Miembro del Consejo Académico, Libertad y Progreso
FIRMAS PRESS.- Mariela Castro, hija mayor del dictador cubano Raúl Castro, es un personaje contradictorio. A los familiares cercanos de los déspotas, el amor suele distorsionarles el juicio.
No perciben el daño que sus parientes infligen a sus semejantes o, si lo perciben, lo justifican.
Les ocurrió a Eva Braun con Adolfo Hitler y a Clara Petacci con Mussolini. Si creemos a los hijos de Gadaffi o a los nietos del dominicano Trujillo, pensaríamos que ambos tiranos fueron imitaciones perfectas de la Madre Teresa.
En el caso de Mariela Castro la contradicción hiere más porque no es una fanática inflexible.
Su fanatismo es estratégico. Si una persona quiere expresar libremente su homosexualidad o su transexualidad, a Mariela le parece una causa justa y la defiende a viva voz.
Pero si lo que ésa u otra persona intentan expresar son creencias políticas o una visión de la realidad social diferente a la que postula la dictadura, inmediatamente la califica como mafia o escoria y justifica que la aplasten.
Para ella, la libertad y la coherencia emocional radican al sur del ombligo.
¿Qué hace Mariela Castro en Estados Unidos acompañada por sesenta figurantes, entre quienes abundan los policías?
Por ingenuo que parezca, con la ayuda de algunos elementos radicales del ala extremista del Partido Demócrata, la que se mueve en torno a la revista The Nation, intenta seducir políticamente al presidente Obama respaldando el matrimonio gay, mientras trata de crear una red de apoyo al gobierno de su padre mediante una coalición denominada LGTB (lesbianas, gays, transgéneros y bisexuales).
Para los servicios de inteligencia de Cuba –cerebro y el brazo ejecutor de la política exterior de La Habana– la LGTB, aunque les repugne, porque la cubana sigue siendo una dictadura machista-leninista, es el único camino que les queda para intentar ablandar a un presidente que no levanta el embargo, no liberaliza los viajes de los turistas norteamericanos a la Isla, no excarcela a los cinco espías apresados hace más de una década, y ni siquiera ha eliminado a Cuba de la lista de países terroristas.
Es verdad que desde la perspectiva de la dictadura, aunque Obama, como repite Fidel Castro, ha sido una total frustración, para La Habana sería peor si en los próximos comicios los republicanos volviesen a la Casa Blanca, lo que explica que Mariela revelase su verdadero juego: “si yo fuera norteamericana votaría por Obama”.
A decir esa contraproducente tontería ha venido a Estados Unidos.
No obstante, ganen demócratas o republicanos, la dictadura perderá siempre. Eso está cantado.