EL CRONISTA – Algunos plantean que las metas de inflación no funcionan en la Argentina, aunque lo hagan muy bien en otros países. No es la primera vez que le echamos la culpa de los malos resultados a un instrumento, que en todos lados fue y es eficiente, en lugar de evaluar si en realidad no hicimos las cosas mal y eso justifica los malos resultados.
Sin dudas, las metas de inflación son el mejor sistema para la Argentina; ya que tenemos una historia de alta inflación y, además, hasta hace un año y medio ni siquiera teníamos datos confiables sobre ella. Esto último es uno de los cambios importantes de la actual gestión, ya que hoy podemos seguir la evolución de los precios con confianza. De hecho, las estadísticas oficiales no han sido particularmente generosas con el Gobierno. Hoy sabemos que hay pobreza en Argentina (y es mayor que en Alemania) y que la inflación viene más alta de lo esperado; lo cual permite enfrentar esos problemas y no ocultarlos bajo la alfombra como hacia la anterior gestión.
En los últimos años para los argentinos ha sido sumamente complicado negociar contratos. Un ejemplo es lo que pasó este año con las paritarias. El Gobierno trató de alinear las expectativas con las metas de inflación que tenía el Banco Central (BCRA) y surgieron fuertes diferencias. Supongamos que en 2017 se lograra el 17% fijado o estuviera cerca, en 2018 sería más sencillo que empresarios y sindicatos pudieran acordar en derredor de la meta de 12% del BCRA. Ahora, si terminamos por encima de 20% (Indec GCBA), va a ser muy difícil que acepten como referencia el objetivo planteado para el año entrante. Esto no sólo complicará las negociaciones salariales, sino todos los acuerdos que tengan alguna pauta de actualización, por ejemplo, alquileres.
Lamentablemente, hoy la inflación parece apuntar por encima de ese 20% y muchos empezarán a decir que el sistema de metas no funciona, cuando es porque no hicimos bien las cosas. En ese sentido, hay que tener en cuenta que el Banco Central sólo puede tener una meta, porque no tiene más instrumento que la política monetaria; lo que se deriva de ser el único productor de la moneda local. Como sucedería en cualquier mercado, si intenta ofrecer más de lo que del otro lado se demanda, el precio del bien (en este caso la moneda) bajará. El problema es que, en este caso, es la unidad de medida con la que valuamos todos los bienes y servicios, incluidas otras divisas. Por lo tanto, debido al achicamiento de nuestro metro, observaremos que primero sube el tipo de cambio, por ser un mercado más líquido; luego lo harán todos los bienes y, algo después, también los servicios. Así, en los siguientes meses tendremos una suba generalizada de precios en pesos que no es inflación, sólo la refleja; ya que inflación es la desvalorización (achicamiento) de la unidad de medida.
Es cierto, hay un enorme déficit fiscal del Estado; pero el problema es que el BCRA prioriza emitir para licuar sus consecuencias. Por ejemplo, aumenta la oferta de moneda para financiar al gobierno nacional, este año por $ 150.000 millones. También, para bajar la tasa y alimentar el crédito, debido a que se lo absorbe casi todo el enorme déficit de los tres niveles de Estado (Nación, provincias y municipios) y queda poco para el sector privado. Por último, debe hacerlo para comprar divisas porque, como aun así no le alcanza al Estado para cubrir la brecha fiscal negativa, toma fondos en el exterior y, al vender las divisas localmente, su abundancia hace bajar el tipo de cambio, perjudicando la competitividad de los productores locales de bienes.
Por supuesto, con toda esta emisión terminan depreciando el peso; lo cual se refleja primero en el tipo de cambio, lo que todos festejan, pero luego se observa en el aumento del resto de los precios de la economía. Entonces, nuevamente arrecian los reclamos por el atraso cambiario que, como vimos, no existe y sólo es un dólar local barato debido a la estrategia de financiamiento externo del Estado. Por supuesto, si los reclamos tienen éxito, el BCRA volverá a desvalorizar el peso, subiendo el valor doméstico de las monedas extranjeras y, luego, se reflejará en más suba de precios, en un círculo vicioso que lleva a la imposibilidad de cumplir las metas de inflación fijadas.
Esto es lo que está sucediendo y es por ello que estamos lejos del 17% (Indec GCBA) de variación de precios pautado para este año. Si comprendemos la dinámica, podremos empezar a usar correctamente la política monetaria para cumplir las metas de inflación. Al resto de los problemas los deben corregir el Estado Nacional, provincial y municipal, que son los verdaderos culpables de las consecuencias nefastas que genera un enorme gasto público que, encima, no es útil a los ciudadanos.