La payasada del Parlasur

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

EL CRONISTA – Parece un guión de Woody Allen: se discute acaloradamente si los miembros del Parlasur deben recibir las dietas que se planean, si deben o no tener este o aquel privilegio pero se desconoce olímpicamente que hay una cuestión de orden y es que el Mercosur no existe. Es realmente ridícula la situación. Cómica si no fuera dramática en el contexto de una victoria más de la corporación política que se mofa de la población.

Como es sabido, el Tratado de Asunción no se cumple porque las fronteras no se han abierto entre sus miembros. Entonces de qué diablos estamos hablando cuando se discute sobre el Parlasur. Después de más de tres siglos en que se exhibieron las ventajas de comprar barato y de mejor calidad, todavía se siguen machacando las supuestas ventajas de la protección aduanera que en verdad desprotegen a la comunidad.

Cuando se liberan aranceles el gasto por unidad de producto naturalmente disminuye por lo que la lista de bienes disponibles se estira, lo cual equivale a una mejora en el nivel de vida de la gente. Este proceso es igual a incrementos en la productividad que liberan recursos humanos y materiales para destinarlos a otras actividades que con anterioridad no podían concebirse porque, precisamente, estaban destinados a sectores y áreas anteriores a la mayor productividad de la nueva situación.

El hombre de la barra de hielo o el fogonero antes de las locomotoras Diesel, se reasignaron. En eso consiste el progreso. Los nuevos emprendedores están interesados en la capacitación en vista a las perspectivas alentadoras que brinda la antes referida mayor productividad.

Y lo dicho no es diferente a lo que ocurre dentro de las fronteras de un país: si un zapatero del Norte descubre un nuevo y más efectivo procedimiento para la fabricación de calzado, a pocas personas se les ocurrirá imponer aduanas interiores para protegerse de la mejor y más barata mercancía. No hay que dramatizar con lo extranjero porque las leyes de la economía no se modifican por el hecho de existir un río, una montaña o una frontera. Además hay que comprender que el único motivo de las fronteras que establecen las naciones (siempre fruto de acciones bélicas o de la geología) es para evitar los peligros del abuso de poder que implica un gobierno universal, pero no es para establecer culturas alambradas.

Por último, reitero lo escrito en otra oportunidad. Si una empresa proyecta pérdidas en los primeros períodos para luego ser más que compensados por ganancias posteriores, debe financiar los referidos quebrantos con recursos propios y no pretender su endoso sobre las espaldas de los consumidores. Y si no tuviera esos recursos puede vender el proyecto a emprendedores locales o extranjeros que si no les interesa es debido a que el proyecto no es viable, cosa que, desde luego, tampoco justifica que compulsivamente se disponga del fruto del trabajo ajeno. En esto último, los empresarios prebendarios son expertos en explotar a sus congéneres envueltos en las falacias de dumping y otras excusas sin sentido para no competir.

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