REVISTA FORTUNA – El gobierno de Mauricio Macri heredó un país con la presión tributaria en niveles récord histórico y una de las más del mundo. No es raro que, no sólo las empresas, sino los trabajadores formales sintieran que los estaban exprimiendo con impuestos; ya que así era, con el objetivo de sostener niveles impagables de gasto público. En lo que va de la actual gestión se dio alguna respuesta a esta demanda de menor imposición, con el Impuesto a las Ganancias y de Bienes Personales, esperándose nuevo mayor alivio con la sanción de una ley. También, se decidió eliminar o bajar las retenciones sobre las exportaciones; lo que permitió volver a dinamizar muchos sectores productivos que se encontraban asfixiados por éstos y por el cepo cambiario.
Sin embargo, aún sigue siendo excesivo el peso de los gravámenes sobre la producción y la comercialización de bienes y servicios; lo que limita su competitividad y capacidad de generar crecimiento y empleo. El problema es que el gobierno nacional ha quedado muy acotado en sus posibilidades de seguir reduciendo los tributos propios, debido a la necesidad de devolverle a las provincias la parte de la Coparticipación que estaban cediendo a la ANSES, según lo determinado por la Justicia.
Así que son las provincias las que contarán con mayor margen para disminuir sus tributos. Cabe aclarar que tanto sus gobiernos como los municipios han generado una entelequia de gravámenes y tasas, algunos de lo más disparatados. Dependerá de la madurez de los ciudadanos, las empresas y las entidades que los representan que se escuche este reclamo para que, de una buena vez, los políticos dejen de ver a los argentinos como naranjas a ser exprimidas para poder gastar más y más.