Revolución productiva versus el sueño consumista

Foto Agustin Etchebarne
Director General en 

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

La Argentina necesita crear cuatro millones de empleos productivos en los próximos cuatro años, para eso hay que bajar los impuestos, flexibilizar y abrir la economía y reducir el tamaño del Estado. El sistema actual es imposible de mantener. Durante años nos han dicho que la solución de los problemas de la Argentina pasaba por tener más Estado; que el problema era la falta de consumo y que sólo teníamos que repartir más dinero para desarrollar el país. El dinero repartido aumentaría el consumo, las empresas venderían más y entonces invertirían para aumentar su producción. Sin embargo algo falló y todos los países donde se practicaron estas propuestas hoy están en crisis.

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Venezuela, donde el consumismo populista fue el mayor gracias al boom del petróleo, la economía se contrae este año un 8 o un 10%. En Brasil, luego de 16 años de populismo, la economía está en fuerte contracción, este año caerá cerca del 4%. En la Argentina, el cambio de Gobierno si bien logró evitar por ahora una crisis que parecía inminente, no logró todavía equilibrar las cuentas. La economía sigue en estanflación y con un déficit fiscal cercano al 7% del PBI. Esto, a pesar de la devaluación, la salida del cepo cambiario, el aumento de tarifas y el acuerdo con los holdouts que recuperó el acceso al mercado mundial de capitales.

Es importante comprender por qué no funciona el esquema consumista. La fiesta consumista permitió que el Estado duplique la cantidad de empleados públicos de 2,2 millones a 4,4 millones de personas. También aumentó la cantidad de jubilados y pensionados a 7,03 millones. Y a pesar de una década de crecimiento, el Estado aumentó la cantidad de subsidios sociales y pensiones no contributivas hasta 8,2 millones. Así, el Estado emite un total de 19,7 millones de cheques mensuales. Para sostener a toda esta gente, del otro lado tenemos 6,6 millones de asalariados y 1,2 millones de cuentapropistas y monotributistas. Es decir, un total de 7,7 millones de trabajadores en el sector privado formal. La figura se completa con una presión tributaria que no tuvo otra alternativa que ir creciendo para sostener al gasto. Un reciente informe del Banco Mundial muestra que la Argentina es el país con mayor presión tributaria sobre las empresas, sólo superado por la pequeña isla de Comoros, en África. Noventa y seis impuestos gravan la producción, el consumo y el ahorro de los argentinos; además de diversas tasas municipales. La otra cara de la alta presión impositiva sumada a la maraña infinita de regulaciones es que la economía en negro suma a 5,7 millones de trabajadores. La única solución es un proceso de reformas estructurales que lleven a un aumento de las inversiones para generar cuatro millones de empleos productivos, y paralelamente ir absorbiendo un millón de personas que trabajan en el Estado, un millón de jóvenes que se incorporen al mercado laboral y dos millones de personas que reciben planes sociales.

Publicado en Ámbito.-

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