En momentos en que la carga impositiva llega a niveles insoportables y urge achicar el gasto, resulta absurdo crear la Dirección de Movilidad en Bicicleta.
LA NACIÓN.- Por una resolución del 5 del corriente mes, el Ministro de Transporte de la Nación designó a una arquitecta en el cargo de director de Movilidad en Bicicleta. Ésta depende de la Dirección Nacional de Transporte no Motorizado, la que a su vez está dentro de la Subsecretaría de Movilidad Urbana, que depende de la Secretaría de Planificación del Transporte.
La noticia fue, en general, recibida con sorna y perplejidad. En momentos en que la carga impositiva ha llegado a niveles insoportables y se reclama reducir el frondoso aparato administrativo, el Gobierno ha puesto nuevamente en evidencia escasa sensibilidad por el tema.
En rigor, cuando se diseñó el organigrama del Poder Ejecutivo de la gestión del presidente Mauricio Macri, no hubo una consigna desburocratizadora que pusiera límites a las aspiraciones expansivas de quienes habían sido nominados para integrar el gabinete.
De esto da fe la cantidad, que es récord histórico, de secretarías, subsecretarías y direcciones. Pero más evidencia surge de las denominaciones que agotaron el nomenclador de las funciones de un gobierno, para entrar en el campo del ridículo. No otra calificación le cabe a una Dirección de Movilidad en Bicicleta en un gobierno nacional, así como al de su hermana, la Dirección de Movilidad Peatonal.
¿Cómo se llegó a este extremo? Si se escala, se encuentra el primer equívoco. Fue la creación de una Subsecretaría de Movilidad Urbana. Los servicios de transporte en áreas urbanas son un tema de municipios o, a lo sumo, de provincias si es que un área urbana excede los límites de un municipio. Si el caso fuera la región metropolitana de Buenos Aires, el tema es interjurisdiccional entre la Capital, la provincia de Buenos Aires y varios partidos, pero cuando se llega a la bicicleta o al peatón, es incuestionablemente municipal.
La aparición de lo urbano a nivel de subsecretaría en un ministerio de Transporte, muy probablemente muestra la influencia de algún arquitecto, o más precisamente de un urbanista. El urbanismo es el paso de la arquitectura a la dimensión pública. Y, efectivamente, esa subsecretaría y casi todas sus dependencias jerárquicas están ocupadas por arquitectos. Nada hay contra esta muy noble profesión, sino señalar que, como todas, tiene sus sesgos propios y característicos. Lo importante es que se manifiesten donde deben.
Ha trascendido que está en revisión la estructura ministerial. Se habla de la fusión de algunas secretarías del Ministerio de Agroindustria y del desplazamiento de Comunicaciones a otro ministerio.
Debemos sugerir que si se hace una reforma no debería quedarse a mitad de camino, lo que es bastante más que sólo limar los extremos que ya han caído en el ridículo, como queda evidenciado con este caso.