Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Creo que por los últimos 80 años hemos vivido equivocados.
Al menos, en lo que se refiere al liderazgo y la posibilidad de cada uno de nosotros de tener una vida mejor.
Si nos preguntamos por los grandes líderes del siglo XX seguramente muchos pensarán un rato, mirarán hacia atrás, tratarán de recordar la tapa de algún diario…
Y seguramente a muchos les aparecerá la imagen de algún presidente. De algún líder de una nación, como puede ser Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill, Charles de Gaulle, Fidel Castro, o más acá en el tiempo, Ronald Reagan y Barack Obama.
En el plano local, muchos pensarán inmediatamente en Juan Domingo Perón, o Evita, Néstor y Cristina Kirchner y, por qué no, Carlos Saúl Menem.
Los más jóvenes también pueden estar pensando en Mauricio Macri.
Sí.
Esa es la idea que nos viene a la mente a muchos cuando pensamos en el liderazgo. Y esa es la idea que sostengo que está equivocada desde hace, por lo menos, 80 años.
Es que nos creemos que la suerte de los países depende de un líder que va a resolver todos nuestros problemas.
Igual que cuando pensamos que Lionel Messi va a salvar a la selección de fútbol.
Como diría Donald Trump: “Wrrrrong!”
Hablando de Trump, tal vez la imagen más clara de esta idea falsa sea el slogan de campaña del propio candidato republicano.
Trump promete “Hacer a los Estados Unidos Grandes nuevamente”.
¿Pero qué idea más arrogante puede ser esa?
Una persona, sola… A lo sumo rodeada de un gabinete o un equipo de unos cuantos funcionarios públicos, ¿capaces de transformar un país en “algo grande”?
¿Una persona o una elite que cree que puede lograr un difuso objetivo social, de arriba hacia abajo?
Lo peor, claro, son las medidas que dice que va a tomar. Echar inmigrantes, reducir el comercio internacional y lanzar un plan de aumento del gasto público para que crezca la demanda y el consumo.
Un hombre, utilizando el poder del estado para hacer que a todo un país le vaya bien.
El señor Trump está equivocado. Igual que los que creemos que eso es el liderazgo y que un presidente pueda ser el responsable de la grandeza de un país.
La realidad es que es todo lo contrario.
Y son los mismos norteamericanos los que pueden contarnos esa historia.
En el año 1776, en Estados Unidos declaró la independencia. Se cansaron de que los ingleses les cobraran impuestos, básicamente, sin preguntarles si ellos querían pagarlos o no.
“No taxation without representation”, decían los norteamericanos.
Y con esa declaración de la independencia dejaron un rol muy definido y controlado para el gobierno.
El gobierno tenía que limitarse solamente a defender los derechos a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Quedaba claro que el destino de la nación no dependería de lo que los “líderes políticos” pudieran hacer, sino de lo contrario.
Es decir, de lo que los líderes políticos iban a no poder hacer.
Los gobernantes iban a limitarse a garantizar la búsqueda de la felicidad. Pero no prometieron darle felicidad a nadie. Son cosas muy distintas.
El resultado, según cuenta Leonard Read, fue “el mayor despliegue de creatividad humana jamás conocido hasta entonces. Esto como resultado de que millones de personas fueron libres para actuar de manera creativa como desearon”.
Ése fue el milagro norteamericano.
Liberarse de las cadenas de los líderes políticos, y permitir un nuevo tipo de liderazgo.
Hace un largo tiempo que Estados Unidos abandonó estos principios, y lo mismo hicimos nosotros.
Volvimos a confiar en el poder político como esperanza para nuestro futuro.
Bueno, hoy vengo a decirles que ése no es el liderazgo que necesitamos.
Existe otro tipo de liderazgo y que no es el que se nos viene a la mente cuando pensamos en los grandes líderes de los últimos tiempos.
Y es el liderazgo de la sociedad civil y del mercado.
En el mercado los líderes son los que se atreven a innovar, a emprender y a competir. Los que apuestan a nuevas formas de hacer las cosas y que, si tienen éxito, se beneficiarán ellos mismos y también a los demás.
Me refiero concretamente a los empresarios. Y a la actividad empresarial que todos ejercemos día a día.
Joseph Shumpeter, un economista austriaco, definió al empresario como un “destructor creativo”.
¿Qué concepto raro, verdad?
Pero en realidad es muy sencillo. Para Schumpeter el empresario era una persona que traía al mundo nuevas y mejores formas de hacer las cosas. Nuevos y mejores productos y servicios. Y así se reemplazaban los antiguos métodos por los nuevos, y los productos obsoletos por otros que la sociedad demandara más.
Luego vino Israel Kirzner y definió a los empresarios no como destructores creativos, sino como los más capaces de satisfacer nuestras necesidades de hoy y de mañana. Los empresarios se transformaron en los “coordinadores sociales”.
El empresario para Kirzner es el que se anticipa al futuro, descubre qué es lo que necesitamos hoy y vamos a necesitar mañana, y vuelca sus energías productivas en elaborarlo.
