Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
INFOBAE.COM.- Está claro que el alto incremento de los precios se convirtió en un dolor de cabeza para el actual gobierno. De allí se desprendió la idea de congelarlos hasta el 1º de abril, aunque ya trascendió que el plazo se extenderá hasta el 31 de mayo y, posiblemente, también hasta las elecciones legislativas. Por otro lado, la inflación y las medidas tomadas por Echegaray hacen que el peso se deprecie y que el dólar blue continúe su escalada.
Por estas razones, es importante recordar el rol que juegan los precios en una economía, ¿pueden realmente controlarse? Ésta es una pregunta que vale la pena hacerse, ya que ni el control de precios está dando los resultados esperados ni la brecha entre el dólar oficial y el blue parece achicarse.
Hay dos puntos importantes a entender cuando de precios se habla, que casualmente el gobierno no parece comprender. Primero, que los precios dependen de las valoraciones de los consumidores que necesariamente son subjetivas; esto fue demostrado en 1871 por Jevons, Walras y Menger en la revolución marginal (posiblemente uno de los mayores hallazgos de la economía). En segundo lugar, el conocimiento se encuentra disperso y nuestra guía para obtener información son esencialmente los precios. Dicha guía es tanto para productores como para consumidores. Interferir y sesgar esa guía nos conduce al peligroso camino de que se realicen inversiones ineficientes y a que el consumidor tome malas decisiones.
Intentar controlar los precios es una medida que se encuentra predestinada a fracasar, ya que además de que las valoraciones son subjetivas, varían con el paso del tiempo. Es difícil que los gobernantes puedan saber qué es lo que el mercado quiere. Un funcionario “A” puede sugerir que hace falta desarrollar y controlar la industria del calzado, un funcionario “B” en cambio puede opinar que la industria que hay que controlar es la de minería (por ejemplo). ¿Cuál de ellos tiene razón? Probablemente ninguno. Una de las grandes incógnitas de la economía es qué y cuánto producir, y esto sólo puede responderse por medio de la guía de los precios. De lo contrario, podremos estar utilizando nuestra capacidad instalada en un 100% pero con un grave riesgo de estar produciendo bienes y servicios que luego no serán demandados en las cantidades estimadas.
Más aún, pueden ocurrir movimientos simultáneos en las curvas de oferta y demanda y, si los precios no son interferidos, podemos obtener conclusiones. Por ejemplo, si la demanda aumenta y la oferta cae, no importa con qué intensidad se muevan las curvas, lo que seguro va a pasar es que los precios aumentarán. Si bien esto no ocurre para todas las combinaciones de movimientos de curvas de oferta y demanda, siempre nos brinda una información o guía de qué sucederá con los precios o las cantidades, siempre y cuando no haya intervencionismo de por medio.
No se debe pretender solucionar problemas más allá de lo que nuestras capacidades humanas nos permiten. La planificación centralizada lleva “las de perder” debido a la complejidad de la información que hay que manejar. Por esta razón es más recomendable la planificación descentralizada. En otras palabras, la economía va a funcionar mejor si en vez de que una persona realice la planificación, sea una planificación realizada entre todos. Así como la división de trabajo trae sus beneficios, la división de conocimiento brindará mejores frutos para los países que la apliquen.
* PUBLICADO EN INFOBAE.COM, MIÉRCOLES 27 DE MARZO DE 2013.