Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
PANAMPOST.- A medida que se acerca el fin de ciclo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, comienza a estar cada vez más presente en agenda, la herencia que dejará este Gobierno. Los problemas para el próximo Gobierno son muchos y de todos los colores: inflación, cepo cambiario, conflicto con los holdouts, un pobre nivel de reservas, crisis energética, problemas de educación, inseguridad, corrupción, etc.
Sin embargo, si nos concentramos en el primer problema mencionado (inflación) veremos que, la mayoría, está obviando el punto esencial del problema. Muchos analistas estudian la evolución del índice general de precios al consumidor y alertan que está en niveles elevados, como por ejemplo 30 o 35%. Destacan que es prioridad del próximo Gobierno disminuir el índice general de precios.
Si uno compara este nivel de inflación con el de la región, la conclusión obvia será que la situación es crítica ya que solo Venezuela posee una evolución de los precios mayor a la nuestra en la región. Sin embargo, no es el punto más grave de la cuestión. Si por ejemplo, se duplicaran el índice de precios y se duplicaran los salarios, en el fondo no se estaría perdiendo poder adquisitivo ya que los consumidores podrían seguir comprando la misma cantidad de bienes. De hecho, por un tiempo largo, en Argentina, a pesar de la elevada inflación, la evolución de los salarios era de igual o mayor magnitud; situación que ya no ocurre hoy en día.
El problema es mucho más complicado que la magnitud del incremento de los precios. El problema más alarmante es la alteración de los precios relativos, que confunde tanto a consumidores como a empresarios. Por definición, la economía es una ciencia social que analiza cómo distribuir los siempre escasos recursos ante infinitas necesidades. Como los recursos son escasos, el hombre se ve obligado a elegir para satisfacer sus necesidades más urgentes. En otras palabras, la acción humana hace que las personas tomen decisiones para pasar de una situación menos satisfactoria a otra más satisfactoria.
Pero, ¿cómo deciden las personas qué acciones tomar ante tanta información en el mundo? Pues bien, se guían por los precios relativos. Éstos actúan como una señal tanto para consumidores y empresarios para mostrarnos que productos están siendo demandados y cuáles no. En aquellos productos más demandados, se observará una tendencia a que el precio se incremente, alterando así los precios relativos y mostrando que ese bien o servicio es más demandado que otros.
De esta manera, y retomando la herencia de la inflación que deja el actual Gobierno, el problema al imprimir billetes y emitirlos no es solo que los precios suban, sino que se alteran los precios relativos, enviando señales erróneas a la población.
Veamos un ejemplo. Supongamos que el Gobierno inyecta AR$100.000 en la economía vía emisión monetaria. Este dinero no impacta por igual a todas las personas. En primer lugar, le llegará a algunas personas y luego, más tarde, a otras. Aquellos que reciban el dinero en primera instancia se verán beneficiados porque contarán con más dinero y podrán comprar más bienes. Esto hará que los precios de los bienes consumidos por estas personas con dinero emitido se incrementen, alterando los precios relativos.
Luego, cuando el dinero circule y llegue a otras manos, estas tendrán ese dinero extra, pero los precios de los bienes consumidos ya se habrán incrementado. Por supuesto, los últimos en recibir este dinero extra serán los más perjudicados, por el simple hecho de encontrarse al final del proceso.
Además, el que se incrementen los precios de aquellos bienes que fueron consumidos por las personas que recibieron primero el dinero extra emitido envía una falsa señal a los empresarios acerca de la demanda de su producto. Si, por ejemplo, el dinero emitido es consumido en comprar camisas por las personas que reciben el dinero en primera instancia, estos harán creer a los productores de camisas que se están demandando más camisas, cuando en realidad no es así. “Guiados” por esta falsa señal corren el riesgo de incrementar los precios y perjudicar su negocio, ya que en realidad no hay un incremento significativo en la demanda del bien que vendían.
Es esta alteración de precios relativos lo verdaderamente grave de la situación argentina, más allá del elevado índice general de precios. Éste último, casualmente al ser general, no nos permite estudiar qué bienes están siendo demandados por la economía y cuáles no. Es importante concentrarse más en el desagregado que en el índice general de inflación.
La emisión en Argentina fue de tal magnitud (llegando a un crecimiento del 40% interanual hace unos años), que continuamente se alteraban los precios relativos, dejando totalmente ciegos a consumidores y empresarios. El desafío del próximo Gobierno es no continuar distorsionando aún más los precios relativos. Éstos deben depender de las operaciones en un mercado libre, enviando las señales correctas a los consumidores y empresarios para que no erren en sus decisiones.