El Trump brasileño

Foto de Ian Vasquez

Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.

Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.

Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.

Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

EL COMERCIO – Ha surgido de la nada un candidato presidencial en Brasil al que todos comparan con Donald Trump. El congresista y ex militar Jair Bolsonaro ocupa el segundo lugar —después del ex presidente Lula da Silva— en las encuestas presidenciales. Ha llegado allí con un discurso populista de derecha. Tal fenómeno hubiera sido impensable en el Brasil de tan solo unos años atrás. Su auge político, sin embargo, refleja los cambios sociales y culturales que se han estado dando por más tiempo.

Al igual que el entonces aspirante presidencial populista estadounidense, el brasileño es a veces vulgar, improvisado e ideológicamente arbitrario. A una colega del Congreso, por ejemplo, le dijo que no la violaría porque “es fea y no lo merecía”. Es un nacionalista que niega que la dictadura militar que empezó en los 60 haya sido una dictadura. Dice que favorece el comercio libre, pero que sea más con EE.UU. que con China.análisis político

Y al igual que Trump, Bolsonaro ha tenido mucha llegada al atacar el establishment político y acusarlo, con mucha más razón que la del presidente de EE.UU., de ser corrupto. Sin precisar cuál sería su política pública al respecto, habla del gran problema del crimen y la necesidad de aplastarlo, tema que no tratan los otros potenciales candidatos.

En todo eso, el establishment político, y especialmente el Partido de los Trabajadores que gobernó entre el 2003 y el año pasado, ha ayudado mucho. Su desempeño terminó en los escándalos de corrupción más grandes de la historia brasileña y en la recesión más severa desde la Gran Depresión.

Detrás del fenómeno Bolsonaro, que puede o no ser pasajero, ha habido cambios de fondo. Hoy en Brasil, el debate público admite propuestas de reformas, como privatizaciones o en el sector laboral, que antes no se tomaban en serio y que ahora las apoyan políticos importantes. Hace unos meses se aprobó una enmienda constitucional para limitar el gasto, por ejemplo, por no mencionar el procesamiento y condena de miembros de la élite involucrados en corrupción —también inimaginable hasta hace poco—.

Durante una visita a Sao Paulo la semana pasada, pregunté al reconocido politólogo Fernando Schüler por qué, después de tantos años en que Brasil se ha quedado atrás del resto de la región en términos de reformas, de repente se ha visto un interés mayor por ideas nuevas, muchas de ellas positivas, e incluso por la juventud brasileña. Su respuesta fue tan simple como contundente: la izquierda brasileña finalmente ha perdido su hegemonía cultural.

Según Schüler, incluso durante la dictadura militar, la izquierda marcaba la agenda de las instituciones culturales. La hegemonía de la izquierda solo se fortaleció con el fin de la dictadura en los 80. Recuerda que pocos políticos o empresarios se atrevían a llamarse conservadores. Irónicamente, la llegada de Lula da Silva al poder, con su narrativa clasista y excluyente, ayudó a polarizar la política y eventualmente a debilitar a la izquierda, pues su partido se corrompió en el poder.

Afortunadamente, hoy nadie ejerce una hegemonía cultural en Brasil. El debate público brasileño se está llenando de ideas nuevas, incluso de las liberales hasta poco casi desconocidas allí. Googlereporta, por ejemplo, que las búsquedas brasileñas en Internet sobre el economista Ludwig von Mises se han disparado por encima de pensadores convencionales como Keynes que cayeron en picada. Partidos y grupos nuevos, como la Fundación Índigo, son muy activos en redes sociales compartiendo propuestas que aumentan la libertad y reducen el poder de los políticos.

La explosión de entusiasmo de jóvenes brasileños por estas ideas es impresionante. De hecho, asistí a una conferencia de más de 600 jóvenes liberales de todo el país. Eso también es absolutamente novedoso y prometedor para el futuro de Brasil.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 17 de octubre de 2017.

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