Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
No soy un apocalíptico, un libertario fuera de la historia o un cruzado. Las primeras medidas del gobierno de Macri a nivel macro han sido comprensibles. Cristina la psicópata vació intencionalmente lo poco que quedaba de reservas precisamente para que se enfrentara con un problema social insoluble. El equipo de Macri se adelanta a esta maquiavélica jugada y pide empréstitos que permiten afrontar pagos y deudas pendientes y liberar el tipo de cambio, al menos según el paradigma de que necesitaban un banco central con reservas para hacerlo. Ok. Comprensible.
Pero me parece que este gobierno está convencido de que el estado tiene un rol fundamental en el desarrollo. Ok, ya no es para la Cámpora, para la propaganda kirchnerista, para persecusión ideológica ni para robos y asesinatos. Excelente, un giro de 180 grados. Pero es un estado para infraestructura, para empresas eficientes, para organismos de control honestos y probos.
¿Y cómo se financia todo ello? Macri no puede escapar a la terrible, no santísima, trinidad: inflación, impuestos o deuda externa. Parece que no están dispuestos a aumentar los dos primeros, luego queda la tercera, y la última reunión de Davos así parece confirmarlo.
¿Pero con qué se financia la deuda externa a largo plazo? Con inflación o con impuestos. Es un círculo vicioso inexorable. Luego, si no reduce a mediano y largo plazo el gasto público, tendrán que seguirse endeudando, hasta que la deuda produzca situaciones de default real, técnico o marciano, no importa: y entonces el peso de depreciará nuevamente, el dólar subirá, las reservas se acabarán, y si sigue Pray Gay en el gobierno, el que comparó al mercado con la ley de la selva, él mismo se verá obligado a reinstalar el cepo cual eterno retorno nietzcscheanomacroeconómico.
Ya sé todo lo que me van a decir los macristas. Que no sé nada de estas cosas, que soy sólo un filósofo que por leer a Mises se cree que puede dar consejos, que déjenlo gobernar, que recién comenzó, etc. Pero en los primeros años de Menem también todo era color de rosa y muchos liberales nos mandaban al cuerno cuando explicábamos lo mismo. En realidad la audiencia de este artículo no son los funcionarios macristas, tengo bien en cuenta que soy nadie para ellos. La audiencia son todos los futuros argentinos que dentro de 8 o 9 años, Dios no lo quiera, estén protestando contra “el neoliberalismo de Macri” y sus consecuencias. A ellos, de buen modo, por supuesto, les enrostraré este artículo infnitas veces, cuantas haga falta. Pero no será un triunfo de mi parte; será, nuevamente, una derrota para absolutamente todos.