Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
FORTUNA.- En el reciente encuentro del Foro Económico Mundial para América Latina (World Economic Forum) realizado en México, con la presencia de 700 empresarios, académicos, funcionarios, tres presidentes y un premio Nobel, quedó claro que existe una profunda división en Latinoamérica.
Un primer grupo de países está abierto al mundo e intenta cerrar la brecha con los países más ricos y desarrollados del planeta. Allí, encontramos al anfitrión, México, que desde hace 21 años integra el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá (o TLCAN como se conoce allí). La progresiva integración con la América del Norte le permitió multiplicar por 7 sus exportaciones y diversificarlas al punto tal que hoy tres cuartas partes se componen de manufacturas. Como ejemplo, el mes de abril sus exportaciones de autos aumentaron un 22% interanual. México no se quedó solo con el TLCAN, sino que hace tres años consolidó la Alianza del Pacífico con Chile, Colombia y Perú. Estos países comercian con 0% de arancel en el 93% de los productos y tienen un cronograma para ir reduciendo el resto de las tarifas. También se habló mucho del avance del tratado sobre inversiones, comercio y regulaciones expandido hacia el Pacífico, a través de la Alianza Transpacífica (conocida por su sigla en inglés TPP), que se amplía a 12 países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, EE.UU, y Vietnam.
También integran este grupo varios países del Caribe y Colombia, este último, aunque todavía no termina de solucionar el problema con la narco-guerrilla.
Estos países están comprometidos a cerrar la brecha que existe entre los países más desarrollados y los nuestros. Así se vio, que no todos fueron logros. El TLCAN sirvió para que México reduzca demasiado lentamente la brecha que lo distancia de los EE.UU.. Para explicar la demora se mencionaron aspectos que faltan mejorar, como la libre movilidad de las personas (el muro que falta derribar), y de los capitales. Muchos destacaron el logro de haber superado en casi todos los países los golpes militares y la profundización de la democracia, pero inmediatamente agregaban la necesidad de profundizar las reformas estructurales que empezaron en los 90. El presidente de México, Peña Nieto, describió su programa de 11 reformas estructurales que está en marcha y que destacaron varios de sus ministros, aunque algunos opositores mencionan que todavía les falta mucho para mejorar aún a nivel de las instituciones. Y en ese y otros sentidos, varios oradores destacaron a Chile, y no a México, como el modelo a seguir (a pesar de la crisis política coyuntural por la que atraviesa la presidente Michel Bachelet).
En cuanto a las reformas estructurales necesarias, los paneles más inspiradores fueron los que se dedicaron al tema de la educación y la brecha de habilidades entre los países más desarrollados y los latinoamericanos. Por ejemplo, China produce 600.000 nuevos ingenieros y científicos cada año, frente a unos 100.000 de México, y apenas 30.000 en Brasil.
En ese sentido, se debatió la mejor manera de acelerar la capacitación y la educación en los países latinoamericanos. Se sostuvo que como decía Mandela “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Y se presentaron diversas propuestas para mejorar los sistemas educativos. La reforma mexicana que establece los nuevos objetivos: “Aprender a aprender; aprender a convivir; y aprender a hacer”. Otro tema muy destacado fue la cooperación público-privada en la educación: profesionales egresados de universidades privadas que enseñan en escuelas Charter (Teach for America); o la alianza con empresas para mejorar la educación y hacerla más efectiva para un futuro donde la mayor parte de los trabajos hoy todavía no existen.
El segundo grupo en Latinoamérica, que contrasta fuertemente con el primero, está integrado por países que pretenden cerrarse sobre sí mismos y que tienen un dramático problema institucional. Países como Cuba, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Brasil. En este grupo el principal problema no es de izquierdas o derechas sino que todavía se debaten entre populismo proteccionista y estatista versus Instituciones Republicanas. Así, está representado por el conflictivo Mercosur, con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay y a dónde se sumó Venezuela. Es sintomático, que los países del primer grupo todavía crecen, a pesar del impacto de la caída de los commodities; mientras que en este segundo grupo Venezuela tiene una muy fuerte recesión y tiene la más alta inflación del mundo, Argentina tiene la segunda inflación más alta del mundo y también está en recesión, y Brasil también está en recesión y con inflación en ascenso, aunque en menor grado. Y los tres países tienen una gran crisis de corrupción. Uruguay y Paraguay están atrapados en este paquete, aunque seguramente deseosos de que el Mercosur cambie de estrategia y busque integrarse al mundo.
En este contexto cabe destacar que el índice de Calidad Institucional (elaborado por Martín Krause para Libertad y Progreso, con apoyo de la Fundación Friedrich Naumann y Relial) refleja acabadamente el deterioro enorme de las instituciones de este segundo grupo de países, sobre una muestra de 193. Allí, Venezuela y Cuba se ubican entre las últimas posiciones en cuanto a calidad institucional, 184 y 173 respectivamente; mientras que Argentina está en el puesto 137, siendo el país que más cayó en la última década (56 posiciones). En cambio, Chile se encuentra estable en el puesto 22, muy cerca de EE.UU. y Canadá; Uruguay algo más abajo en el puesto 43. Brasil y México están en una posición intermedia 96 y 88 respectivamente.
Más allá de esto hay dos hechos positivos. Primero Argentina está en un proceso electoral que va a terminar el año con un nuevo presidente, que será más moderado y amigable que la presidente saliente; y en el caso de que sea Mauricio Macri, será una enorme oportunidad de cambio. El segundo hecho positivo, es el nuevo equipo económico de Brasil ya ha tomado la decisión de volver a la cordura, recuperar la macroeconómía, y además, se ha comprometido a integrarse al mundo, comenzando posiblemente con un Acuerdo de Libre Comercio con Europa, que si bien requiere el acuerdo de Argentina (por el Mercosur), confían en que esto será posible con el próximo gobierno.
(*) El autor es Director General de Libertad y Progreso y participó en el panel de “Latinoamérica Today”, en el Foro Económico y Mundial, gracias al apoyo de la Fundación Naumann y Relial.