ÁMBITO FINANCIERO – Discutir cuál debería ser la evolución futura de la tasa de interés del Banco Central (BCRA) parece no tomar en cuenta que no puede fijar dicho rendimiento en donde quiera. Si persigue metas de inflación, entonces la posibilidad de manejar la tasa de interés es sumamente acotada. Para entender por qué, podemos evaluar lo que ha sucedido en Brasil.
Con el objetivo de mantener la inflación acorde a metas prefijadas, el Banco Central (BCRB) de nuestro vecino históricamente ha tenido que fijar altas tasas de interés, bien por encima de la suba de precios minoristas y, cuando no lo hizo, la inflación y el tipo de cambio se escaparon. El motivo de esto es que su Estado tiene un enorme déficit fiscal que prefiere financiar mayormente en el mercado local de crédito, compitiendo por él con el sector privado y presionando al alza de los rendimientos exigidos. Si el BCRB no acompaña esa tendencia al alza con sus tasas, deberá emitir para proveer la demanda de crédito excedente; por lo que el real se depreciará haciendo que la inflación y el tipo de cambio suba. Si para evitarlo el BCRB absorbiera moneda vendiendo dólares, terminaría financiando a la economía con pérdida de reservas internacionales; lo que no es sustentable por mucho tiempo. Por supuesto, lo mismo sucederá si, por problemas internos o externos, el flujo de capitales a Brasil baja, el BCRB deberá subir sus tasas para evitar tener que emitir demás para proveer a una demanda de financiamiento doméstica superior al crédito disponible. Por no haber hecho eso durante los últimos años de caída en la confianza en Brasil, entre otras cosas por la merma de la solvencia fiscal, es que gestaron una enorme devaluación del real y han incumplido los objetivos de aumentos de precios al consumidor.
La primera lección es que, si el BCRA tiene metas de inflación que lograr, no puede fijar cualquier baja de tasa de interés. Debe ser aquella donde la emisión de pesos para proveer el excedente de demanda de crédito que incentivó sea la que geste una depreciación de nuestra moneda, compatible con la meta de suba de precios al consumidor. La segunda lección, si desde el Poder Ejecutivo se le ha indicado al BCRA un objetivo inflacionario a cumplir, no se le puede pedir que use su único instrumento de política monetaria-cambiaria para obtener otro, ej. impulsar la economía. Una bala, un león.
Pese a lo que se suele decir, el peso se ha depreciado desde el día de la salida efectiva del cepo (17/12/15, valía casi $14) en alrededor de un 30%; lo que no se reflejó plenamente en el tipo de cambio porque acompaño a un dólar que se devaluó a nivel internacional alrededor de un 20%. Además, hoy nuestra moneda tiene un valor algo más bajo que el 1 de marzo en que el mercado de cambios tocó su pico de poco más de $16; pero el precio local de la divisa de EE.UU. no es tan alto porque cayó a nivel internacional alrededor de 10%. Conclusión, el BCRA tiene que hacer oídos sordos a los reclamos que puedan llegarle; ya que la baja de las tasas debe ser prudente para cumplir con las metas de inflación, dado lo ya depreciado del peso.
¿El gobierno no puede hacer nada para que la tasa del BCRA sea más baja? Sí. Disminuir al máximo el uso del Central para financiarse y cubrir sus necesidades mayormente en el mercado de crédito, especialmente en el exterior. Esto permitirá en el corto plazo tener más financiamiento doméstico; lo que bajará la tasa, permitiendo que el BCRA acompañe esa tendencia sin incumplir las metas de inflación. El costo es una caída en el tipo de cambio real que puede impactar negativamente en los sectores productores de bienes, que se puede morigerar con mayor apertura comercial. Por ello, en el mediano y largo plazo, es necesario bajar fuertemente el déficit fiscal, para que el gobierno deje de competir con el sector privado por el financiamiento interno y externo; lo que redundará en más crédito para el consumo y la inversión.
Además, deben darse señales creíbles de que la reducción del desequilibrio fiscal se hace bajando la aún excesiva presión tributaria, manejando muy austeramente el gasto público, y de que se reconstruye la seguridad jurídica. En los últimos 20 años, la Argentina fue el segundo país del mundo que más cayó en Calidad Institucional entre 192 naciones (índice elaborado por Libertad y Progreso-RELIAL). Si se logran estos objetivos, se gestará una caída de la percepción del riesgo país y, por ende, de la tasa de interés, debido a que el ahorro interno y externo en el país incrementará fuertemente la disponibilidad de crédito local. Así, no solamente podremos tener una inflación baja, como todo país civilizado, sino una economía que brindará cada vez más oportunidades de progreso y bienestar a los argentinos.