Miembro del Consejo Académico, Libertad y Progreso
En Venezuela pasan hambre. Es la revolución. No importa que sea el país potencialmente más rico del mundo. Lo mismo sucedió en 1921 en la recién estrenada URSS. Murieron de hambre un millón de rusos. Lenin se regocijó. “La revolución y yo somos así, señora”. Les impidieron comerciar a los campesinos y el ejército rojo les confiscó los alimentos, incluidas las semillas.
Pasó en China. Hubo veinte millones de muertos. En ese país el dolor también es multitudinario. Pasó en Camboya y en Norcorea, donde algunos sujetos desesperados recurrieron a la antropofagia. Pasa siempre. En Cuba sesenta mil personas perdieron la vista o la movilidad de sus miembros inferiores por la neuritis periférica generada por la desnutrición tras el fin del subsidio soviético.
Castro chilló contra el “bloqueo”. Al Ministro de Sanidad, que advirtió lo que pasaba, lo echaron de su puesto. La revolución también es callarse la boca. No era el embargo. Era la revolución. Siempre es la revolución. Al bengalí Amartya Sen le dieron el premio Nobel de Economía por demostrar que las hambrunas invariablemente son causadas por la intromisión del Estado. Cualquiera de las víctimas del comunismo se lo hubiera podido explicar a los suecos con la misma claridad sin necesidad de obtener un doctorado en Cambridge.
¿Por qué lo hacen los comunistas? ¿Son sádicos? ¿Son estúpidos e incurren en los mismos errores una y otra vez? Nada de eso. Son revolucionarios empeñados en crear un mundo nuevo a partir de las recetas de Karl Marx.
¿No aseguraba Karl Marx que la oligarquía dominante y el modelo de Estado eran la consecuencia del régimen de propiedad capitalista? ¿No aseguraba que si una vanguardia comunista se apoderaba de los medios de producción en nombre del proletariado surgiría una sociedad nueva regida por hombres nuevos dotados de una moral nueva?
Es una cuestión de prioridades. A los revolucionarios comunistas no les interesa que la gente viva mejor o que el campo y las fábricas produzcan más. Esas son tonterías pequeñoburguesas propias de las democracias liberales en las que están incluidos los traidores socialdemócratas, los democristianos y otras especies menores empeñadas en la cháchara de la pseudojusticia social.
Las dos tareas esenciales de los revolucionarios comunistas son, primero, demoler la estructura de poder del “antiguo régimen” y sustituirla por su propia gente; segundo, apoderarse del aparato productivo, arruinar a las empresas que no pueden manejar y estatizar el resto para privar de recursos a los viejos oligarcas capitalistas.
Son en estas dos actividades donde los revolucionarios comunistas demuestran si han triunfado o fracasado. Ese es el benchmark. Lenin y Stalin triunfaron, al menos por varias décadas. Mao y los Castro triunfaron. Chávez triunfó … por ahora.
¿Qué le importa a Maduro que haya niños esqueléticos que se desmayen por hambre en las escuelas o que los enfermos se mueran por falta de medicinas? Su definición del éxito nada tiene que ver con la alimentación o la salud de los venezolanos, sino con lo que en ese mundillo enfebrecido y delirante llaman, pomposamente, la “consolidación del proceso revolucionario”.
Eso explica la lenidad ante el inmenso robo al tesoro público o la complicidad con el narcotráfico. Bienvenidos. Marx también entregó la coartada perfecta: están en la fase de acumulación primaria del capital. En esta época de cambio de régimen, como quien muda de piel, todo vale.
Ya habrá tiempo de restablecer la honradez y confiar en que los planes quinquenales centralmente planificados traerán algo parecido a la prosperidad. Por ahora se trata de enriquecer a los revolucionarios clave: los Cabello, los sobrinos, los generales dóciles, los boliburgueses, es decir, los revolucionarios al servicio de la causa. Deben tener los bolsillos llenos para que puedan ser útiles
¿Se entiende ahora por qué los revolucionarios comunistas repiten una y otra vez el mismo esquema de gobierno? No están equivocados. El desbarajuste es parte de la construcción del nuevo Estado.
¿Se comprende por qué los Castro le aconsejan a Maduro que siga el improductivo modelo cubano y por qué éste los obedece perrunamente? Lo que les importa a los chavistas es mantener el poder y cambiar las élites de gobierno por las suyas propias.
¿Se explican los colombianos qué quiere decir Timochenko cuando promete revolucionar a Colombia cuando llegue al poder? ¿O Pablo Iglesias en España cuando asegura que utilizará en su país la misma receta que les recomendaba a los venezolanos? Son coherentemente destructivos.
La revolución es eso. Exactamente eso. Nada más y nada menos.