ENFOQUES POSITIVOS: ALDO ABRAM es un muy respetado Economista argentino, conocido por su actuar medido y alejado de las estruendosas declaraciones. Buen pronosticador además, a juzgar por los resultados de lo que él anticipaba que sucedería en la Argentina, allá por los últimos años del kirchnerismo. Es además, Director de la Fundación Libertad y Progreso.
P: Por sólo usar dos datos fácilmente visibles y simples, se sabe que los precios siguen subiendo y las inversiones grandes no llegan. ¿Por qué deberíamos creerle al Gobierno que este año sí, tendremos la reactivación que nunca apareció en aquel famoso “segundo semestre”?.
R: “Es cierto que los precios continúan en alza; pero sería imposible intentar que paren de hacerlo de un día para el otro. La realidad es que la alta inflación de 2016 se concentró en el primer semestre, con un 4,4% promedio mensual de aumento, debido a la necesidad de reacomodar el desquicio de precios que dejó el anterior gobierno y, quizás también, por algún error de aprendizaje en el manejo inicial de la política monetaria. Lo concreto es que en el segundo semestre la variación del IPC declinó a un tercio del período anterior y fue la más baja desde 2009. Para este año, el esfuerzo para lograr el 17% es mínimo, pasar de algo menos de 1,5% promedio mensual en la última parte de 2016 a 1,3% promedio mensual en 2017.
Era esperable la dura caída del primer semestre de 2016; si bien no es gratis evitar una crisis, tiene mucho menor costo social que entrar en ella, como lo demuestra la triste historia argentina. Sin embargo, se esperaba que a mediados de año o el tercer trimestre se empezaran a ver los primeros “brotes verdes” de la reactivación. Cuando no aparecieron, cundió cierta desazón y las expectativas se postergaron a principios de 2017. Sin embargo, efectivamente aparecieron en el cuarto trimestre de 2016. Esto no quiere decir que hemos salido del pozo, estamos cerca del fondo, por eso la sensación de la gente es esa; pero ahora empezamos a subir. Dado que el motor de la recuperación ha sido el campo, es la ruralidad la que sentirá primero la mejora del bienestar y, luego, nos llegará a las ciudades. Quizás recién hacia el tercer trimestre sentiremos que estamos como antes de iniciar la caída, a mediados de 2015.
En los últimos años, hemos tenido varias recesiones seguidas por rebotes generados desde el Estado aumentando el gasto con endeudamiento antes de las elecciones y, cuando se terminaba la plata, de vuelta hacia abajo. Esta vez es distinto, ya que está motorizada por la recomposición del sector agropecuario, que continuará; porque recibió un fuerte alivio de la enorme presión tributaria que tenía. El gobierno debería tomar nota de esto; ya que, mientras tanto, los sectores que no tuvieron una baja de la carga fiscal siguieron reduciendo su producción. También se suma el ingreso de los recursos del blanqueo y del endeudamiento externo que permite aumentar el gasto en obras públicas, el de los jubilados beneficiados por la reparación histórica y el crédito interno, alimentando el consumo y la inversión. Esto arrastrará a la construcción y, junto a una esperada mejora de Brasil, también a la industria.
Sin embargo, esto sólo garantiza una senda de mediocre crecimiento y no necesariamente la del desarrollo económico, para lo que se necesita la inversión. Si esta no llovió es porque hay que resolver muchos problemas heredados, no sólo evitar la crisis a la que nos llevaba el cepo o recuperar el crédito externo arreglando el juicio con los holdouts. Hay que bajar la presión tributaria, reformar la arcaica legislación laboral actual, mejorar la seguridad jurídica y muchas otras pesadas herencias recibidas”.
P: También los argentinos, por experiencia, observan otros datos significativos de la economía para saber en dónde están parados. ¿Cómo están hoy el endeudamiento y la emisión?
R: “Lo más preocupante es la evolución de la deuda; ya que sigue subiendo y no es baja. Se espera que supere el 60% del PBI para el 2018. Si esos pasivos se hubieran tomado para hacer algún ajuste gradual del Estado mermando el costo social y/o disminuir la elevada presión tributaria, no sería grave. Sin embargo, en 2016, el Estado no hizo ningún recorte. De hecho, lo único que redujo son las erogaciones en los subsidios a las tarifas de servicios públicos; por lo que, en realidad, el que tuvo que restringirse fue el sector privado. De hecho, no es raro que el sector productivo sienta que el ajuste no fue gradual, sino de shock; porque tuvo que hacer el propio esfuerzo y el que no hizo el Estado. No hay que olvidar que cada peso que gasta el sector público lo proveyó el privado, con más impuestos o menor acceso al crédito. De hecho, luego de la merma de la carga fiscal de 2016, el Presupuesto 2017 nos avisa que aumentará este año y, no solamente en la Nación, sino en casi todas las provincias y municipios. Parece que no aprendimos.
