Emilio Apud es ingeniero industrial, director de YPF y ex Secretario de Energía y Minería de la Nación. Integra el Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso.
CLARÍN.-
La caída del precio internacional del petróleo observa una variedad de causas y consecuencias. Dado que las segundas difieren sustancialmente si hablamos de nuestro país o del mundo, cuando llegue a ese punto bifurcaré el análisis.
Las causas de esta pronunciada y abrupta caída son múltiples y de índole diversa: geopolíticas, económicas, de mercado, especulativas, etc. Pero, básicamente actuó la ley de oferta y demanda que, nos guste o no, sigue rigiendo en el mundo capitalista que es donde se desarrollan las transacciones comerciales de la industria petrolera.
La demanda mundial bajó por la menor actividad económica en la Comunidad Europea, algo en China y por Estados Unidos en su carácter de gran importador petrolero a nivel mundial cuya demanda internacional o importaciones se redujo pero no debido a una caída en su actividad económica sino al impresionante aumento de su producción petrolera doméstica en base a yacimientos de esquistos, shales o no convencionales, como nuestra quimérica Vaca Muerta, que hizo crecer la producción de 4,7MBd a 8,9Mbd desde 2008. Claro que con incorporación masiva y sostenida de inversiones y tecnología. Esto hizo que el nivel de importaciones desde países de la OPEP, se redujera a más de la mitad, de 6MBd a 2.9MBd y esos volúmenes provenientes de países como Nigeria, Argelia y Angola tuvieran que re direccionarse hacia mercados como China y sudeste asiático, ya abastecidos por otros miembros de la misma OPEP, generando así una puja de precios hacia la baja.
A diferencia de lo ocurrido en otras oportunidades con caída de precios, esta vez los principales productores de la OPEP decidieron que el mercado actuara libremente y no bajaron su producción limitando a futuro a su principal competencia: los petróleos no convencionales en cabeza de EE. UU. y próximamente de Argentina, China y otros. Fue una decisión lógica y previsible de los grandes productores petroleros como Arabia Saudita, Emiratos, Kuwait, Qatar, etc., poseedores de los petróleos de la mejor calidad y costos mas bajos del mundo. Pero, como hay otros intereses además de los económicos y de mercado, es probable que esos productores morigeren sus condiciones para honrar la relación amistosa y de seguridad que mantienen con los Estados Unidos. Para entender esto basta recordar lo que ocurrió cuando Irak intentó invadir Kuwait.
A esos factores, hay que agregarles la reanudación de la oferta de Libia de yacimientos en manos rebeldes que al menos sirvió para reducir la incertidumbre de Irak con varias instalaciones en manos del grupo terrorista EI y a las ambiciones de Rusia en territorio croata. Las expectativas a futuro con economías a la baja en los BRICS y los niveles de reservas acumulados en Estados Unidos, completan la cuota de pesimismo en cuanto a la demanda futura y hacen su aporte a esta caída en los precios que no encuentra todavía un piso firme. Como se ve, pronosticar el comportamiento futuro del mercado petrolero es sumamente difícil dadas las múltiples variables en juego que generan incertidumbre y también volatilidad en los precios. Sino recordemos los saltos de los valores del barril ante inestabilidades políticas en productores como Irak, Irán, e incluso en Ucrania.
Pasemos ahora entonces a las consecuencias que esta situación de precios a nivel mundial. Se benefician los países importadores, que verán reactivarse sus economías al recibir parte de la renta que dejan de percibir las petroleras. Mientras que los grandes perdedores son los países exportadores de petróleo y con economías ineficientes y petróleo dependientes, caso Venezuela, Rusia, Irán, países que recién les cierran las cuentas con precios del barril por encima de los US$100. También los países con recursos de petróleos no convencionales, como el nuestro, o en el off shore como Brasil, con costos de producción que pueden tornar inviables su explotación con precios por debajo de los US$ 70 el barril. Otro sector afectado será el de las energías renovables que no resultarán rentables con estos precios y las políticas de uso eficiente para mitigar el cambio climático tendrán menos incentivos. Pero el saldo para la economía mundial en el corto y mediano plazo es positivo y además el crecimiento económico impulsará nuevamente la demanda de energía con el consecuente aumento de los precios petroleros.
En cuanto a la Argentina, salvo en la coyuntura, las consecuencias de valores bajos del petróleo son absolutamente negativas, porque tenemos un considerable potencial hidrocarburífero, pero con altos costos, hasta diez veces los de Arabia Saudita. Sin embargo, para el actual gobierno estos precios bajos son una bendición en su universo cortoplacista con horizonte en diciembre del año que viene. Son unos miles de millones que se ahorrará hasta entonces en concepto de las importaciones energéticas provocadas por el kirchnerismo, entre otras cosas, al haber desenganchado el precio local del internacional cuando este superó los US$ 130 el barril, fijándolo irresponsablemente en US$ 43, iniciando así un proceso de desinversión con caída de la producción local que nos condujo a la perdida de autoabastecimiento en 2011 y a una importación que el año pasado superó los US$ 12500 millones.
El Gobierno transfirió renta del sector petrolero a nosotros los consumidores y ahora nos lo obliga a devolverla con creces a través de combustibles con precio de los más caros del mundo, de inflación y de cepo cambiario. Lo positivo que deja esta experiencia es la evidencia que el populismo es pan para unos pocos hoy y hambre para muchos mañana.