Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
[C]elestino Rodrigo ha pasado a la historia como el hombre que generó un brutal cambio de precios relativos a mediados de 1975. Ese cambio de precios relativos fue bautizado como el rodrigazo por la magnitud del ajuste. Sin embargo, desde mi punto de vista, a Celestino Rodrigo le tocó destapar la olla a presión que había dejado José Ber Gelbard con su famosa política de inflación cero. Con los precios relativos distorsionados, déficit fiscal y atraso del tipo de cambio real, Celestino Rodrigo intentó, dentro del contexto político de aquellos años, ordenar las cuentas públicas. Por supuesto que a Rodrigo se le pueden criticar muchas cosas, pero lo cierto es que si uno analiza en contexto el llamado rodrigazo, se encuentra con que el lío lo había armado Gelbard y Rodrigo cargó con el costo político de destapar la olla a presión que había dejado Gelbard.
Formulada la aclaración sobre la situación que le tocó asumir a Celestino Rodrigo, veamos cuáles fueron los ajustes de precios que hizo el entonces ministro de Economía. Para esto voy a seguir los datos de La Economía Argentina en la Segunda Mitad del Siglo XX de mi amigo Juan Carlos von De Pablo. Cito textualmente: “El nivel general de las tarifas públicas es un agregado heterogéneo. Una desagregación imprescindible es entre YPF y el resto de las empresas, por el particular comportamiento de los precios de YPF en 1974 y 1975…En efecto, el precio del libro de nafta común subió 181%, el de la nafta especial 173%, las tarifas de transporte 75%, las de gas entre 40% y 60%, las del consumo domiciliario de electricidad entre 40% y 50% y las del consumo industrial 75%.”
Si dejamos de lado el precio del combustible, que llegó a aumentar el 181% durante el rodrigazo (creo que desde el 2002 a la fecha ha aumentado más), los incrementos de las tarifas de los servicios públicos del rodrigazo prometen ser sustancialmente menores a los que habrá que enfrentar con la sintonía fina del cristinismo.
Empecemos por el impuesto inmobiliario. La boleta que me llegó para este año en la provincia de Buenos Aires, tiene un aumento del 30% respecto a la del 2011, frente a una inflación del 9% que declaró el INDEC. Pero el impuesto inmobiliario del 2011 me había aumentado el 139% respecto a 2010, también frente a una inflación también del 9% según Moreno. Y la del 2010 había subido el 20% respecto a la del 2009. En síntesis, este año voy a pagar un impuesto inmobiliario que tiene un incremento del 274% respecto a 2009.
Sigamos, de acuerdo a la última factura de luz que pagué, si me eliminan el subsidio, el aumento será del 80 al 90 % dependiendo cómo juegue el listado de impuestos que incluye la factura. Recuerde que más arriba puse que en el rodrigazo el aumento de la luz en las casas fue del 40% al 50%. En el caso de los colectivos, sobre el cual mantienen el suspenso de cuánto tendrán que pagar los que no tienen la tarjeta SUBE, todos sabemos que el aumento tendría que estar en el orden del 300%. Veremos si se animan. En agua potable he visto aumentos del 120%. En síntesis, la magnitud de los incrementos apunta a superar el rodrigazo de 1975, con lo cual pasaremos a tener el cristinazo en nuestra historia económica argentina. Obviamente que el último bastión que les queda es el dólar.
Recuerdo que en el 2007, en una conferencia abierta en Mendoza, dije que ya se había acumulado una fuerte distorsión de precios relativos y que la emisión monetaria generaba presiones inflacionarias agudas. Cuando terminé mi exposición un empresario dijo que no coincidía conmigo y que él era muy optimista. Y recalcó lo positivo de los cambios que se habían producido en la posibilidad de que las AFJP pudieran invertir más en el exterior. Luego vino la expropiación de las AFJP y no sé en qué le habrá quedado ese optimismo. Respecto a este punto hubo más de 500 asistentes que pueden dar fe de lo que estoy contando. Pero, el punto no es escrachar a ningún empresario, sino que tomo como ejemplo ese caso porque últimamente veo que varios colegas economistas afirman que el modelo ya dio todo lo que tenía que dar y que ahora hay que cambiar. Mi punto es muy diferente.
El modelo no dio todo lo que tenía que dar, sino que destruyó todo lo que tenía que destruir, y cualquier economista medianamente serio sabía que el modelo era inconsistente. Debía saber que emisiones monetarias que empezaron con el 27% y que ahora están en el 35% son incompatibles con la estabilidad. Que licúan el tipo de cambio real. Que las tarifas de los servicios públicos estaban artificialmente contenidas y que, en algún momento, esa fiesta de subsidios iba a ser infinanciable.
Por supuesto que la economía no explotó en el 2007, pero la explosión no se produjo por las bondades del modelo, sino porque se estiró la agonía confiscando activos y destruyendo stock de capital. Una cosa es decir que el modelo es inconsistente y otra muy diferente es pronosticar con fecha y hora el fin del modelo. Eso nadie lo puede saber porque todo depende de las cajas a las que recurra el gobierno (AFJP, presión impositiva asfixiante, BCRA, etc.) y del contexto mundial. Sabemos que estas políticas populistas pueden saltar por las causas más insospechadas y en el momento menos pensado, pero son demasiadas las variables que juegan al momento de definir la muerte definitiva del modelo. Puede ser el contexto internacional, el fin de las cajas que manotea el gobierno, una sequía que depende del tiempo, etc. Lo importante es entender qué está haciendo el gobierno y qué resultados cabe esperar de esa política. Y eso es lo que no entienden, incluso, varios de mis colegas economistas cuando afirman que el plan estuvo bien al principio pero ahora se agotó. El plan nunca funcionó bien. En todo caso lo que funcionó bien fue la capacidad que tuvo el gobierno para sobrepasar todos los límites de respeto a los derechos de propiedad, regulaciones, aprietes, prohibiciones, etc. y de esta forma financiar una orgía de consumo al más puro estilo populista.
Esto nos indica que nadie tiene que sorprenderse en el futuro que vulneren más derechos de propiedad. ¿Por qué? Porque el modelo lo requiere. El modelo populista necesita de caja para sobrevivir políticamente y el populismo no respeta la república, por el contrario, rechaza la república porque es contraria a los necesidades del populismo. Y como el populismo es una forma moderna de autocracia, recurrirá a todo tipo de avasallamiento de los derechos de propiedad para mantenerse en el poder.
Insisto, nadie puede sorprenderse que hoy la gente no pueda comprar dólares libremente porque en el populismo una regulación lleva a otra. La dinámica populista es eso. “Arreglar” el lío de una regulación con otra regulación más intensa y destructiva, y así sucesivamente.
Por ahora el gobierno puede ostentar el récord de superar los ajustes, o como les gusta decir a ellos la sintonía fina, del rodrigazo. Solo falta saber en cuánto superarán con su sintonía fija los ajustes de tarifas que se viene. Cuánto más estiren esta política populista, más superarán al rodrigazo del 75.