Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso. Licenciado en Economía por la Universidad Católica Argentina. Es consultor económico y Profesor titular de Economía Aplicada del Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica del Master de Economía y Administración de CEYCE.
LA NACIÓN.- Algunos colegas economistas suelen afirmar que el modelo ya dio todo lo que tenía que podía dar. Agotado el modelo, sugieren cambios. Me voy a permitir disentir con la afirmación de que el modelo está agotado, formulando otro punto de vista: el mal llamado modelo no es que está agotado, solo muestra ahora sus inconsistencias iniciales. Dicho de otra manera, no es que tuvo una virtud inicial y que ahora ya no funciona, sino que siempre fue inconsistente.
¿En qué baso mi punto de vista? En que el mal llamado modelo solo se limitó a aprovechar ciertas circunstancias internacionales, ayudado con una serie de parches para crear una fiesta artificial de consumo que, inevitablemente tenía que terminar en lo que estamos viendo. Las variables descontroladas, como la inflación, el mercado de cambios, la inversión inexistente, la falta de trabajo, el creciente déficit fiscal, la crisis energética, etc.
Aprovechando el tipo de cambio real alto que le dejó Eduardo Duhalde, luego del descalabro monetario y financiero que hicieron en ese verano de 2002, la economía sola se encaminó hacia un modelo de sustitución de importaciones. El tipo de cambio actuó como una barrera arancelaria, con lo cual la economía, que estaba trabajando con una muy baja utilización de la capacidad instalada, reaccionó rápidamente sustituyendo importaciones, pero sin ganar en competitividad.
Al mismo tiempo se dieron tres condiciones internacionales especiales: a) aumento del precio de la soja, b) crecimiento en el mundo y b) tasas de interés externas en baja (las que luego generaron la burbuja inmobiliaria y la crisis posterior).
Lo que buscó el “modelo” fue aprovechar ese contexto internacional captando parte de la renta que generaba el campo incrementando los derechos de exportación para financiar el populismo y exacerbar el consumo despreocupándose de la inversión como paso previo a la mejora de la productividad, el incremento de los salarios reales y el posterior aumento del consumo.
El Gobierno cambió la secuencia lógica del sistema económico y se lanzó a exacerbar el consumo sin considerar que el mismo depende de los bienes y servicios que genera una economía. Por eso cuando uno observa el aumento del consumo y del PBI, verifica que el consumo subió más que el PBI, lo cual llevó a un aumento de las importaciones para abastecer lo que no podía abastecer el mercado interno hasta que colapsó el “modelo” y aparecieron las prohibiciones de importación.
Dicho de otra manera, si la economía tiene una capacidad para producir 100 unidades, la gente de ese país no puede consumir 110 unidades, salvo que las 10 restantes las importe. Y eso fue lo que ocurrió hasta que llegó el ajuste vía la prohibición de importaciones. El primer síntoma de que se venía el ajuste, algo que me anticipe a anunciar un año atrás en una nota en LA NACIÓN.
El mayor consumo también estuvo financiado destruyendo el stock de capital existente. La confiscación de nuestros ahorros en las AFJP, que eran ahorros de largo plazo, fue a financiar el consumo populista impulsado por el Gobierno. Las tarifas de servicios artificialmente bajas liberaron recursos para el consumo privado, pero a costa de tener rutas destrozadas, sistema energético que estalla con dos días de calor seguido, trenes que chocan y el listado sigue. Recursos que debían ir a financiar el mantenimiento del stock de capital fue destinado a estimular el consumo artificial.
Agotados los ahorros que nos confiscaron en las AFJP, con el gasto público disparado por los crecientes subsidios a la energía y el transporte, entre otros rubros, y habiendo el Gobierno cerrado las puertas al mercado de crédito externo, no le quedan demasiados opciones más que emitir a marcha forzada para sostener el consumo artificial, lo cual les genera más inflación, caída del salario real y del tipo de cambio real (afectando las exportaciones y el nivel de actividad) y distorsionando los precios relativos.
El punto que quiero destacar es que nunca hubo un modelo que fue útil en determinado momento y ahora ya no sirve. En realidad nunca sirvió. Siempre fue inconsistente porque puso el carro delante del caballo. Estimuló el consumo e hizo lo imposible por desestimular la inversión. El truco de todos estos años se limitó a buscar financiamiento para sostener el consumo artificialmente alto. Pero eso no es un modelo económico, es sólo crear financiamiento para sostener el consumo artificial. Nada tiene de genial. Más bien es destructivo, y esa destrucción solo queda en evidencia cuando ya no se encuentran más recursos para sostener la fiesta populista.
Como decía antes, la secuencia lógica económica es que si uno tiene un nivel de producción de 100 unidades y quiere llegar a 150 unidades, primero tiene que invertir para ampliar la capacidad productiva hasta llegar a los 150 y así la gente podrá aumentar su consumo de 100 a 150. Si no quiere estimular la inversión la opción es importar, pero si aumentan las importaciones pero no crecen tanto las exportaciones por la caída del tipo de cambio real, aumentar las importaciones para sostener el consumo también se hace inviable, que fue lo que pasó con el cepo cambiario impuesto a los pocos días de haber ganado las elecciones de 2011. Obvio que no se iban a animar a decir en la campaña que luego de votarlos iban a aplicar un ajuste feroz.
El problema adicional que tiene el “modelo” es que habiendo desestimulado la inversión, especialmente en la exploración y explotación de gas y petróleo, con las tarifas subsidiadas el consumo se disparó y hubo que importar gas y petróleo. Esto achicó más rápidamente el saldo de balance comercial y llevó a acelerar el cepo cambiario.
Insisto, no es que hoy el modelo esté agotado. Es que el modelo está mostrando sus inconsistencias iniciales porque ya no hay recursos para disimularlas.
Esa es mi diferencia con algunos colegas economistas que sostienen que el modelo ya dio lo que tenía que dar. Mi visión es otra. El modelo colapsa por inconsistente, no porque dio lo que tenía que dar y ahora necesita retoques. El mal llamado modelo hay que girarlo 180 grados, porque lo que tenemos no es que hay que corregirlo, hay que tirarlo a la basura por inconsistente. Y es impresentable porque no atiende a la más mínima lógica económica que primero hay que producir y luego consumir. Claro que para producir hay que invertir y para invertir hay que tener seguridad jurídica, algo que odia Axel Kicillof y el Gobierno. Así que están en un problema serio. Como ellos odian la seguridad jurídica, no va a haber más inversiones. Si no hay más inversiones no aumenta la oferta de bienes y servicios y si estos no aumentan el consumo tampoco puede subir. Su odio a la seguridad jurídica condena al modelo populista.
Para cerrar el tema diría que estamos en un punto en que emborracharon a la gente con la fiesta de consumo y ahora nadie se anima a decir que ya no hay más plata para seguir con la fiesta. Que el Gobierno trate de esconder la realidad es algo obvio. Es parte de su naturaleza. Lo que resulta insólito es que buena parte de la oposición no le diga la verdad a la gente: que la engañaron durante 10 años.