Consejero Académico de Libertad y Progreso
El pensamiento único busca siempre enfrentar. Un conflicto clásico es entre ricos y pobres. Ahora lo han refinado: es entre el 0,1 % más rico y el resto, la mayoría que está excluida… bueno, por definición, porque no está en ese ominoso 0,1%.
Dirá usted: en fin, la demagogia es producto de la ignorancia, etc. Pero resulta que entre los enemigos acérrimos del 0,1% está un sabio como Paul Krugman, premio Nobel de Economía. Argumentó en El País que ese 0,1% no debe ser defendido con el argumento de que crea empleo. Estoy de acuerdo. Si los capitalistas son fuente de trabajo, también los trabajadores son fuente de capital. La tesis de Krugman es que en los superricos no hay relación entre ingresos y productividad. Es decir, no todos los millonarios son como Steve Jobs, cuya aportación al bienestar de la comunidad es incuestionable para casi todo el mundo (digo “casi” porque siempre habrá quien lleve su rechazo al capitalismo y el liberalismo hasta el extremo de negar el pan y la sal a todo empresario). Krugman alega que muchos son financieros y banqueros, y no tiene clara allí qué vinculación hay entre retribución y productividad marginal. Yo tampoco, pero lo curioso es que Krugman no advierte qué diferencia hay entre un banquero y un empresario corriente, que estriba precisamente en la intervención y los privilegios obtenidos porque no se deja funcionar al mercado. No dice ni una palabra de eso.
Cita a un ejecutivo del Banco de Inglaterra, que declaró: “si la creación de riesgo fuera una actividad con valor añadido, los que juegan a la ruleta rusa contribuirían desproporcionadamente al bienestar mundial”. Esta majadería no merece un minuto de su reflexión, y podría, porque la diferencia entre un empresario y quien juega a la ruleta rusa es la diferencia entre un riesgo empresarial y uno inventado: identificarlos como iguales creadores de riqueza es un error. Por cierto, el mismo error de los que creen que el mercado es un casino, otra vez, una institución basada en riesgos inventados… y en cierto modo previsibles, como la ruleta rusa, y justo lo contrario del mercado, cuyos riesgos no son estocásticos, y por tanto teóricamente asegurables, sino incertidumbre, típicamente empresarial.
Dos apuntes finales. La libertad no puede ser defendida en función del porcentaje de sus reales o supuestos beneficiarios. Digamos, no por el hecho de que unas personas sean el 0,1% de la población se justifica violar sus derechos.
Y finalmente, supongamos que el Estado acaba con el 0,1% más rico de sus súbditos, les quita todo lo que tienen, los destierra, etc. Oiga ¿no seguiría habiendo siempre un 0,1% de la población más rico?