por Pablo Lopez Herrera.
En el año 2018 se habrá cumplido ya un centenario del nacimiento del gran escritor y luchador por la libertad. Con seguridad se conmemorará el aniversario en diversas partes del mundo, empezando por Rusia. Lo que seguramente no se va a hacer en todos los países donde se recuerde la fecha, es una lectura uniforme de este gran personaje, sobre el que se polemizó ya en su propia vida. El centenario del nacimiento del escritor puede ser una excelente ocasión para verificar la vigencia y actualidad de sus ideas, estudiarlas, revisarlas, someterlas a discusión, con particular detenimiento en su visión “profética” del mundo y la actualidad de su predica de la “autolimitación” como medio para corregir excesos de todo tipo. Y también sería una buena oportunidad para difundir su obra literaria en ocasión de la impresión de sus obras completas y revisadas que abarcan unos 30 tomos.
El centenario se va a producir en el marco de un “renacimiento” en muchos países de cierto “espíritu nacional” y de revalorización de la propia “identidad” frente a las amenazas de las grandes burocracias estatales, que hasta puede conformar una nueva ideología de poder. Los cambios que protagonizan nuestras naciones, o los que aparecen frente a nuestra vista a mayor distancia, presentan nuevos riesgos de “deslizamiento” a conflictos de insospechada dimensión en un esquema que tiene sus semejanzas con el que se vivió a principios del siglo XX, cuando el optimismo por el desarrollo de la ciencia y del grado de civilización alcanzado impidió ver y controlar la avalancha de violencia, guerras y enfrentamientos, que ocupo prácticamente todo el siglo, y que pareció terminar con la caída del muro. Tanto la situación internacional respecto de los liderazgos nacionales -y la expansión islámica- como los cambios de paradigma que continúan sucediendo al interior de los países, muestran la necesidad de nuevos análisis y le re-evaluación y actualización de formas de convivencia y de organización política y social que se daban como fuera de discusión hasta hace poco.
A pesar de la caída del Muro de Berlín, no han cesado en el mundo las luchas y guerras ideológicas, los “relatos políticos”, la búsqueda de la aplicación de sistemas utópicos destinados a demoler los regímenes republicanos y democráticos y la inclusión deformante e hipertrofiada del concepto de “pueblo” como criterio ordenador del pensamiento político, y hasta teológico. Y si hay una lucha que libró con toda su fuerza y energía el escritor ruso, fue contra el pensamiento ideologizado y la construcción de relatos ajenos al realismo antropológico, filosófico y teológico.
Para muchos es un personaje del pasado que ha pasado al olvido. Apostrofado en su momento -entre otras calificaciones- como reaccionario, antisemita, nacionalista, profeta de catástrofes, desagradecido, su imagen está teñida de matices que obscurecen su vida, su “perfil”, su pensamiento, y su legado. Pero como afirma Joseph Pearce en su biografía, “en pocas ocasiones ha atraído un escritor tanta publicidad, tanto buena como mala a lo largo de su vida. Vilipendiado o reivindicado, amado u odiado, sigue siendo una figura provocativa” (1)
Liudmila Saraskina sostiene que “si se considera que el siglo XIX terminó con la primera guerra mundial, lo mismo que el siglo XVIII se cerró con la Revolución francesa, entonces Solzhenitsyn nació en el verdadero comienzo del siglo XX, y, en el curso de su vida se habrá apropiado de todo el espacio histórico y todo el horizonte semántico de ese siglo. El siglo que nace deberá redescubrir el sentido escondido de las lecciones del siglo que acaba de terminar, y en consecuencia estudiar y comprender los signos que marcaron el destino de Solzhenitsyn. Comienza un pesado trabajo de acceso al conocimiento .” (2)
La cantidad de polémicas suscitadas a su alrededor no ayudaron a un conocimiento univoco ni al consenso sobre sus aportes. Lo cierto es que hay muchas preguntas que responder. Entre otras: ¿qué fue realmente Solzhenitsyn? ¿un idealista desconectado de la realidad y de su tiempo? ¿un soñador? ¿un pensador? ¿un intelectual? ¿un político que actuó como “libero”? ¿un “think tank” unipersonal? ¿un profeta? ¿cual fue su pensamiento? ¿cual fue su obra? ¿cual su legado si lo hubo? ¿fue un personaje importante del siglo?.
Como afirma Saraskina, será necesario “un pesado acceso al conocimiento” y un denso trabajo intelectual para comprender al autor, si se lo prende abarcar, y recibir con plenitud sus aportes.
Solzhenitsyn tiene un modo de analizar la realidad que incluye elementos aristotélicos y medioevales que nos son familiares, como por ejemplo, un tratamiento de los temas que estudia que comprende pasos que podrían corresponder perfectamente a los de la lectio (información), la quaestio (el cuestionamiento, la lógica de los razonamientos y argumentos) y la disputatio (discusión).
Georges Nivat destaca el realismo como una de las características del “fenómeno Solzhenitsyn” (3) que, como buen científico, se mueve durante toda su vida con cierta obsesión por acercarse todo lo posible a la realidad, que resulta ser su principal fuente, “interlocutor” y “referente”.
