Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
La suba de los impuestos internos a los cigarrillos puede enseñarnos una lección sobre el resto de los impuestos que agobian a la economía.
Está muy claro que a nadie le gusta pagar impuestos. De hecho, si el pago fuera voluntario y motivo de alegría, éstos no se llamarían “impuestos”, sino “contribuciones voluntarias”, o “precio por los servicios públicos”. Sin embargo, su nombre refleja su naturaleza coercitiva: si los impuestos no se pagan, el estado nos impondrá sanciones.
En este sentido, es lógico que a la gente no le guste pagar impuestos y que cada noticia que implique un aumento de éstos la ponga de mal humor.
Ahora la lógica inversa no aplica del todo. Uno podría pensar que, contrario a lo que les sucede a los contribuyentes, el estado sí celebra cada vez que sube los impuestos. En definitiva, una suba impositiva le dará al gobierno más dinero para gastar y esto le significará mayor poder y capacidad para llevar a cabo sus promesas de campaña.
Sin embargo, esto no siempre se cumple. En 1974, durante una reunión del equipo económico del gobierno de los Estados Unidos, Arthur Laffer, Doctor en economía por la Universidad de Stanford, les explicó a Dick Cheney y Donald Rumsfeld que había un punto después del cual, un aumento de los impuestos no lograba incrementar la recaudación.
El punto es bastante sencillo de comprender. Evidentemente si el gobierno cobra una tasa de 0% de impuestos sobre una actividad determinada, no recaudará un solo peso por dicho gravamen. Ahora bien, si cobrara 100%, el resultado sería el mismo, ya que dicha actividad dejaría de existir, o bien pasaría a la ilegalidad, evadiendo el pago de los impuestos en cuestión. Es claro que en algún punto en el medio de 0% y 100% hay una tasa impositiva que hace máxima la recaudación y que, superado tal punto, ésta comienza a descender.
Un ejemplo de esta teoría acabamos de vivir en nuestro país. El 29 de abril el gobierno anunció el aumento de los impuestos internos a los cigarrillos, que pasaban del 60% al 75%. El objetivo de la medida, según el comunicado oficial, fue el de “dotar con más recursos a las provincias”. Es decir, incrementar la recaudación tributaria.
Sin embargo, la curva de Laffer se hizo presente.
Según el diario El Cronista, el incremento impositivo generó un aumento de los precios de venta al público del 60% en los cigarrillos. En un intento por no perder rentabilidad, los comerciantes intentaron trasladar la suba tributaria al consumidor final. Sin embargo, los fumadores reaccionaron restringiendo su consumo y las ventas se derrumbaron un 50% luego de la aprobación de la medida.
Con estas cifras en mente, podemos hacer un ejercicio para mostrar cómo se cumplió al pie de la letra la teoría popularizada por Laffer.
Para hacer números redondos, podemos suponer que antes de la medida se vendían 10 cajas de cigarrillos a 100 pesos cada una. El total de ventas era de $ 1.000.
Luego del aumento de los cigarrillos pasaron a costar $ 160 (60% de aumento), pero se vendieron solo 5 unidades (caída de 50% de las ventas). El total de ventas pasó a ser de $ 800.
Ahora bien, al principio el gobierno se llevaba el 60% de todo lo vendido, mientras que a partir del aumento de los impuestos internos comenzó a llevarse el 75%. Si aplicamos esos porcentajes a los totales vendidos en pesos, llegamos a la conclusión que el aumento de impuestos no incrementó la recaudación. En el primer caso, el gobierno se llevó $ 600 (60%*$1000), mientras que en el segundo, recaudó los mismos $ 600 (75% * $ 800), aunque con una caída del consumo y de las ventas.
Si bien el caso de los cigarrillos es especial porque se argumenta que su consumo es nocivo para la salud, podemos llevar el ejemplo a otras áreas de la economía y obtener una conclusión interesante. Cuando suben los impuestos a determinados niveles, la recaudación tributaria no crece, pero sí caen las ventas, el consumo y la actividad económica, lo que reduce el bienestar ciudadano.
Es una lección que nuestro gobierno tiene que comprender rápido, especialmente en tiempos en que la presión tributaria está en niveles máximos a nivel histórico.