Si vamos hacia un Estado todavía excesivamente grande y endeudado, nos pasará como a Brasil, que aún en los mejores momentos tuvo tasas de crecimiento alejadas de su potencial; porque tenía que arrastrar con un sector público con gigantismo. Argentina tiene también la posibilidad de crecer 5% o más por un largo período; pero no con semejante carga fiscal como tenemos hoy.
La buena noticia es que, a diferencia del anterior, el nuevo Ministro de Hacienda Nicolás Dujovne cree que hay que bajar la carga tributaria y tener un Estado más chico y eficiente. Habrá que evaluar qué propone para lograrlo y si tiene el apoyo político para llevarlo adelante. El compromiso de Libertad y Progreso es ayudarlos en lo que podamos o en lo que nos permitan; pero además reclamar públicamente que se avance en esa tarea. No hay que olvidar que todas y cada una de las crisis que hemos sufrido tienen como origen el exceso de gasto público”.
P: Las medidas de tipo político destinadas a frenar el malestar, son vistas hoy como “más de lo mismo” y que demorarían aún más un crecimiento que ya parece inalcanzable. ¿Qué opinan fuera del país los potenciales inversores?
R: “Cabe aclarar que aún en los momentos de “boom” de capitales extranjeros, la gran mayoría de las inversiones realizadas se hicieron con dinero de argentinos y fueron manejadas por argentinos. Por ende, la pregunta correcta es cómo nos ven los potenciales inversores; porque nos ven y actúan igual. Lo aclaro porque esa idea sobre los capitales extranjeros la impusimos los economistas por la mayor facilidad de detectar sus movimientos; pero no es la más relevante económicamente hablando. Todos los inversores ven el gran potencial de negocios de la Argentina; pero luego evalúan la capacidad de solucionar los estropicios heredados de la anterior gestión y son cautelosos.
Según el Banco Mundial, Argentina está entre los 12 países del mundo, entre 190, que más exprimen a sus empresas con impuestos. ¿Por qué invertir acá si hay 178 que les ofrecen mejor trato tributario? Más cuando acabamos de decir que le damos la señal en nuestros presupuestos públicos de que aumentaremos la carga fiscal sobre el sector productivo. Por supuesto, para bajar el costo tributario en forma sustentable, hay que demostrar que se está dispuesto a controlar el gasto público y a hacerlo en forma estructural, no cosmética.
Logramos salir del cepo y eso implica que evitamos una crisis de las tantas que ya vivimos; pero, también, que los extranjeros podrán disponer de sus ganancias, algo básico que pide quien propone producir y generar riqueza y empleo para los argentinos. Sin embargo, por décadas, pero particularmente en la última, se destruyó la calidad institucional. Un funcionario de cuarta línea podía llamar por teléfono a un ejecutivo y, sin norma que lo avale, ordenarle cómo manejar su empresa, porque la inexistencia de seguridad jurídica le daba a ese burócrata una capacidad de daño enorme. Podemos creer que eso no sucederá más con el actual Gobierno; pero algún día llegará al poder la oposición y son sumamente preocupantes las señales que a veces dan. Han propuesto e incluso votado leyes para prohibir despedir o importar o que son flagrantemente inconstitucionales.
El arcaico régimen laboral incrementa los costos de los empresarios y no solamente no beneficia a los trabajadores, los perjudica. Ningún empleador pagará más a un empleado de lo que produzca; por lo que para determinar su salario restará todas las contribuciones patronales y los costos que implica una pésima regulación del mercado laboral. Esto hace que a un empresario un trabajador le cueste hasta el doble de lo que efectivamente este se lleva al bolsillo. O sea, todos pierden; pero mucho más los que no tienen trabajo o lo tienen en “negro”, porque les costará mucho más conseguir uno formal”.
P: ¿Qué está haciendo el Gobierno para revertir el clima con el que fue recibido en la última reunión de Davos, luego de que la anterior había sido tan cálida y esperanzadora?
R: Es cierto que Argentina no despertó tanta expectativa en la última reunión de Davos, en parte por alguna percepción de que ciertas soluciones urgentes y de fondo se demoran; pero también porque tuvimos un gran competidor, Trump. Todavía seguimos siendo uno de los países del mundo con potencial para la inversión, aún en el nuevo escenario planteado por el actual Presidente de los EE.UU. Sin embargo, eso se debe a que los beneficios que puede darle a nuestro país resolver los problemas estructurales que tiene son mucho mayores que los perjuicios que pueda generar una errada “Trumpnomic”. Eso es bueno, ya que depende del propio gobierno tener éxito; pero también es malo porque no habrá excusas si no se hace la tarea que se debe”.