Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
IPROFESIONAL – Desde que asumió a la presidencia del Banco Central, hace casi dos años, Federico Sturzenegger se propuso consolidar al peso como “reserva de valor”, pero la realidad y la propia historia nacional están jugando en contra de sus intenciones.
En el balance final, todo parece indicar que tanto para los momentos “pacíficos” del país, como también para los lapsos donde hay máxima tensión local o externa, la demanda de los argentinos por el billete con la cara de Washington no se detiene.
El volumen de compras de dólares tiene un piso alto, del cual no baja a pesar de que cambie el contexto político-económico, y parece una obsesión que es difícil de desarticular de la mente de los argentinos.
Esto se comprobó el mes pasado, cuando se registró el récord máximo de venta de dólares en mucho tiempo, al contabilizarse en todo agosto (último dato disponible) compras por parte de más de un millón de ahorristas por un monto total que superó los u$s3.500 millones. Una cifra que superó en u$s500 millones a lo marcado en julio.
Un nivel mensual que no sólo representa la cantidad más elevada que debió afrontar la gestión macrista, sino que es la más alta desde octubre de 2008. Varios años antes que Cristina Kirchner instaure el cepo cambiario, a fines del 2011.
Más allá que la incertidumbre electoral previa a las PASO del 13 de agosto incidió en esta fuerte solicitud de moneda estadounidense, las altas tasas de interés en pesos ofrecidas en el último tiempo tampoco pudieron contrarrestar el “apetito” dolarizador de los pequeños y medianos ahorristas.
Pese a que la lógica indica que apostar por el billete nacional genera mayores ganancias que con el dólar, el argentino medio prefiere obtener menos rentabilidad pero mantener resguardado su capital en la tradicional referencia verde.
Los números son claros y no presentan dudas respecto a cuál de las dos es la decisión más rentable, ya que mientras las Letras del BCRA pagan en el mercado secundario por arriba del 27% anual, se estima que en todo 2017 el tipo de cambio subirá alrededor de 17%, según las proyecciones de los principales economistas.
En síntesis, los instrumentos en pesos ofrecen unos 10 puntos porcentuales más que el billete verde.
De hecho, la banca de inversión Puente dijo de forma puntual días atrás en un informe: “Manteniendo una expectativa sobre el tipo de cambio en $17,5 para finales del año, sigue luciendo conveniente la exposición a instrumentos en pesos”.
Y en esta patriada, ni siquiera Sturzenegger parece poder desalentar a los ahorristas que piensan en dólares al ofrecerles un instrumento financiero que ajusta por inflación, como es el caso de las UVA (Unidades de Valor Adquisitivo).
Con el espíritu de hacer crecer el sistema financiero local, “desarrollamos las UVAs, unidades de cuenta atadas a la inflación, que permiten resguardar el ahorro en pesos y estimular el crédito a largo plazo”, dijo tiempo atrás el presidente del BCRA.
Para él, este instrumento “permitirá consolidar a nuestra moneda como reserva de valor a largo plazo”.
Incluso, en abril del año pasado, cuando lanzó las UVA, dijo que “un dólar en una lata, tiene una tasa de retorno real para la sociedad de menos la inflación de Estados Unidos. Es decir perdemos plata”.
Razón tiene Sturzenegger desde lo teórico, las cuentas le dan la razón, pero a la hora de ir más allá y revisar los hechos acumulados durante las últimas tres décadas que encierra la historia argentina, los ahorristas evidencian que sucedió lo contrario: el que apostó al dólar ganó en el tiempo.
Este comportamiento se vio a las claras en los últimos meses, con la demanda récord en la compra de divisas, pese a que la rentabilidad que ofrece “pierde” por varios puntos contra el avance de la inflación y las tasas en pesos.
Así, la realidad indica que el presidente del Banco Central perdió una batalla. No sólo por la elevada demanda de divisas de los particulares, que tocó un récord en nueve años.
