El estudio de una serie de ciento diez años sugiere que la correlación entre los llamados términos del intercambio y la performance relativa de la Argentina no es alta. Progresamos con precios altos (1904-1912, 2002-2010), pero también con precios bajos (1918-1934, 1991-1998) y retrocedimos con precios bajos (1952-1963), y altos (1946-1951, 1979-1984).
Un libro recientemente publicado sobre los factores que habrían determinado la performance relativa de la economía argentina a largo plazo llama la atención sobre este y otros casos parecidos. Lo mismo que con los precios de exportación ocurre con el gasto público, con la deuda pública, con la inversión agregada, con el tipo de cambio real, con el balance comercial y con muchas estadísticas representativas de la estructura de la economía.
¿Quiere esto decir que ninguna de estas variables ha impactado o impacta la performance agregada de la economía? No. Sus efectos (positivos o negativos) no se sostienen en el largo plazo y hay otros factores o políticas que los superan en importancia. La sobrevaluación del peso (o atraso cambiario) está asociada tanto a períodos de buena como de mala performance de la economía. Lo mismo con la subvaluación. Hay crecimiento con alta y baja inversión y lo mismo vale para los períodos de retraso. La tendencia secular creciente del gasto público coexiste con lapsos de buena y de mala performance y unos y otros se superponen a su vez con períodos de superávit y de déficit en el comercio exterior, es decir, con salida o con ingreso neto de capitales.
La investigación muestra que hay tres variables correlacionadas o asociadas de manera permanente a largo plazo: 1) La mayor o menor apertura de la economía (medida por la ratio comercio exterior/PIB). 2) La aceleración de la inflación (que no es lo mismo que el nivel de la inflación). 3) La volatilidad macroeconómica (medida como el desvío entre la tasa de variación del PIB en cada año y su tasa de crecimiento a largo plazo). En estos tres casos tanto la econometría como el análisis visual no dejan dudas: no hubo buena performance cuando aumentó el proteccionismo, se aceleró la inflación y creció la volatilidad, en tanto que si lo hubo cada vez que el proteccionismo disminuyó, se desaceleró la inflación y bajó la volatilidad.
El sentido común y las buenas prácticas sugieren la moderación en el gasto y endeudamiento del sector público, un buen nivel agregado de ahorro e inversión y un tipo de cambio real que tienda a equilibrar exportaciones e importaciones. Podemos también rezar para que los precios de nuestras exportaciones sean atractivos o no caigan excesivamente. Pero más allá de cómo nos vaya en estas materias (mejor o peor), la evidencia es contundente: a) si se cierra la aduana, se desincentiva el comercio exterior (tanto importaciones como exportaciones) y se desconectan los precios internos de los internacionales; b) si se acelera la inflación y c) si la persistencia de políticas fiscales y monetarias y cambiarias insostenibles se traduce en mayor volatilidad, no habrá ganancias sostenibles a largo plazo.