Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.
Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.
Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.
Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.
En vez de hacer proyecciones para el 2016, prefiero a principios de año citar verdades eternas pronunciadas por destacados personajes. Pues como dijo Lao Tse en el siglo VI a.C.: “Quienes tienen conocimiento, no predicen. Quienes predicen, no tienen conocimiento”. (En mi caso, ni pronostico, ni tengo acceso a información privilegiada).
Este es un año electoral, por lo que los políticos —esa “élite que logra la mediocridad por el bien común”, según George Will— intentan con cierto éxito hacernos creer en las maravillas de sus promesas (proyecciones) y de la democracia. Vale la pena entonces recordar las palabras del escritor H.L. Mencken: “La democracia es la teoría de que la gente común sabe lo que desea, y que merece que se lo den, puro y duro”.
No es injusta ni clasista esa aseveración. Lord Acton lo tenía claro: “El peligro no es que una clase en particular no sea apta para gobernar. Ninguna clase la es”. Se refería al viejo reto de limitar el poder de quienes gobiernan, sean quienes sean. Un aspecto de la defectuosa institucionalidad que aflige a la región lo describió Juan Bautista Alberdi en el siglo XIX: “Con un derecho constitucional republicano y un derecho administrativo colonial y monárquico, la América del Sur arrebata por un lado lo que promete por otro: la libertad en la superficie y la esclavitud en el fondo”.
Sigue viva la burocracia asfixiante, que es una forma del poder concentrado. No recortarla es seguir alentando la informalidad por un lado y el favoritismo por el otro lado. Y debilita el Estado de derecho. Como decía Frédéric Bastiat: “Cuando la ley y la moral se contradicen, el ciudadano se encuentra ante la cruel alternativa de perder la noción de moral o perder el respeto a la ley”.
La mayor expresión del poder no limitado en la región es Cuba —“único país del mundo en el que es más fácil cambiar de sexo que de partido político”, según Carlos Alberto Montaner— seguido por las variantes populistas. En todas esas seudo o cuasidemocracias los políticos pudieron usar abstracciones como “el pueblo” para acumular el poder, y así corromper democracias auténticas.
Cicerón decía que “el imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un solo hombre y esta tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre del pueblo”. Pero ya hemos visto los casos venezolano y el argentino que el populismo ya no es popular ahora que terminó la bonanza de materias primas y se tiene que pagar por años de políticas irresponsables. Confirma la observación del premio Nobel Ronald Coase: “La demanda de tonterías parece estar sujeta a la ley universal de la demanda: demandamos menos de estas cuando el precio es más alto”.
Las experiencias desgraciadas de los regímenes populistas son relevantes para todo país. Y muestran una vez más que el economista Peter Bauer tenía razón cuando decía: “La prosperidad a largo plazo le debe poco o nada a los recursos naturales […]. La pobreza o las riquezas y las satisfacciones personales y sociales dependen del hombre, su cultura, y de su marco institucional”. No sé si estas viejas sabidurías sueltas nos guíen mejor en el 2016 que en años anteriores, pero suelen ser más confiables que las predicciones.