Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Queremos comprar un departamento y nos piden dólares. Caminamos por el microcentro y escuchamos voces que dicen “cambio, cambio”. Nos ofrecen dólares. Leemos los diarios, encendemos el televisor, el dólar aparece por todos lados.
¿Estamos los argentinos locos por el dólar? Algunos analistas, al ver esta situación, no hacen más que concluir esto. Algunos funcionarios, por su parte, han intentado declararle la guerra sin cuartel al billete verde, pero siempre terminaron perdiendo miserablemente.
La cuestión igualmente pasa por comprender bien de qué se trata esta devoción argentina por la moneda yanqui, y porque entendamos bien su dinámica para mejorar la administración de nuestras propias finanzas personales.
Así que empecemos por el principio. El dólar es la moneda oficial de los Estados Unidos, ese país del norte de América que cuenta con más de 300 millones de personas y es la primera economía del mundo. Como tal, en los Estados Unidos cumple con las tres funciones principales del dinero, que son preservar su valor, servir como unidad de cuenta y hacer las veces de medio de intercambio.
Que el dólar sea un medio de intercambio quiere decir que nos sirve para comprar bienes y servicios en el mercado. Si una persona ingresa en una estación de servicio en Nueva York, seguramente podrá llevarse su nafta si previamente entregó dólares a cambio, y no otra cosa.
Que sea unidad de cuenta quiere decir que se usa el dólar para medir lo que valen las cosas. En el país del norte todo lo que se puede comprar y vender está definido en dólares. Un corte de pelo costará 30 dólares, mientras que un auto cero kilómetro puede costar 10.000.
Por último está su función como fuente de reserva de valor. ¿Qué quiere decir esto? Que al tener dinero en nuestro bolsillo podemos consumir en el presente, o bien hacerlo en el futuro sin sufrir pérdidas.
Veamos cómo funciona. Si yo hoy tengo 10.000 dólares en el bolsillo, podría comprar el automóvil del ejemplo anterior. Si tengo ese mismo dinero en un año, y puedo comprar el mismo automóvil, eso querrá decir que los dólares preservaron su valor. Es decir, mantuvieron su poder de compra.
Esta última función es la que presenta especial interés para nosotros los argentinos. Es que, como podrán intuir, si uno guarda 10.000 pesos en el bolsillo, hoy podrá comprar una cantidad determinada de bienes (no un auto, desde luego), pero no podrá hacerlo el año que viene.
Esto, a causa dela inflación, que destruye el poder de compra de nuestro dinero y hace que nuestros pesos no sirvan como “reserva de valor”.
Es por esto, y no por una cuestión cultural o una reacción pasional, que los argentinos ahorramos –y muchas veces, también pensamos- en dólares.
Hace unas semanas les contaba a los suscriptores de El Diario del Lunes sobre nuestra triste historia monetaria:
“Argentina destruyó 5 signos monetarios diferentes si consideramos el Peso Moneda Nacional (que prevaleció desde 1881 a 1969), el Peso Ley 18.188 (1970-1983), el Peso Argentino (1983-1985), el Austral (1985-1992), y, desde ese entonces el Peso que dura hasta hoy y que se devaluó profundamente desde la salida de la convertibilidad.
A lo largo de toda esta historia, y si hoy siguiésemos usando Pesos Moneda Nacional, para comprar un dólar se necesitaría la estrafalaria suma de m$n 140 billones. Es decir, m$n 140.000.000.000.000; 140 seguido de doce ceros.”
Es evidente que ante semejante desastre aparecerá la opción de comprar dólares como una alternativa para preservar nuestros ahorros y medir el valor de las cosas.
¿Qué pasa en la actualidad?
Hoy el dólar sigue siendo una variable de fundamental importancia. Sin embargo, hemos pasado de un sistema en donde el gobierno controlaba artificialmente su precio (el famoso “cepo cambiario”), a uno donde éste flota libremente.
Que el dólar “flote” quiere decir que su precio dependerá del libre juego de la oferta y la demanda y que, a veces, puede subir, pero también a veces puede bajar. Eso es lo que estuvo pasando en los últimos meses.
Sin embargo, como todos los bienes de la economía, el valor del dólar también tiende a subir cuando hay inflación. No es que suba el dólar, sino que el valor de nuestra moneda, el peso, cae frente a todo lo que se puede comprar en el país. Obviamente, entre esas cosas que podemos comprar están las monedas extranjeras y, también, el célebre billete verde.
¿Qué hacer entonces con el dólar? Como también le digo a mis suscriptores en El Diario del Lunes, ahorrar en dólares no es una manera de volverse rico o hacer un pingüe negocio, pero necesariamente es una forma de preservar nuestro capital en el largo plazo, al menos si vivimos en Argentina.
Así que en función de esto, tienes que saber que siempre es bueno dedicar, al menos una parte de tus ingresos, a generar un ahorro.
Y siempre que puedas hacer esto, te recomiendo que algo de ese ahorro sea en “moneda dura”. De lo contrario, serás una víctima más de nuestros políticos y su incesante pasión por la inflación.