Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
PANAM POST.- Esto decía el premio nobel de Economía Friedrich Hayek en su libro La desnacionalización del dinero:
El monopolio estatal de emisión de moneda ya era bastante pernicioso mientras predominaba el dinero metálico. Ahora bien, se convirtió en una terrible calamidad cuando el papel moneda (u otro tipo de signo monetario), que puede proporcionar el mejor o el peor dinero, estuvo bajo control estatal.
Al leerlo, se vuelve innegable el vínculo con la situación de Argentina. El monopolio estatal de emisión monetaria comenzó con la creación del Banco Central de la República Argentina (BCRA) en 1935. En el artículo 3 de su carta orgánica afirmaba que “es misión primaria y fundamental [del BCRA] preservar el valor de la moneda”. ¿Cómo le fue a Argentina con el cumplimiento de este mandato?
Lamentablemente la respuesta a esta pregunta es preocupante. Dicho artículo fue eliminado en 2012. Tomando el lapso 1940-2013, la inflación acumulada alcanza la astronómica cifra de 4.835.716.461.499%. Esto, para leerlo en términos más sencillos, equivale a decir que la inflación fue de 4,8 billones por ciento para esos 73 años. La primera pregunta que surge es ¿para qué sirve tener un Banco Central que monopolice la moneda si va a generar semejante destrucción de la misma? La cifra espeluznante es acorde a la cantidad de ceros que se le ha ido quitando a la moneda debido a las elevadas inflaciones: 13 ceros, atravesando cinco denominaciones distintas: 1) Peso Moneda Nacional 2) Peso Ley 3) Peso Argentino 4) Austral 5) Peso.
Tomando el lapso 1940-2013, la inflación acumulada alcanza la astronómica cifra de 4.835.716.461.499%
Cualquier persona que haya nacido en 1950 vivió y experimentó las cinco monedas. Claro está que no existe suficiente incentivo para ahorrar en moneda nacional y es esta situación la que lleva a que las personas busquen refugiarse en otra moneda que no pierda tanto su poder adquisitivo. En el caso de Argentina, el refugio es en el dólar estadounidense.
Para variar, no pareciera que la inflación vaya a disminuir en el corto plazo. El último dato recolectado por el IPC-Congreso (correspondiente a septiembre) acumula ya más de un 40% anual y debido a que las fuentes de ingresos se encuentran exprimidas, y el gasto público continúa en aumento, la financiación probablemente venga de la mano de la emisión inorgánica, agravando aún más el problema. La situación se agravaría aún más si no hay acuerdo con los holdouts en enero.
En pocas palabras, a lo largo de su historia el BCRA tuvo un pésimo desempeño, y la estrategia del Gobierno se asegura de que la inflación continúe aumentando. El gran problema es la falta de credibilidad. Cabe resaltar que Venezuela y Argentina son los únicos países de la región con problemas inflacionarios, ya que el resto obtiene un promedio de inflación alrededor del 4,6%. El único país más cercano a una inflación del 10% anual es Uruguay con 8,36% anual, pero su tendencia es a la baja.
El punto es que la inflación no es un problema regional —afecta solo a Argentina y Venezuela— y tampoco es culpa de la avaricia de los empresarios como sostiene el oficialismo, sino de malas políticas económicas. ¿Cómo reducir los niveles de inflación de manera sostenida y acercarse al pelotón sudamericano que obtiene una inflación inferior al 5%?
Si el problema es de confianza y credibilidad, son estos puntos los que hay que trabajar. El carácter de monopolio con que se maneja la política monetaria es el principal causante de estos. En otras palabras, lo ideal sería eliminar el curso forzoso de la moneda y que los contratos se puedan firmar libremente en la moneda que las personas deseen. Un monopolio legal, al carecer de competencia, por definición no posee los incentivos para realizar un trabajo eficiente. En cambio, si los contratos se pueden firmar y operar en otras monedas (dólares, libras, euros, reales, yenes, etc.), la moneda nacional se verá obligada a competir con otras para ser demandada y esto traerá un manejo más responsable de la política monetaria.
Lo ideal sería eliminar el curso forzoso de la moneda y que los contratos se puedan firmar libremente en la moneda que las personas deseen.
En caso que el Banco Central no realice una buena tarea, la moneda nacional sería reemplazada por otra que sí inspire confianza. Nos encontraríamos en una situación donde todos se benefician. En primer lugar, ante una buen desempeño del BCRA, la moneda nacional recobraría credibilidad y dejaría de perder valor; es decir, habría ausencia de inflación o un menor incremento del índice de precios.
En caso contrario, si el BCRA realizara un mal trabajo, las personas y los consumidores tendrían otras opciones para evitar perder su poder adquisitivo. Sea como sea, el ciudadano común gana. Obligar a las personas a ahorrar en una moneda que a lo largo de su historia acumuló una inflación del 4,8 billones por ciento, es un suicidio inducido. Lo peor de todo, es que los altos costos de vida terminan perjudicando con mayor fuerza a las personas de menores recursos. Si a la inflación se le suma el curso forzoso, entonces las personas se encuentran atadas de pies y manos para poder combatir su complicada situación y continuarán observando como su poder adquisitivo cae mes a mes.
Eliminar el curso forzoso implica abrir las puertas a otras oportunidades para resguardarse en caso de que la moneda nacional no funcione. Teniendo en cuenta nuestra historia, observamos que el Banco Central posee graves complicaciones para realizar su tarea correctamente, lo cual es un incentivo extra para generar opciones, y de ser posible, mejorar el Banco Central a través de la competencia.