Según los anuncios realizados el viernes a la mañana, el gobierno considera que la cotización del dólar oficial de ese día es de convergencia, o sea de equilibrio para ese mercado. Por lo tanto, lo que esperan es que de esta forma el Banco Central no tenga que intervenir masivamente perdiendo reservas. Para que esto sea así, deberían convencer a los exportadores, a los importadores y a aquellos potenciales demandantes de divisas que, a partir de ahora, el tipo de cambio “cepo” subirá en forma moderada, como sucedía hace unos meses. Así los primeros no tendrán incentivos a demorar las ventas de divisas o la colocación de sus productos en el exterior y, los segundos, para adelantar la compra para hacer frente a sus compromisos. De esta forma se aliviaría la presión sobre las reservas internacionales e, incluso, el Banco Central podría llegar a comprar algo de moneda extranjera.
Lo primero que hay que entender es que el “cepo” continúa. Sólo se habilita una nueva demanda en este mercado, la de la gente que quiere ahorrar en divisas. Sin embargo, para lograr comprarlas deberá demostrar que tiene capacidad contributiva con un sistema de pedido de permiso similar al que se aplica actualmente al dólar “turista”.
Es esperable que, en un inicio, la AFIP y el BCRA sean bastante flexibles a la hora de aprobar las operaciones, dentro de ciertas condiciones mínimas. Sin embargo, si no se resuelven los problemas de fondo que nos llevó a la situación límite de las últimas semanas, la pérdida de reservas se volverá a hacer presente y, entonces, las restricciones para acceder a divisas para atesorar se incrementarán, de la misma forma que pasó en similares situaciones pasadas con el acceso para el turismo en el exterior.
El problema es que el gobierno ha estado gastando de más y se financió exprimiendo al Banco Central. Este último obtiene los recursos que le transfiere emitiendo moneda que la gente no demanda y, por lo tanto, pierde valor. En definitiva, se apropia de parte del poder adquisitivo de nuestros ingresos y atesoramiento en pesos, con el impuesto inflacionario, y lo usan para pagar gasto público.
Sin embargo, esta devaluación no era reflejada plenamente en el dólar oficial. Es decir, se le fijaba un precio máximo que desincentivaba la oferta y alentaba la demanda. Conclusión, el faltante salía de las reservas.
Si no hay pronto señales que muestren que se controlará el gasto para disminuir la presión sobre los recursos del Banco Central, sólo viviremos una breve “primavera” para volver nuevamente a un “verano caliente”. Esperemos que el gobierno ya haya aprendido cual es el problema y lo encare. Si no, habrá que prepararse para vivir otra crisis más por repetir los mismos viejos errores.
*PUBLICADO EN REVISTA APERTURA, VIERNES 24 DE ENERO DE 2014