Impulsar los brotes verdes y cortar la cizaña

EDITORIAL DE LA NACIÓN – Brotes verdes es la denominación aplicada a las señales de reactivación económica que muestra la economía argentina desde hace algunos meses. Estas señales se han ido ampliando y definen una tendencia a la superación de la recesión que, con altibajos, caracterizó los últimos cuatro años. El nivel de actividad tocó fondo en el tercer trimestre de 2016, iniciando luego un proceso de recuperación que hoy continúa. Según el índice de actividad de FIEL, la industria, que venía cayendo desde fines de 2013, ha revertido esa tendencia. Los datos oficiales (EMI) muestran también variaciones positivas respecto del año anterior. Se destaca la producción agropecuaria, particularmente de la pampa húmeda, que tuvo una positiva reacción frente a la disminución de la carga tributaria con el recorte de las retenciones. También, a fines de 2016 se inició la recuperación de la construcción, al principio impulsada por la obra pública y posteriormente acompañada por el sector privado. La instrumentación de líneas de crédito hipotecario por los bancos oficiales y privados ha sido el principal elemento impulsor de la construcción de viviendas.mejora de la economía argentina

Las exportaciones industriales dependen en gran medida de las compras desde Brasil. Para que éstas reaccionen habrá que esperar una mejora del nivel de actividad del vecino país, lo que se empieza a observar. El otro componente de la demanda de productos industriales es el consumo interno, que ha demorado su recuperación por la escasa reacción del gasto de las familias. Ésta es una consecuencia inevitable del necesario sinceramiento de precios y de la fuerte presión impositiva relacionada con el desborde fiscal heredado de la gestión kirchnerista. El modelo anterior se basaba en exprimir impositivamente y mediante el control de precios a los sectores productivos, para transferir capacidad de gasto artificial a los consumidores, particularmente en las grandes ciudades. Se congelaron las tarifas de los servicios públicos compensando a los prestatarios con crecientes subsidios. Las retenciones y un tipo de cambio oficial irrealmente bajo debido al cepo permitían acotar el precio de los alimentos. De esa manera los argentinos se estaban comiendo la gallina de los huevos de oro para encaminarse a una crisis de la producción. Las correcciones imprescindibles instrumentadas por el nuevo gobierno tuvieron como contrapartida una pérdida del poder de compra y una reducción del consumo interno, que se revertirá lentamente.

La mejora del gasto privado se debe hoy apoyar en una mejora genuina del empleo y del salario real. Ambas cosas lo están haciendo levemente, aunque la confianza de los consumidores sigue baja. Una mayor difusión de estadísticas independientes contribuiría a un mejor conocimiento del inicio de la reactivación. Así se compensaría el efecto de caída de confianza de los consumidores, que a su vez alimenta la retracción del consumo. Se debería contrarrestar la abundante e insistente referencia en la propaganda electoral de los partidos de oposición a una supuesta situación generalizada de extremo desastre económico, de aflicción y de hambre. La ex presidente Cristina Fernández de Kirchner llegó al extremo de hablar de una crisis más grave que el Rodrigazo; un reprobable caso de hipocresía y mala fe.

Así como llega a importantes segmentos de la sociedad un discurso que se aprovecha de afirmaciones que siempre encontrarán eco, por ejemplo la muletilla “no se llega a fin de mes”, no parece haber una convicción generalizada de que con el anterior modelo económico y político hubiéramos terminado en una situación similar a la de Venezuela.

Pero así como propugnamos esforzarse en difundir los buenos datos de la economía, no debería omitirse la publicación de la información nada alentadora relacionada con la situación fiscal y el acelerado endeudamiento. Es como la cizaña entre los brotes verdes. El presidente Macri en persona debería exponer estos datos y demostrar claramente que son consecuencia de la herencia recibida. Esta explicación se ubica en el terreno de la aritmética elemental y no en el de la ideología.

No se trata tampoco del delirio de economistas ultraortodoxos, sino de una realidad que es fácil hacer comprender. No hace falta más que sentido común para entender que si no se corrigen el gasto excesivo y el déficit, el aumento de la deuda podría repetir una crisis tan dañina como la que los argentinos recuerdan perfectamente.

El Presidente debió haber hecho esta explicación mucho antes, tal vez el mismo 10 de diciembre de 2015, pero aún está a tiempo. Simultáneamente, debería reclamar el apoyo de la ciudadanía asegurando que la corrección se realizará protegiendo a los que menos tienen. Lo que es posible. Éste sería el camino correcto para que un hombre de Estado consolide un liderazgo. Con más razón y no con menos, cuando está frente a un proceso electoral de mitad de mandato.

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