Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Contrario a lo que suele creerse, una mayor libertad del mercado laboral es positiva tanto para las empresas como para los empleados.
Hay una afirmación que no creo que nadie esté dispuesto a rechazar: los impuestos y las regulaciones son contrarios a la libertad. Nadie, ni a la derecha ni a la izquierda del espectro político y económico, se atreverá a discutir esta verdad evidente.
Esto no quiere decir que toda regulación sea mala… La “regulación” que impide y castiga el delito claramente está en contra de la libertad de los delincuentes… Pero existe para preservar la de las potenciales víctimas. Obvio.
Ahora aplicado a otros ámbitos de la vida, los impuestos y las regulaciones, al inhibir la libertad, se convierten en una verdadera carga para el desarrollo.
Un ejemplo sencillo bastará para entender. Si a una botella de agua mineral que cuesta $ 20 en el mercado se le carga un impuesto del 50%, lo más probable es que los consumidores desistan de comprarla, pasándose al consumo de gaseosas, aguas saborizadas, o bien agua corriente. Por otro lado, si antes de comprar la botella, el gobierno exige que se llenen 5 formularios diferentes y se pidan permisos especiales, es evidente que el incentivo para comprar la botella será menor.
Lo mismo pasa en todos los mercados. Más impuestos al consumo equivalen a menos consumo. Más regulaciones, ídem. En el mercado laboral la situación no es distinta.
Sin embargo, en Argentina, regulaciones e impuestos están a la orden del día. La ley de contrato de trabajo tiene 277 artículos y cerca de 26.000 palabras donde se regulan temas como la indemnización por despido, las vacaciones, el salario mínimo, o el mínimo de días de preaviso cuando se desea finalizar una relación laboral.
Además, la carga tributaria sobre el empleo es sideral. De un salario bruto de $ 10.000, $ 4.000 son tomados por el estado para financiar el gasto previsional, obras sociales y otros conceptos asociados a la seguridad social. Eso explica que de $ 10.000 brutos, solo $ 8.300 lleguen al bolsillo del trabajador pero $ 12.300 salgan de la caja de la empresa.
En el medio está el estado, “cuidándonos”…
El problema es que, como decíamos, todas estas trabas lo único que hacen es desestimular la contratación. De acuerdo a los libros de texto, salarios mínimos demasiado elevados, o fuertes regulaciones laborales terminan generando desempleo, ya que el costo de contratar es demasiado alto. Sin embargo, en la realidad lo que sucede es que las empresas y los empleados se vuelcan al mercado negro.
En Argentina, de acuerdo al Ministerio de Trabajo, el sector informal abarca nada menos que al 34% de los trabajadores. Y es por eso que en el gobierno están barajando la idea de reducir la carga tributaria sobre el empleo y también flexibilizar el mercado laboral.
Obviamente, esto último nadie lo quiere decir. De acuerdo con el libreto políticamente correcto, la flexibilización es lo peor que puede pasarle a los trabajadores, porque los empresarios los comenzarían a “explotar”.
Esto es totalmente falso. En primer lugar, porque, como decíamos, si las regulaciones son excesivas, aparecerá el mercado negro, donde el estado pierde todo el control sobre lo que allí sucede. En segundo lugar, porque un mercado laboral más libre no solo es bueno para las empresas, sino para todos los que quieran obtener un empleo.
Una institución que mide la libertad de los mercados laborales en el mundo es la Fundación Heritage de los Estados Unidos. Para evaluar los mercados de trabajo, Heritage toma en consideración la existencia y el monto del salario mínimo, la rigidez en las horas de trabajo, la dificultad para despedir empleados, el monto de las indemnizaciones que se imponen a las empresas, el preaviso y las trabas para contratar.
Si los obstáculos son altos, dirán que el mercado es poco libre, mientras que de haber pocas trabas, estaremos en un mercado flexible.
Los cinco países de más de un millón de habitantes que mejor se ubican en este índice son Estados Unidos, Singapur, Hong Kong, Dinamarca y Nueva Zelanda. Entre ellos, en Estados Unidos y Dinamarca el despido es libre, por lo que las empresas no deben indemnizar al empleado si deciden no continuar empleándolo.
Uno podría pensar que con tanta libertad, muy mal les está yendo a los trabajadores de esos países. Sin embargo, estamos frente a los salarios más elevados del planeta.
En promedio, un danés tiene un salario anual de USD 63.700; un norteamericano ingresa USD 58.700; un neozelandés USD 43.100, mientras que en Singapur los trabajadores ingresan USD 38.800 y en Hong Kong USD 23.900.
Por si esto fuera poco, las tasas de desempleo también son muy bajas. Y no casualmente, muy inferiores a las existentes en Argentina.
Claro que no todo pasa por la rigidez o flexibilidad del mercado laboral. El país que sigue en este ránking es Namibia, cuyo desempleo supera el 18% y cuyo PBI per cápita es de USD 4.500. Obviamente, a la libertad del mercado laboral hay que acompañarla con una democracia republicana, paz y respeto por los derechos de propiedad, entre otras cosas.
Sin embargo, dado que muchas de esas cosas sí tiene nuestro país, no es un mal momento para pensar en tener un mercado laboral más libre. Una menor presión tributaria sobre el empleo reducirá el costo laboral e incrementará el salario de bolsillo. Además, menos trabas burocráticas harán más atractiva la contratación, y aumentarán el empleo y la formalidad.
Es que, en definitiva, los intereses de los trabajadores y de los empresarios no son contrarios. Cuanto más fácil sea contratar, más empleo habrá. Y en la medida que crezca la competencia entre empresas, más subirán los salarios en términos reales.
Necesitamos más libertad para volver a crecer y convertirnos en un país rico. No hay otro camino.
Publicado originalmente en Inversor Global.