Santiago está aún en deuda con Julio H.G.Olivera

Por Castor López, Fundacion Pensar a Santiago 

Coincidentemente con la, aún opinable, fecha de fundación de la ciudad de Santiago del Estero, el pasado 25 de julio se cumplió también el primer año de la muerte de Julio Hipólito Guillermo Olivera, quien había nacido en 1929 en la ciudad de La Banda. Esa circunstancia territorial nunca fue para él sólo un detalle más de su brillante vida. Su condición de santiagueño lo enorgullecía como el más valioso de los numerosos reconocimientos académicos internacionales que recibió en su vida. En toda conversación, e incluso en muchas de sus exposiciones, siempre encontraba la oportunidad de comentar, con un indisimulable y genuino orgullo personal, esa particularidad nativa.

Abogado a los 22 años, estudiante sobresaliente de la universidad de Buenos Aires, Rector de la misma solo poco más de una década después, a los 33 años. En esa condición, fue el muy calificado anfitrión de grandes personalidades como el ex presidente francés Charles De Gaulle y de los entonces presidentes argentinos Arturo Frondizi y Arturo Illia. Fue un autodidacta en la economía que resultó después en la máxima referencia académica del análisis económico moderno de Latinoamérica. Su brillante trayectoria en el Banco Central de la Republica Argentina y en la extensa y variada actividad académica sucedió como una muy natural consecuencia de su impecable y consistente lógica del pensamiento histórico y científico de las ciencias sociales.

Lógica que extendió al estudio y a la investigación de la ciencia económica con un estricto y permanente respeto al rigor académico de las ciencias exactas, especialmente de las matemáticas. Desarrolló, con excelencia, el arte de la enseñanza de la ciencia económica, la que definía como “una ciencia de la interpretación, no como una mera hipótesis ni como un modelo descriptivo o de predicción, sino como un modo de traducir la compleja realidad de sus procesos y de hacerla inteligible”. Entre los años 1970 y 1978, con solo poco más de 40 años, fue elegido 4 veces como uno de los miembros internacionales de la Academia Real de Suecia para proponer a los candidatos a los premios Nobel de economía. 

Su labor, por décadas desde mediados de los años 60, en la asociación argentina de economía política, es una permanente referencia de notable ejemplo de esfuerzo personal y excelencia. Entre sus más destacadas investigaciones de la economía están los estudios acerca de los efectos rezagados, sobre las propias cuentas nacionales, del exceso de la emisión monetaria como un mecanismo de financiamiento público. El prestigioso economista Vito Tanzi complemento luego esos análisis y, actualmente, en las facultades de economía de todas las universidades del mundo se estudia ese efecto, denominado “Olivera-Tanzi” en su honor. 

En el año 1972, el premio Nobel de economía Sir John Hicks lo refirió públicamente al elogiar su magistral clasificación de la inflación en 3 clases: de demanda, de costos y estructural. Fue propuesto 2 veces, en los años 2000 y 2004, como candidato al premio Nobel de economía. Ya hace más de medio siglo, Julio Olivera colocaba a la educación moderna como la fuerza motriz del genuino desarrollo sustentable en el largo plazo; y diferenciaba, con suma claridad, el significado de los sucesivos y diferentes significados de los términos de crecimiento económico, de desarrollo, de progreso y de evolución, que aún hoy escuchamos, de manera equivoca, como sinónimos. 

Conocí de su existencia a mediados de los años 80, durante el postgrado de economía en el entonces instituto Torcuato Di Tella, cuando muchos de nuestros profesores: Javier Villanueva, Pablo Gerchunoff, Juan Llach, Allieto Guadagni, entre otros, nos exigían las lecturas de los documentos del santiagueño Julio H.G.Olivera. Era muy poco afectó a la exposición personal. Nuestras universidades UCSE y UNSE, como muchas otras de todo el mundo, lo distinguieron con sendos “honores causa”, nuestra ciudad capital lo recibió como “visitante ilustre” y nuestra academia de ciencias y artes lo nombró académico correspondiente. Aún recuerdo su terminante objeción cuando le comenté mi intención de honrar un reconocimiento a su trayectoria en la Cámara de Diputados, a mediados de los años 2000, lo que obviamente hice, pero sin hacérselo saber nunca. 

En sus últimos años, en las frecuentes y afectuosas conversaciones que tuve el gusto y el honor de mantener, ya sea en su despacho de la Academia de Ciencias o en la Universidad de Buenos Aires, o incluso en su muy cálido chalet inglés, de los tiempos ferroviarios, en el barrio de Caballito, siempre comentaba su muy especial orgullo por aquellos honores santiagueños recibidos, en una sala rodeada de sus numerosos premios Konex y de los más variados reconocimientos de las academias y universidades más prestigiosas de todo el mundo. 

Pese a las distinciones locales referidas, aún salas de profesores, aulas universitarias y ateneos estudiantiles esperan ser nominadas en su merecido recuerdo, todavía seminarios y concursos de trabajos de investigación económica de su tarea siguen ausentes en nuestra provincia, aún le debemos más referencias a su ejemplo de vida y de conducta personal , aunque sea sólo como un parcial merecimiento de la muy orgullosa pertenencia que él siempre nos prodigó. 

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