Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
LA VOZ.- En 1891, el barón Maurice de Hirsch (foto) fundó la Jewish Colonization Association (Asociación de Colonización Judía, JCA, por sus siglas en inglés), la cual habría de conducir la inmigración de miles de personas desde el Imperio Ruso hacia la Argentina, estableciéndolas en colonias agrícolas. Los niños se educarían en las escuelas de las colonias, un hecho muchas veces olvidado.
Esta nota ilustra el accionar educativo de la JCA, en total consonancia con la visión que tenía Hirsch sobre la filantropía. Según él, la pobreza se originaba en la falta de educación y sólo la educación de las nuevas generaciones podría remediar esta desafortunada situación. Los testimonios de dos renombrados colonos ejemplificarán esta ideología.
El primero de ellos pertenece a Boris Garfunkel, quien emigró a la Argentina en 1891, residió durante 15 años en la colonia Mauricio y, luego de trasladarse a Buenos Aires, se convirtió en un ícono del empresariado argentino.
“A la administración de la JCA se le pueden censurar no pocas cosas, pero al mismo tiempo no faltan por cierto algunos motivos de alabanza. Entre estos últimos, está sin duda el modo en que se encaró la educación de los hijos de los colonos. Desde el principio la JCA se empeñó en proporcionarnos buenos maestros, tanto en lo concerniente a la educación judaica como en lo relativo a las materias de los grados de la instrucción primaria en vigencia”, dijo Garfunkel.
Comparemos esta visión con la de Iedidio Efron (padre de Blackie, aquella gran periodista), quien arribó a la Argentina de pequeño, se estableció en la colonia Barón Hirsch y fue nombrado el Sarmiento de la cultura judía por su prestigio de gran docente: “No se puede escribir la historia de la colonización judía en la Argentina sin rendir un merecido homenaje a la obra educacional desempeñada por las escuelas judías. Para sintetizar el interés demostrado por los dirigentes de la JCA en la educación de las colonias, bastará recordar las palabras de su inolvidable presidente Narcisse Leven que sirvieron de lema durante largos años a la Asociación: para las escuelas, no existen límites de presupuesto. Decenas de miles de niños judíos recibieron sus primeras letras en las escuelas de la JCA y centenares de intelectuales, profesionales y escritores de renombre se graduaron en las aulas de estos colegios”.
¿Cómo romper el círculo vicioso de la pobreza sin proveer capital humano y cómo generarlo sin educación? La pregunta es hoy tan relevante como lo fue en tiempos del barón de Hirsch.
Por ello, resulta oportuno cerrar esta nota cediéndole la última palabra, mediante una cita de 1889: “El más precioso don que se puede hacer al género humano consiste en poner a disposición de las nuevas generaciones los conocimientos necesarios para el desempeño de sus tareas futuras”.
De cara a la realidad educativa que enfrenta hoy nuestro país, es indispensable no olvidarlo.