En educación con debatir no alcanza

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

EL CRONISTA – En febrero de 2016 el Gobierno dio inicio a la denominada revolución educativa, cuyos ejes se encontraban en la Declaración de Purmamarca. Entre ellos se presenta la obligatoriedad del nivel inicial a partir de los tres años, incorporar gradualmente la jornada extendida y el compromiso de crear el Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa.

Meses después, Mauricio Macri lanzó Compromiso por la Educación, con el objetivo de abrir un diálogo multisectorial. En palabras de Esteban Bullrich: “Compromiso por la Educación es un proceso que va a realizarse en todo el país, donde se instará al debate y plantear nuevos objetivos que nos ayuden a generar un documento común y consensuado”. A partir de entonces, y hasta el presente, se han realizado diversos encuentros en el marco del proyecto.

A mediados de marzo, en medio del paro docente, junto al anuncio del Presidente de los lamentables resultados reportados por la Evaluación Aprender, el Gobierno hizo pública su intención de enviar al Congreso el denominado Plan Maestro, compuesto, por entonces, de 108 artículos con metas al año 2021 y 2026.

Finalmente, pocos días atrás, al presentar Macri la plataforma digital del Plan Maestro, invitó a la ciudadanía a participar del debate: “Estamos poniendo esta plataforma en Internet para que cada uno -el papá, el abuelo, el docente, el alumno- pueda acceder y aportar su idea”. La plataforma tiene por objeto reunir las propuestas que se realizarán hasta el 30 de mayo próximo. Las mismas serán luego consideradas por los equipos técnicos del Ministerio de Educación para la elaboración del documento final, antes que el proyecto de ley sea elevado al Congreso.

A primera vista la foto que nos brinda esta cronología de hechos es altamente auspiciosa. Esbozar un plan, presentarlo al debate de la sociedad y buscar su participación y consenso antes de proponer un cambio supuestamente sustantivo de política educativa, es propio de una sociedad muy distinta a la Argentina.

Sin embargo, ese es problema. La tremenda realidad educativa reflejada por las Evaluaciones Aprender y por cualquier otra que consideremos, los paros docentes que en la práctica privan todos los años de clases a millones de niños y la falacia de la supuesta igualdad de oportunidades provista por la educación de calidad para todos, me lleva a afirmar que no es tiempo de debatir sino de actuar.

Han pasado casi dos años y en educación el Gobierno ha demostrado tener buenas intenciones, pero en concreto ha hecho poco. Por ello es imprescindible recordar, como bien señala la Constitución, que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”. Hemos elegido a nuestros representantes dos años atrás, no hay más tiempo que perder, la emergencia educativa requiere que los gobernantes que hemos seleccionado tomen las decisiones que consideren adecuadas, pero que lo hagan sin dilaciones. Dos años, cuando es la educación de nuestros niños lo que está en juego, es demasiado tiempo.

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