Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
Si algo nos queda claro del actual proceso electoral es que una significativa mayoría de la sociedad desea cambiar algunas cosas, pero mantener otras. Seguramente el discurso de los candidatos en busca de los votantes que inclinen la balanza en la segunda vuelta respaldará esta hipótesis, reportada por El Cronista Comercial el pasado 21 de septiembre al describir los resultados de una encuesta llevada a cabo por la consultora Poliarquía.
Este hecho, lejos de ser una característica negativa, es un motivo para ilusionarse. En octubre de 2010 publiqué en esta misma sección una nota titulada: “¿Volver a empezar, hasta cuándo?” la cual cuestionaba el pretender una y otra vez comenzar de cero, afirmando que todo lo realizado en el pasado estaba mal, tal como lo proclamó consistentemente el actual Gobierno y el costo que ello implicó para nuestra sociedad.
¿Cuándo asociamos en nuestra vida cotidiana el resultado de nuestras acciones con nuestra propia responsabilidad y no con la de otros? ¿Cuándo aceptamos que nuestros hijos han sido aplazados porque no estudiaron y no por culpa del otro, de la injusta maestra que el azar les ha deparado? ¿Cuándo admitimos que nuestro equipo preferido ha sido derrotado por su pobre desempeño y no por culpa del otro, del réferi inepto o corrupto, según le resulte más satisfactorio a nuestro imaginario? ¿Cuándo? Nos hemos convertido en una sociedad de otros y este hecho no es gratuito.
¿Quiénes son los otros en términos políticos? Los anteriores gobiernos, sin duda alguna. La primera frase que nos acostumbramos a escuchar de un presidente en su discurso inaugural es la tremenda realidad que enfrenta, todo se ha hecho mal, su principal tarea será corregirlo, reconstruir la Nación y llevar a la justicia a los supuestos responsables. Volver a empezar, para esta vez sí salir adelante. ¿No hemos escuchado frases como esta una y otra vez? ¿Podemos tener tan mala fortuna que nunca un Gobierno haya hecho algo bien? Sencillamente es imposible.
Esta realidad es distante no tan sólo de los países del primer mundo sino también, por ejemplo, de Chile y Uruguay, donde un gobierno construye a partir de donde culminó el anterior. Por supuesto, diferenciándose de su predecesor, realizando cambios de políticas, a veces profundos, pero no afirmando que absolutamente todo lo realizado está mal y que el rol de su gobierno será retrotraerlo a foja cero.
Volver a empezar una y otra vez. ¿No es acaso la imagen de nuestro país? ¿Qué peor castigo? Realmente es digno de una tragedia griega.
Por ello, el actual proceso electoral en el cual la mayor parte de la sociedad desea un cambio, pero también mantener aquellas cosas que percibe como correctas, lejos de ser negativo es auspicioso. Es un rompimiento con nuestra historia cercana, es aspirar a que nunca más tengamos un presidente que afirme que todo lo realizado por sus antecesores está mal y que pretenda que la historia de nuestro país comience a reescribirse a partir del día de su asunción.