Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
PERFIL – A fines de noviembre pasado, Daniel Arroyo, ex secretario de Políticas Sociales de la Nación y ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, publicó en este mismo espacio una nota en la que reportaba que durante todo el período de la administración kirchnerista el número de personas entre 18 y 24 años que no tenían una actividad regular ni se educaban no disminuyó. Los comúnmente denominados “ni ni”, por su marginación del sistema educativo y el mercado de trabajo, ascienden a un millón y medio de jóvenes, número similar a hace una década.
Señala Arroyo que “es necesaria una reforma que revise los objetivos de la escuela secundaria y los vincule con los sectores productivos y los intereses de jóvenes que incorporan muy rápido las nuevas tecnologías” y una de las posibles acciones que considera recomendables es el sistema dual en la escuela secundaria. En sus palabras, “existe un abismo entre la escuela y el trabajo. De hecho, gran parte de los jóvenes desocupados tienen secundaria completa. Para achicar esa brecha, la idea es ir al sistema dual (en los últimos años, un joven está en la escuela y además hace pasantías o capacitaciones específicas) de modo que vaya empalmando estudio y trabajo”. Esta nota profundiza dicha propuesta.
En el llamado sistema de educación dual, originario de Alemania, los estudiantes pasan una cantidad importante de tiempo en el lugar de trabajo, aún antes de que se gradúen en la escuela secundaria. Luego, muchos estudiantes ingresan directamente a puestos de trabajo en las empresas en las que realizaron las pasantías. El resultado de ello es que se incorporan a la empresa no sólo con los conocimientos técnicos específicos necesarios, sino también conociendo la cultura organizacional de la misma y habiendo adquirido las habilidades sociales necesarias para desenvolverse exitosamente en dicho ámbito.
Veamos un ejemplo de esta estrategia educacional. El pasado 22 de noviembre, la revista Forbes publicó una nota titulada “¿Por qué el estilo de educación alemana está llegando a América?” La misma se basa en testimonios de Terri Bonoff, miembro del Senado del Estado de Minnesota, quien propuso una legislación inspirada en el sistema dual alemán para ayudar a solucionar la falta de conexión entre las calificaciones de los jóvenes y las necesidades de las empresas. La legislación, usualmente denominada Minnesota Pipeline (por las siglas en inglés de inversión privada, educación pública y experiencia laboral e industrial) fue aprobada por la Legislatura del Estado en 2014. A partir de la misma, las empresas crean puestos de aprendices y les pagan un salario, mientras que el Estado provee los fondos para la educación de tales jóvenes.
Como bien señala la senadora Bonoff, “para comenzar, se requiere que todas las partes – la industria, las instituciones educativas y la Cámara de Comercio– se reúnan para determinar cómo podríamos aprender del modelo de educación dual para desarrollar un enfoque que nos sea de
utilidad” y agrega: “Anteriormente los empleadores y los proveedores de educación no se comunicaban. Cada uno necesita comprender la perspectiva del otro”.
Retornando a nuestro país, es hora de enfrentar el hecho de que un millón y medio de jóvenes entre 18 y 24 años ni estudian ni trabajan regularmente. Una estrategia de educación dual adaptada a nuestra realidad puede ser el vehículo para generar los incentivos adecuados que modifiquen esta triste realidad. Vale la pena considerarlo.