También estas cuantiosas solicitudes de minoristas, bancos y empresas, le ocasionaron un golpe a fines de julio, cuando el BCRA tuvo que discontinuar por unos días la libertad de la flotación cambiaria pregonada durante mucho tiempo, y salió a vender por presión política unos u$s1.800 millones en el mercado para calmar y “frenar” el alza en el precio del tipo de cambio, en plena previa a las PASO.
Razones verdes
Claro, no siempre el pequeño o mediano ahorrista piensa igual que un gran inversor, sino que existen otros factores que llevan a dejar de lado saber cuál será su ganancia “fría” en el corto plazo.
“En Argentina, cuando sube el precio del dólar, la gente demanda más”, indica a iProfesional Gastón Rossi, el economista y director del Banco Ciudad por ECO, el partido de Martín Lousteau.
Y agrega que mucha gente “ve un termómetro en la divisa, que muestra un síntoma de la economía local, pero no la enfermedad, y para cubrirse, por las dudas, sale a comprar billetes sin importar su precio”.
Es decir, por más que las Lebac en pesos brinden una mayor ganancia, la “experiencia histórica argentina” en términos cambiarios lleva a que ante cualquier incertidumbre se tome como algo natural en la sociedad refugiarse en dólares.
En el mismo sentido, Ramiro Castiñeira, director Econométrica, agrega a este medio: “Hay un piso de dolarización que es histórica por la imprevisibilidad que siempre tuvo Argentina en el mediano plazo. Desde el Rodrigazo, el corralito de Cavallo y el cepo cambiario del 2011 que el argentino se intenta cubrir en dólares de los riesgos macroeconómicos”.
Las compras realizadas mensualmente por los minoristas en los bancos demuestran esto, ya que existe un piso de volumen muy elevado que se mantiene, sin importar qué ocurra en el medio en el país o a nivel mundial:
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-De hecho, si se observan las cifras de 2016, meses después que el Gobierno eliminó el cepo cambiario, y se trataba de un año en el que existía gran optimismo en la City por la nueva administración nacional, sin ruidos políticos, ni elecciones a la vista, los argentinos compraron un promedio de u$s1.400 millones mensuales.
-Incluso en el corriente 2017, el promedio de salida de dólares del sistema es de u$s2.800 millones mensuales.
-Y si se toma como referencia al 2015, antes del cambio de Gobierno en diciembre de ese año y en pleno cerrojo a la compra de divisas para todos y todas, el promedio de ventas entre enero y noviembre fue de u$s570 millones mensuales.
Un nivel mínimo que se repiten en anteriores períodos, marcando que el argentino siempre se refugia en dólares, y que existe una “base alta” de compras.
“En 2004 el tipo de cambio era tan elevado (llegó a $4 por billete verde) que desincentivaba la compra de dólares, pero igualmente se vendía un piso de unos u$s600 millones mensuales”, recuerda Rossi.
Según los analistas consultados por iProfesional, esta cobertura puede plasmarse en la compra de billetes físicos para ponerlos debajo del colchón, o bien, para utilizarlos en turismo y compras en el exterior, cuyos precios lucen más baratos que los domésticos.
“Hay un piso estructural de venta de dólares por el marco general macroeconómico y por el turismo, ya que se percibe barato el tipo de cambio y que conviene viajar al exterior”, resume Rossi.
Y Castiñeira completa: “No todos los que compran divisas están ahorrando, sino que también es para turismo, ya que el déficit en este rubro hoy es más de u$s10.000 millones al año. Este nivel es uno de los más altos y se asemeja al que había durante cepo. Cambiario”.
“Con el mismo precio que cuesta ir a Gesell se puede ir a Miami”, grafica el experto.
A ello se le debe sumar los precios ventajosos en el extranjero de indumentaria, electrónica y otros artículos de consumo.
Déficit de fondo
Además, existe un factor que influye en el apetito dolarizador del argentino: el sostenido déficit fiscal del Estado genera que el Gobierno se deba financiar por medio de emitir deuda en el exterior, lo que causa un mayor ingreso de divisas.
