ÁMBITO FINANCIERO.- Si bien el gobierno se ha ocupado de destacar que no marcha hacia un desdoblamiento cambiario, éste ya existe, de hecho. Hay un mercado controlado oficial, equivalente a un “comercial” y, los “paralelos”, donde pueden operar todos aquellos que fueron excluidos del “formal”, que funciona como un “financiero”. Es cierto, este último no es “oficial” y es probable que nunca lo sea; ya que implicaría reconocer otro valor del dólar, que es al que verdaderamente se lo puede adquirir con libertad. Esto acelera la tendencia a tomarlo como referencia.
La pregunta es por qué, luego de mucho tiempo con un Banco Central (BCRA) con capacidad de manejo del tipo de cambio, terminamos en un mercado “controlado”. Es falso decir que el problema es la “dolarización” de los argentinos, como si se hubiera puesto de moda el color verde para 2012. La respuesta es otra. Si bien desde 2006 se viene haciendo cada vez más uso del BCRA para financiar el gasto público, en el 2010 y 2011, para ganar las elecciones, se terminó haciendo abuso de ese recurso.
Un paso importante en ese sentido fue la decisión de usar las reservas para pagar deuda pública en moneda extranjera de cualquier índole. ¿Cuál es la diferencia entre prestarle al gobierno los pesos para que compre dólares o que el BCRA los adquiera con emisión y se los transfiera? Ninguna. Por lo tanto, si computamos los recursos aportados al Fondo del Bicentenario como justificativo del incremento de la oferta monetaria, se observa que en ambos años, supera el 100%. Cabe aclarar que, en 2010, el exceso fue retirado con deuda remunerada del Central y, en 2011, con venta de reservas.
Semejante desmadre, no podía ser gratis y el costo fue diluir la solvencia del BCRA (relación de sus pasivos financieros respecto a las reservas); por lo que perdió la posibilidad de manejar el mercado cambiario. La respuesta oficial fue la implementación de controles y restricciones a la compra de divisas, mayores exigencias para la liquidación de exportaciones e inversiones en el exterior y limitaciones a la importación. De esta forma, la autoridad monetaria armó un “corralito” donde poder comprar dólares más barato de lo que podría hacerlo si permitiera a todos participar de dicho mercado.
La demanda de pesos ha tendido a debilitarse debido a la peor evolución del nivel de actividad, la creciente inflación y la imposibilidad de poder convertirla en otra moneda. Cuando se suma la emisión para comprar divisas y para financiar al gobierno, se entiende la presión a la baja del valor del peso; lo que se refleja en el mercado “informal” de cambios y en una creciente inflación. Como el Banco Central no está dispuesto a convalidar esa depreciación de la moneda local en el mercado “oficial”, el resultado es una brecha creciente. Conclusión: No estamos ante una viciosa “dolarización” de los argentinos, sino frente la huída de los pesos y los activos locales, debido a la percepción de riesgo que generan las actuales políticas, que se canaliza a través de la compra de divisas extranjeras.
En los últimos 60 años, la Argentina implementó controles cambiarios en, por lo menos, una decena de ocasiones. Todas ellas terminaron con una crisis cambiaria y bancaria. La gente está empezando a recuperar la memoria y, cuanto más rápido lo haga, mayor será el costo de corregir la actual política.
Existe un remedio. Si el despilfarro desde el sector público nos metió en este lío, la moderación de las erogaciones tiene que ser, necesariamente, parte de la solución. A partir de ello, el Banco Central podría moderar la emisión para financiarlo y tratar de absorber lo máximo posible de los excesos de pesos; lo que implicará asumir más deuda remunerada y, eso, tiene un límite.
No parece sencillo evitar una aceleración de la devaluación en la tendencia a la unificación del mercado cambiario en uno de libre acceso. Sin embargo, cuanto más tiempo se tarde en encarar este proceso, más traumática será la salida. Ayudaría tremendamente a minimizar los costos, si el gobierno empezara a desandar el camino al estatismo, los subsidios indiscriminados, las violaciones a los derechos de los ciudadanos y empresas, el proteccionismo creciente y nos tratara a los argentinos con el respeto al que lo obliga la Constitución Nacional. De esta forma, se incrementaría la confianza en el peso y en el futuro de la Argentina; lo que redundaría en un mayor demanda y valor de la moneda nacional o, lo que es lo mismo, un menor tipo de cambio.