correcciones en los momentos oportunos? Al fin de cuentas, un error de apreciación de este tipo se cometió en 2004, cuando la Fed de Alan Greenspan erró el ritmo (al que llamaron “measured pace”) al cual debieron haber elevado sus tipos de interés. Ese error resultó en tasas de interés reales negativas en los doce meses transcurridos entre mediados de 2004 y 2005 y muy bajas de allí en adelante, un factor – aunque no el único – que contribuyó a acentuar la originación de hipotecas “subprime”, la burbuja de los precios de las viviendas, commodities y monedas y, en última instancia, la gravísima crisis del crédito que comenzó a insinuarse en agosto de 2007. Si bien otro error como este no es en absoluto descartable, Ben Bernanke ha demostrado tener mejor preparación académica, cintura política y reflejos que los de Greenspan en sus últimos años al frente de la Fed.
En segundo lugar, es también erróneo afirmar que el ECB se desentiende del desempleo en Europa y solo mira a la inflación. Primero, porque si bien el mandato primario de esta institución es el mantenimiento de la estabilidad de precios, ello no quiere decir que en sus decisiones pueda desentenderse del funcionamiento general de las economías de la región, como expresamente lo señala el artículo 127 del tratado de la Unión Europea. Es cierto que la menor flexibilidad de los regímenes laborales europeos y el mayor poder que ello le brinda a los sindicatos pueden resultar en que alzas en los precios de los commodities alimenticios y energéticos se conviertan en aumentos de salarios, aún en contexto de alto desempleo. Y también es cierto que ello, unido al mandato primario unidimensional del banco central de Europa (estabilidad monetaria, sin mención explícita del empleo), puede poner a su directorio en situaciones más difíciles que las que enfrenta el board de la Fed. Pero tanto en la fijación de tasas de interés, como en la provisión de liquidez a los bancos y en la compra de títulos de deuda pública, la evidencia acumulada desde fines de 2007 muestra que el ECB ha sido muy flexible y ha estado muy atento al relativo estancamiento de las economías de la región.
En tercer lugar ¿qué tuvo de meritorio o de honroso lo que los argentinos hicimos en 2002 como para que lo estemos recomendando a EE.UU., a Grecia o a la Unión Europea toda? El default, la devaluación, la pesificación violatoria de los derechos y obligaciones pactados en dólares y la reestructuración de la deuda pública fueron una improvisación tras otra, en las que no hubo nada de honroso. Y tampoco mérito, porque es notorio que el crecimiento del PIB desde 2003 en adelante no se debió a aquella violación serial de la seguridad jurídica, sino a que los precios internacionales de nuestros commodities exportables alcanzaron valores excepcionales, solo comparables a los picos de 1909, 1948 y 1973 y – también – porque en la década de los 90 se habían hecho inversiones considerables en infraestructura de transportes, comunicaciones y energía.
La Fed y el ECB han cometido errores, no están exentos de hacerlo en el futuro y un sabio refrán nos recuerda que “sobre gustos no hay nada escrito”. Pero nada autoriza a cambiarle el nombre a las cosas y sería prudente que al criticar nos ubicáramos. Una cosa es que la mitad de quienes concurrieron a votar en 14 de agosto hayan expresado su aprobación al país que nació en 2002, el país en el que se pueden cortar puentes, avenidas u autopistas; ocupar parques y plazas e incendiar vagones; el país con una inflación mensual equivalente a la que en Europa o en los EE.UU. se tolera como tope anual; el país con gobiernos, oficinas de estadísticas y bancos centrales sordos, mentirosos o inútiles; el país en el que la aduana se abre o se cierra según el humor de un funcionario de tercera. Otra cosa es creernos tan geniales como para andar por el mundo repartiendo consejos y recetas. Porque la dura realidad es que mientras europeos y norteamericanos, más allá de sus crisis, sus multitudes de indignados y los errores de sus bancos centrales, gozan de un ingreso anual del orden de US$45.000 por habitante, nosotros todavía debemos conformarnos con US$15.000.