Esta inyección de oferta de billetes produce la baja del precio del dólar y que se mantenga el retraso cambiario.
También influye la elevada inflación, que para el mercado este año superaría el 22% anual, mientras el tipo de cambio subiría un menor nivel: 17%.
En consecuencia, el argentino percibe “barato” al billete verde, ya que los precios de la economía se mueven a un ritmo más veloz que la divisa.
“Los ahorristas conocen de algún modo la historia volátil de nuestros mercados. Saben que hay alta inflación, y que el dólar está retrasado. Tal vez no todos saben que esto se debía al déficit fiscal y la entrada de dólares por la deuda creciente, pero sí saben que la Argentina está cara en dólares. Y la experiencia muestra que, luego de un tiempo, esas cosas se corrigen”, resume Agustín Etchebarne, director de la Fundación Libertad y Progreso.
Y concluye de forma lapidaria: “Los argentinos saben que no pueden ahorrar en pesos, porque desde el año 1935 sacamos 13 ceros a la moneda. La inflación promedio desde el primer peronismo (1946) es del 70% anual, salvo la década del ´90 con el plan de Convertibilidad que la inflación bajó a cero”.
A la hora de pensar a futuro, en base al plan que pretende instaurar Sturzenegger para brindarles a los ahorristas herramientas en pesos que les permitan obtener una mayor ganancia que la alternativa de comprar dólares, los analistas consultados por iProfesional son precavidos.
De hecho, le achacan algunos errores que pueden afectar sus intenciones de generar confianza en la moneda nacional.
“Sturzenegger no puede cambiar 80 años de historia de un plumazo. Pero sí considero que tiene un fracaso en su haber porque estableció la meta de una inflación anual de entre 12% y 17%, pero terminará por encima de 20% y no se ve todavía una desaceleración importante para el segundo semestre. Esto le ha hecho perder credibilidad al Banco Central”, resume Etchebarne.
Por lo pronto, existen factores estructurales y coyunturales que impiden confiar en el peso. La dinámica inflacionaria es elevada y cambiar la cultura de ahorrar en dólares llevará varios años.
“Para el inversor menos sofisticado, que siempre estuvo entre comprar dólares o abrir un plazo fijo, preferirá comprar dólares porque sabe que contra la inflación pierde dejando la plata en el banco”, considera Rossi.
Y concluye: “Va a llevar muchos años para que la gente piense en pesos, y que las tasas sean atractivas para el ahorrista medio”
Esto se debe a que hoy un plazo fijo paga alrededor del 19% anual, por debajo de la suba estipulada de precios de la economía.
Al mismo tiempo, la situación coyuntural también incide en que la gente decida refugiarse en moneda estadounidense, y que continúe el piso actual alto de dolarización, al ver que hay todavía ciertos actores que “quieren volver a un modelo del pasado o aquellos que convalidan lo que ocurre en Venezuela”, agrega Castiñeira.
En resumen, las intenciones del Banco Central de darle fortaleza a la moneda nacional, se considera como un efecto que queda únicamente desde lo discursivo, porque la economía transita otro camino.
“La realidad indica que eso no se va a lograr hasta que no se equilibren las cuentas públicas (el déficit) y las cuentas externas, parta generar tanto una economía como una moneda sana, cosa que hoy esto no sucede”, finaliza Castiñeira.
Según un informe de la Consultora Analytica, uno de los mayores problemas heredados por la administración Cambiemos radica en el elevado déficit de las cuentas públicas. “El Gobierno optó por una estrategia gradual y hoy nos encontramos con un déficit financiero consolidado en torno al 7% del PBI”.
En definitiva, la elevada inflación, las cuentas estatales que todavía no cierran y la incertidumbre respecto al rumbo político y económico del país -todos factores de arrastre que Argentina no logró resolver hasta el momento-, llevan a que la clase media opte por refugiarse en el dólar.
Y por el lado de Sturzenegger, lleva a que no pueda torcerle el brazo a algo tan pesado como es la historia.-