Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
El presidente Mauricio Macri declaró a fines de julio pasado que “la gente tiene que estar tranquila porque todo el que tenga un plan lo va a seguir teniendo”. En realidad esta no era la primera vez que abordaba el tema. Macri pronunció una declaración similar en octubre de 2014, cuando aún no había comenzado el actual proceso electoral: “El que tiene un plan lo va a seguir teniendo, no tengan miedo”, señalaba frente a la estrategia del gobierno que ya intentaba asustar a la población frente a la posibilidad de un cambio.
A principios de abril publiqué en estas mismas páginas una nota titulada: “Planes sociales: ¿Para qué sirvieron?” La motivaban los datos aportados por Daniel Arroyo, viceministro de Desarrollo Social de Néstor Kirchner, según los cuales 8 millones de personas recibían algún tipo de plan social.
Muchos de los planes deben ser mantenidos, de eso no hay duda, pero como subrayé en dicha nota, citando la opinión de Juan Pablo II en una alocución de 1987: “El trabajo estable y justamente remunerado posee, más que ningún otro subsidio, la posibilidad intrínseca de revertir aquel proceso circular que habéis llamado repetición de la pobreza y de la marginalidad”.
¿Cómo incentivar a los beneficiarios de los planes a reinsertarse en la sociedad? El mismo Juan Pablo lo sugiere en aquella exposición al advertir que “esta posibilidad se realiza sólo si el trabajador alcanza cierto grado de educación, cultura y capacitación laboral”.
Este es nuestro problema. Muchos beneficiarios no cuentan con capital humano para insertarse exitosamente en la sociedad, por más que se otorguen incentivos fiscales o previsionales a las empresas dispuestas a contratarlos. Considero al sistema de educación dual alemán como una forma ideal de capacitarlos, a la vez que les provee incentivos para incorporarse a la sociedad productiva.
¿En qué consiste el sistema dual? Sintéticamente, combina clases en una institución educativa con entrenamiento en una empresa. En Alemania existen alrededor de 350 profesiones con una duración de 2 a 3,5 años. Conforme va transcurriendo el proceso de aprendizaje, el estudiante incrementa el tiempo de entrenamiento en la empresa y reduce el tiempo de aprendizaje en la institución educativa, logrando de esa forma incorporarse, provisto de capital humano, al proceso productivo. Usualmente los participantes perciben durante este período un salario próximo a un tercio del que percibe un trabajador al inicio de su vida laboral. Por supuesto las empresas participantes cuentan con incentivos financieros del gobierno alemán.
¿Por qué no pensar en una adaptación del sistema dual adecuada a nuestra realidad para incentivar a beneficiarios de planes sociales, ya no tan sólo a incorporarse a la sociedad productiva, como se podría lograr mediante incentivos fiscales y previsionales para las empresas contratantes, sino para que también adquieran el capital humano que les permita acceder a otra calidad de vida? Creo que vale la pena evaluarlo.