Para acercarse al universo del mundo real, dedica ingentes esfuerzos en registrar todo aquello que le parece importante en sus elucubraciones: los hechos, los lugares, las personas los acontecimientos de su propia vida y las de sus próximos, y toma notas en fichas. O cuando le es imposible escribir archiva los datos en su prodigiosa memoria. Luego ordena, analiza e interpreta los datos con una visión del mundo en constante movimiento y evolución, pero que avanza a lo largo de su vida en un camino ascendente que le permite ganar altura para ir adquiriendo una perspectiva cada vez más amplia y universal. Y finalmente presenta y publica sus declaraciones, y su obra literaria con el cálculo y la precisión de un artillero que apunta sus cañones al corazón de las ideologías, la utopía revolucionaria, o contra la mentira y su utilización política.
Con ese realismo se mueve en tres círculos concéntricos: el del mundo de la naturaleza, el del pensamiento, y en el mundo sobrenatural. Se podría decir que toda su obra tiene a toda la “realidad” como “fuente” principal. Si la realidad es “irrebatible” y “la única verdad es la realidad”, el acercarse a la realidad para conocerla en todos sus aspectos es el mejor método para acercarse a la “verdad”. Y al sentirse cómodo y seguro con las “verdades permanentes”, y dado que las variables constitutivas de la realidad del “ser”, del “hacer”, del “conocer” o del “creer” no cambian. Su vigencia -esto es, la vigencia de la verdad- es permanente. De ahí la seguridad de sus afirmaciones.
¿Como se acerca Solzhenitsyn a la realidad? Georges Nivat nos dice que es a través de la “mirada”, que observa todo lo que sucede, todas las personas relevantes que intervienen en las historias, todas las formas de pensar y de actuar frente a los mismos hechos. En cierto modo, su método nos lleva a la teoría del conocimiento aristotélica, en particular a la percepción de la realidad a través de los sentidos, y más concretamente de la vista. Su mirada física, intelectual y sobrenatural de la existencia se va conformando a partir de la acumulación de mapas, planos, fotos, testimonios, viajes, reuniones, diálogos y animados debates, y de visitas exhaustivas a los lugares en los que transcurrieron los acontecimientos históricos relevantes.
Pero tiene conciencia de que quienes se ponen en contacto con la realidad son personas distintas unas de otras, y que todos participan de ella en circunstancias que les son propias, con creencias diferentes, y que son protagonistas tanto voluntarios como involuntarios de ella, dado que en muchos aspectos las experiencias humanas son el fruto obligado de factores coercitivos externos fuera de su control y voluntad. En consecuencia, le es necesario analizar los diferentes enfoques y vivencias para no convertirse en una especie de “oráculo” monocorde y autista, con los oídos cerrados a otras convicciones y razonamientos.
Además, sin renegar del conocimiento de la verdad a través de su propio razonamiento, Solzhenitsyn le da un lugar de privilegio a lo que considera una evidencia, a saber que la verdad surge a partir de las pruebas a las que son sometidos los hombres y las naciones en las historias concretas: cada hombre es probado y tiene que definirse a menudo con elecciones que lo “obligan” a optar, y a ponerse del lado de la verdad y de la justicia,o el de la mentira y la arbitrariedad. Y de esa prueba surge el conocimiento de lo verdadero y lo justo.Las pruebas a las que son sometidos hombres y naciones les proporcionan la oportunidad de optar entre la aceptación o el rechazo de discursos y relatos que se interponen entre ellos y la realidad, con el riesgo de quedar presos de las ideologías, o ser verdaderamente libres.
La libertad para Solzhenitsyn, trasciende así las circunstancias externas y lo lleva así a bendecir la prisión en la que el mismo fue forzado a elegir entre el relato -como filtro- o acercarse a la misma realidad, enemiga de toda ideología.
El realismo de Solzhenitsyn lo lleva a la utilización de un recurso casi “filmográfico” en sus obras. En muchos de sus escritos importantes vemos su figura como la de un autor, director y protagonista de películas en las que el mismo se pasea virtualmente con su “cámara literaria” en escenarios elegidos, como en el cine real lo hiciera Alexander Sokurov en “Russian Ark” (2002), que recorre el Hermitage de San Petersburgo en una sola toma. O al modo de Sergei Bondarchuk en “War and Peace” (1966), que “pasea” por la historia narrada por Leon Tolstoi en 1869, penetrando con realismo los hechos, las personas, los sentimientos y la historia.
Daniel J Mahoney, premio Raymond Aron 1999, afirma que Solzhenitsyn no confunde progreso moral con desarrollo tecnológico, y que “…debe ser leído a la luz de las tradiciones literarias e intelectuales rusas, y a la luz de la gran tradición del pensamiento político que comenzó con Platon y Aristóteles, y prosigue con Montesquieu, Burke y Tocqueville”. Por su completa experiencia y profundo análisis de un siglo que ha sufrido con las ideologías, “su mensaje no ha perdido nada de su actualidad, para una humanidad que continúa buscando un sentido” (4).
La actualidad de su pensamiento convertirá al centenario en una oportunidad para todo aquel a quién este pensador, luchador, profeta, polemista y patriota le signifique algo.
(1) “Solzhenitsyn, un alma en el exilio” – por Joseph Pearce, Ciudadela, 2007
(2) “Alexandre Soljénitsyne” de Lioudmila Saraskina Fayard 2010
(3) “Le Phénomène Soljénitsyne” de Georges Nivat Fayard 2009
(4) “Alexandre Soljénitsyne : En finir avec l’idéologie” de Daniel J Mahoney Fayard 2008