Un poco de Shakespeare

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

Artículo en EL CRONISTA

Más vale tarde que nunca: finalmente se hizo un diagnóstico correcto del esperpento que dejó el gobierno anterior, pero debe tenerse presente que el eje central de lo que nos viene ocurriendo desde hace unas siete décadas es el peso asfixiante del aparato estatal, en eso consiste el populismo.

La corrupción es desde luego degradante pero el objetivo no debe consistir en un Leviatán exasperante sin malversaciones. En el extremo un ´Gulag decente´ no es a lo que aspiramos.

Queremos liberar recursos al efecto de engrosar los bolsillos de la gente para lo cual es menester reducir el gasto público. Hasta ahora se machacaba en tres andariveles incoherentes.

En primer lugar, hacer eficiente el gasto, pero si algo es inconveniente y se hace eficiente es mucho peor. En segundo lugar, el podar funcionarios pero, como en la jardinería, la poda hace crecer con más fuerza. De lo que se trata es de eliminar funciones (para empezar los nuevos ministerios creados por este gobierno). Por último, cifrar las esperanzas en el crecimiento del producto para disimular la ratio con el gasto en lugar de comprender que deben eliminarse faenas incompatibles con un sistema republicano.

Espero que estos mitos malsanos se hayan disipado a raíz de las referencias recientes a la necesidad de reducir el gasto estatal.

Pero ahora vienen los aplaudidores (para no decir alcahuetes) que pretenden mitigar el impulso al afirmar que no debe hacerse caso a los ortodoxos (un término solo apropiado para la religión) y bajar la velocidad. No se percatan estos personajes que desde el llano hay que apuntar alto, precisamente para permitir la mejor negociación en las esferas políticas.

Si de entrada se parte de metas poco ambiciosas a poco andar los objetivos quedarán por el zócalo.

Shakespeare ha estampado en Hamlet que “Las enfermedades extremas se curan con medidas extremas o no se curan” (acto IV, escena III). Las explicaciones y las anécdotas pueden ser de muy variado tenor pero lo relevante son los resultados.

Ya hemos chocado con la pared muchas veces, no podemos correr el riesgo de repetir esas frustraciones. Ya vivimos las fases ciclotímicas de intensa alegría y profunda depresión.

El déficit fiscal bien medido con provincias e intereses incluidos ha crecido junto a la deuda pública, no repitamos la misma senda porque el precipicio es inmisericorde. No juguemos al enroque impositivo ni a la ´franela´ sindical porque los riesgos son grandes.

Es muy importante y alentador abrirse al mundo pero en última instancia no es para mostrar más de lo mismo sin corrupción, es para de una buena vez dejar el populismo atrás. Los empleados de la Biblioteca Nacional y los asesores de legisladores no carecen de importancia, pero el problema es muchísimo más de fondo.

Descontamos la mejor buena voluntad de los actuales gobernantes, pero recordemos que el camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones.

 

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