Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
A pesar de que en Argentina se debate si la emisión genera inflación o no, afuera de esas latitudes la discusión se encuentra mucho más superada o avanzada. Las correlaciones entre emisión e inflación son tan notorias que pocos cuestionan su causa. Por supuesto, en economía, correlación no es sinónimo de causalidad, pero cuando la correlación se encuentra acompañada con una teoría que puede explicar por qué pasan las cosas, entonces la correlación pasa a tener un fuerte respaldo.
Muchos economistas han llamado la atención que además de observar la oferta de dinero es preciso observar su demanda. En pocas palabras, aquellos países con monedas fuertes tendrán una demanda mayor y por eso podrán ampliar su oferta monetaria sin riesgo de que estalle un proceso inflacionario.
Sin embargo, surge una cuestión a analizar: Si la mayoría de los economistas coinciden, o por lo menos admiten que la emisión monetaria es un factor (aunque no el único) muy fuerte que influye en la inflación, ¿por qué los gobiernos se empeñan en emitir? ¿Por qué los gobernantes querrían lidiar con la inflación? Principalmente, hay tres razones debido a las cuales, los políticos de turno se hacen del instrumento de la emisión.
Estos tres puntos serían en primer lugar el mito instaurado de que dinero es sinónimo riqueza; el segundo en la creencia de que a costa de la inflación se puede eliminar el desempleo; y el tercero en que en el corto plazo es beneficioso para los gobernantes de turno.
Mito #1: El dinero es sinónimo riqueza
Es muy común creer que el dinero es sinónimo de riqueza o, dicho en otras palabras, que si una persona obtiene más dinero incrementará su riqueza. De ser esto cierto, ¿no sería grandioso emitir ya que estaríamos, en teoría, creando riqueza?
El problema es que el dinero, per se, no es sinónimo de riqueza. Imaginemos una economía en donde existen tres tipos de bienes: camisas (50 unidades), pantalones (25 unidades) y zapatos (25 unidades). Y con la idea de simplificar el ejemplo supongamos que una sola persona compra todos los bienes de esa economía pagando US$500. Si esta persona, por alguna razón, duplica sus ingresos a US$1.000 ¿puede comprar más bienes? La respuesta es un rotundo no. Solo podrá comprar más bienes si se producen más bienes.
Esto nos lleva a la conclusión de que la riqueza está en los bienes y no en el dinero. Éste es sólo un medio de intercambio para adquirir bienes. Pero mientras pensemos que el dinero es sinónimo de riqueza, seguirá siendo la excusa ideal para continuar con la “moda emisionista”.
Mito #2: A costa de la inflación se puede eliminar el desempleo
Esto implica un supuesto trade-off entre inflación y desempleo. El economista William Phillips observó distintos estados en el Reino Unido, llegando a la conclusión de que los gobernantes deben elegir entre un mal menor: O tenían desempleo o tenían inflación. En otras palabras, un país con elevado desempleo, si quería bajar el mismo, pues bien, debía emitir dinero para generar trabajo y el desempleo iba a bajar a costa de que la inflación aumentase. La evidencia empírica avaló a Phillips hasta la década del 70, cuando empezaron a presentarse casos de alta inflación y alto desempleo. De esta manera, la teoría quedó refutada.
Sin embargo, en muchos países esta idea sigue vigente, sobre todo después de la crisissub-prime donde keynesianos aprovecharon para reforzar sus ideas a pesar de que la crisis se debió a un Estado más presente que ausente.
Mito #3: La emisión es beneficiosa para todos
Por último, y probablemente la razón más importante para los gobernantes de turno, es que el hecho de emitir les permite obtener el dinero antes que el resto. Debido a que el mundo globalizado se encuentra permanentemente produciendo bienes, este dinero extra le permite a los gobernantes de turno y sus amigos del poder marcar una diferencia en el corto plazo.
En cuanto el dinero empieza a circular, los precios relativos comienzan a variar perjudicando al último eslabón de los que reciben este dinero extra: los ciudadanos. En otras palabras, más que crear riqueza lo que se hace es comprar barato, a costa de que otros compren más caro en el futuro. En definitiva, se perjudica a los últimos que reciben el dinero para así favorecer las arcas del gobierno.
Estos tres puntos suelen estar presentes a la hora de defenderse la emisión. En realidad, la cantidad de dinero a emitir es imposible de calcular, ya que implicaría conocer la demanda de dinero de la población y la misma es altamente subjetiva y variable.
Pretender adivinar cuánto dinero van a demandar las personas es tarea imposible y por esa razón se debería abrir la puerta al libre mercado por dos razones: La primera es porque la oferta de dinero tendería a seguir a la demanda de dinero, y en segundo lugar, para evitar que los gobernantes de turno continúen con sus estafas emisionistas.