Una historia simpática que nos puede ayudar a entender el liderazgo que necesitamos para el futuro es la de los lápices, también contada por Leonard Read.
Estoy seguro que nadie en esta sala puede hacer un lápiz.
Es cierto, parece sencillo. Después de todo se trata de un pedazo de madera, una mina de grafito, y un pedacito de goma con algo de metal en la parte de atrás.
Sin embargo, nadie podría conocer la manera exacta de elaborar un lápiz. Nadie sabe tanto, ni siquiera el líder más destacado del mundo.
Es que para hacer un lápiz se necesitan un montón de conocimientos específicos diferentes.
Se necesita un leñador que tale los árboles.
Se necesita un conductor que maneje los camiones.
Se necesita un profesional que dirija la fábrica.
Se necesita un químico que elabore el material de la goma.
Pero no solo se necesitan conocimientos distintos, sino que provienen de distintos lugares también. La madera puede venir de Misiones, el material para la goma de alguna provincia de Italia y el grafito proviene de China.
¿Quién es el gran líder dirigiendo todo este aparentemente sencillo, pero tan complejo proceso de producción?
No es nadie en particular.
Sino cada individuo con su especialidad, formando parte de un mágico proceso empresario que termina satisfaciendo las necesidades de consumo de la sociedad.
Esa es la magia del mercado y esa es la magia del liderazgo empresarial.
Uno lleno de héroes silenciosos, que día a día trabajan en una pequeña empresa maderera, en una planta de café, o en una megaempresa como Facebook.
El liderazgo de los empresarios hoy tiene algunas caras visibles. Mark Zuckerberg en Facebook, Steve Jobs en Apple, Jack Dorsey en Twitter, Bill Gates en Windows.
Pero no hace falta convertirse en estos verdaderos “rockstars” del emprendedurismo para ser un líder.
Nadie conoce al leñador de nuestra historia del lápiz, pero no podemos negar su rol fundamental en todo el proceso.
Si todos los días a la mañana se levanta feliz de ir a trabajar y pensando en que quiere ser mejor, ya es un líder para mí.
Hará bien su trabajo, lo va a disfrutar, y seguramente inspire a sus compañeros.
Si está ahí porque lo decidió y cree que eso es lo mejor para su vida, entonces es un líder.
Es un líder de su propia vida y dueño de su destino.
Y éste liderazgo tal vez sea el más difícil, pero es el más importante.
Necesitamos más líderes de su propio destino y menos excusas y chivos expiatorios. Más líderes que se hagan cargo de sus vidas, con los aciertos y los errores, pero que se animen a buscar una identidad propia.
De mi parte, estudié administración de empresas en la Universidad de Buenos Aires. Y de ahí en adelante siempre me puse como meta hacer aquello que me gustara, que me inspirara y que llenara mi espíritu.
Entendí que de hacer eso, nunca tendría que trabajar, sino que la vida para mí iba a consistir en divertirme haciendo lo que me gustara.
Nunca la vida es un camino de rosas. Eso está claro, pero frente a las adversidades, dos cosas son importantes. Tener claro nuestro objetivo, y apoyarnos en los que nos quieren y en quienes queremos.
Después de la universidad viajé a España a estudiar economía. Y estudié a grandes autores que me ayudaron aún más entender que el verdadero liderazgo no estaba en los grandes políticos, sino mucho más cerca de lo que creemos.
Al lado nuestro. En el colegio. En nuestros profesores, nuestros amigos, nuestros padres, o nuestros compañeros de trabajo.
Y hoy me dedico a la economía y al mundo de las ideas. Cuando escribo un artículo para un diario, o para mi newslettersemanal, o cuando me invitan a un programa de radio o televisión a debatir sobre la actualidad, nunca me olvido de este mensaje.
No son las grandes personalidades políticas las que nos van a sacar adelante.
No es Donald Trump el que va a ser a Estados Unidos grande de nuevo, ni es Mauricio Macri el que va a “Cambiar” a la Argentina.
Hablando de eso, el actual presidente de los argentinos dijo una vez que “El gobierno tiene que ser como un canchero de fútbol” Que, “como gobernante” uno tiene que cortar el pasto, marcar la cancha, y que es la gente la que tiene que jugar.
Creo que con esa frase el presidente dio en el clavo.
Es en cada uno de nosotros donde está la capacidad creativa para salir adelante, cada uno desde su lugar, desde su liderazgo silencioso, dentro de nuestras empresas o con nuestros emprendimientos propios.
Necesitamos más de ese tipo de liderazgo, que si quieren le podemos llamar “liderazgo emprendedor”, y mucho menos liderazgo político. Necesitamos mucha más capacidad productiva, y muchas menos normas que bajen de arriba hacia abajo.
En definitiva, el nuevo liderazgo que necesita este país requiere de mucha más libertad, al igual que los Estados Unidos después de 1776.
Esperemos que Mauricio Macri diga lo que dijo en serio, que realmente se dedique a “cortar el pasto” y que deje que nosotros juguemos el partido.
Hay un largo camino por recorrer.