Es una gran noticia que artistas como Fito Páez, La Mancha de Rolando, Pablo Echarri y Nancy Duplaá (íconos de la cultura K) vuelvan al ruedo en el mercado privado haciendo recitales y estrenando miniseries en canales, teatros y recintos privados…
Es una gran noticia que artistas como Fito Páez, La Mancha de Rolando, Pablo Echarri y Nancy Duplaá (íconos de la cultura K) vuelvan al ruedo en el mercado privado haciendo recitales y estrenando miniseries en canales, teatros y recintos privados.
Vuelven al lugar que los vio nacer y brillar. El escenario, donde están solos frente a un público que paga por verlos y escucharlos. Allí se vieron en la obligación de mostrar su arte y exprimir su creatividad. Desarrollaron sus dotes artísticos para enamorar a un público que sólo a cambio de ello entregaron sus pesos para adquirir los respectivos tickets.
Durante doce años de subsidio despilfarrador, dichos artistas prefirieron refugiarse al amparo del Estado, actuando para y por el Gobierno que actuó como único demandante de sus servicios. No cabe en estas líneas abrir un juicio de valor sobre dicha actitud.
Se dieron cuenta que maximizaban utilidades seduciendo a un Gobierno dispuesto a pagar los millones que son muy difíciles de conseguir en el mercado privado.
Si esa actitud es moral o inmoral hoy no es relevante. El punto es que la sociedad avaló y votó a un gobierno que no tuvo escrúpulos en destinar millones de pesos durante doce años en financiar artistas con afinidad ideológica.
El mercado es diferente. En el mercado privado los consumidores no se fijan ni cuestionan las preferencias políticas, religiosas, sexuales, futboleras de los oferentes. No sabemos si el dueño de una empresa proveedora de gaseosas es gay, heterosexual, comunista, capitalista, judío, católico, agnóstico, ateo, hincha del Chelsea, el Bayer Leverkusen o de Victoriano Arenas.
Obviamente que un consumidor puede incorporar a su curva de decisiones valoraciones morales respecto al vendedor. De hecho lo hace con campañas o decisiones personales. Eso formará parte del análisis costo beneficio del sujeto actuante.
Pero por lo general la relación cliente – vendedor en un mercado privado es bien simple. Quien compra valora más el producto (o servicio) que los pesos que entrega a cambio. Quien vende, exactamente al revés. Ambos hacen la operación porque los satisfacen. Ganaron con el intercambio. Es suma positiva. Después de la transacción hay más valor que antes. Ambos están contentos.
Carece por tanto de sentido organizar boicots a las obras de los artistas K. Disfrutemos su arte. Si prefirieron venderle a un Gobierno antes que al mercado fue una opción de ellos.
El punto relevante no es castigar a quienes demandaron privilegios sino fundamentalmente a quienes los ofrecieron. La sociedad deberá reflexionar por qué otorgó tanto poder de compra y tanta discrecionalidad a un gobierno inescrupuloso durante doce años.
Es de esperar que dichos artistas vuelvan a apelar a su creatividad bloqueada en los últimos doce años donde tuvieron un solo cliente que les pagó no por su talento sino por su ideología. Es de esperar que Fito Paéz produzca un nuevo éxito dado que el último es el disco “Abre” de 1998. La Mancha de Rolando produjo su último hit en 2004. (“Arde la Ciudad”).
Bienvenidos al mercado, los estábamos esperando.