En torno a un libro de José Levy

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

Frente a tantos que la emprenden contra los musulmanes a raíz de los actos terroristas por todos conocidos, es sin duda una bocanada de aire fresco el libro de José Levy – doctor en filosofía, corresponsal de CNN en Medio Oriente- donde muestra que el tema no es de esa religión que igual que las otras dos monoteístas pretende la paz por lo que con razón dice el autor que resulta “equívoco” el nombre de “Estado Islámico” puesto que “es erróneo reconocer cualquier fenómeno protagonizado por musulmanes como representativo de toda su religión”.

Bien consigna el autor que “La religión musulmana, la cual en determinados siglos fue modelo de tolerancia hacia los otros credos, ya fuera durante la España musulmana o durante el Imperio Otomano, es ahora empleada de manera viciosa por extremistas que intentan transformarla en rehén de sus perversiones y valerse de ella como excusa para las actuaciones más siniestras” puesto que para “muchos musulmanes el Yihad es una guerra santa pero no de conquistas territoriales y muerte, sino interna, de esfuerzo y deseo de superarse espiritualmente”.

Los terroristas entonces son criminales a secas, el mezclar religiones solo logra una llamarada de fanatismos incontenibles. Guy Sorman y Gary Becker sostienen que el Corán es el libro de los hombres de negocios debido al respeto a los contratos y la propiedad. Recordemos que en el 5:31 del Corán se subraya que el que mata a un hombre ha matado a la humanidad.

El fanatismo criminal en nombre de la religión no es patrimonio de los musulmanes, la única diferencia que los cristianos con la brutalidad de la Inquisición, las “guerras santas” en la conquista de América, las Cruzadas y el tratamiento indecente de judíos (en este último sentido véanse los dos tomos del libro del sacerdote católico Edward Flannery titulado Veintitrés siglos de antisemitismo), por todo lo cual afortunadamente Juan Pablo II pidió perdón, la única diferencia decimos es que los cristianos se referían a “los herejes”, mientras que los que se escudan en el Islam llevan a cabo sus espantosas fechorías contra “los infieles”. Los judíos también han hecho lo suyo en su momento si tenemos en cuenta, por ejemplo, el martirio de San Esteban.

Como dice Levy, las religiones no son las responsables, los criminales las quieren usar para camuflar sus horrendos homicidios. En modo alguno quiero banalizar ni frivolizar la notable documentación en el libro de este estudioso puesto que los entrenamientos y adoctrinamientos de los asesinos por parte del así denominado “Estado Islámico” son tremebundos (la obra se titula Terror alerta ISIS. Una amenaza para toda América) pero los que reclutan son fracasados que no han podido conseguir mujeres en esta tierra ni han podido abrirse paso en los negocios -pero no por ello menos peligrosos- por lo que se excitan con la idea que en el más allá cada uno estará rodeado de 72 vírgenes de una belleza extraordinaria y podrán tener automóviles y casas sin que exista escasez alguna. Y los entrenadores de estos bestias están enceguecidos por una brutal ideología que como toda ideología es sectaria y cerrada al conocimiento por su naturaleza evolutivo, por lo que desean fervientemente liquidar toda manifestación civilizada que representarían los antes mencionados “infieles” (del mismo modo y por los mismos motivos, repitámoslo, que lo hicieron los cristianos contra los “herejes”).

Muy sabios han sido los Padres Fundadores estadounidenses al establecer lo que denominaron “la doctrina de la muralla” al efecto de separar de modo tajante la religión del poder político puesto que “la verdad absoluta” constituye un inmenso peligro en manos de gobernantes. Es por ello y es en este conexto que como hemos repetido antes, bien ha consignado Emmanuel Carrére que “lo contrario a las verdades no son las mentiras sino la certezas”. Personalmente no comparto prácticamente nada de la política del ex presidente G.W. Bush, pero concuerdo con sus declaraciones formuladas en una mezquita inmediatamente después de la acción criminal del 11 de septiembre. Señaló con razón que “debe diferenciarse claramente lo que es un asesino de quien profesa la religión musulmana”.

En otra ocasión escribí que debemos tener en cuenta que la población mundial musulmana es de mil quinientos millones de habitantes y como ha repetido Salman Rushdie solo los gobiernos que comandan regimenes totalitarios pretenden secuestrar a sus habitantes de las normas de convivencia civilizada. El sheij de la comunidad islámica argentina Abdelkader Ismael- licenciado en teología y licenciado en ciencias políticas- declaró a “La Nación” de Buenos Aires que naturalmente cuando los terroristas de la ETA o la IRA atacan se los identifica como criminales pero no por las religiones que profesan sus integrantes, sin embargo, esto no ocurre con los musulmanes: “al criminal hay que llamarlo por su nombre y apellido y no por la religión a la que cree responder” puesto que “un musulmán verdadero jamás alienta a sus hijos a celebrar la muerte de otro ser humano”, pero de tanto repetir estereotipos se los terminan creyendo ya que “si siempre escucho tango, puedo creer que no existe otra música”.
Más arriba anunciamos que el Corán señala que “Quien mata, excepto por asesinato, será tratado como que mató a la humanidad” (5:31), ahora agregamos que enfatiza la importancia de la palabra empeñada y los contratos (2:282) y la trascendencia de la propiedad privada (2:188). También otros destacados autores como Gustave Le Bon, Ernest Renan, Thomas Sowell, Huston Smith, Víctor Massuh, Henry G. Weaver y tantos otros han subrayado las notables contribuciones de los musulmanes a través de la historia en cuanto a la tolerancia con otras religiones, el derecho, las matemáticas, la economía, la música, la literatura, la medicina, la arquitectura y la fundación de innumerables universidades. Averroes fue uno del los mayores responsables de trasladar la cultura latina a centros de estudio europeos.

Es realmente admirable el esfuerzo académico que llevan a cabo los miembros del Minaret of Freedom Foundation en Maryland (EEUU) para contrarrestar la visión errada en cuanto a los fundamentos del Islam y muestran como en las fuentes se encuentra la adhesión a los mercados libres y los marcos institucionales compatibles con el estado de derecho, la importancia de la tolerancia y el pluralismo y también subrayan lo objetable de aberrantes mutilaciones y en general el maltrato a la mujer en cualquier sentido que sea. En lo personal, he mantenido correspondencia con su Presidente el profesor Amad-ad-Dean Ahmad, quien revela en uno de sus libros que las contribuciones de musulmanes han constituido uno de los antecedentes de la Escuela Austríaca (de Menger, Böhm-Bawek, Mises, Hayek, Kirzner y Rothbard) y quien es secundado en la mencionada institución por profesionales como Shahid N. Sahah, Aly Ramdan Abuzaa, Sharmin Ahmad y Oma Altalib, cuyo Consejo Directivo también está integrado por especialistas en la tradición musulmana como el catedrático de la Universidad de Michigan Antony T. Sullivan.

En un contexto de guerras religiosas, buena parte de las muertes en lo que va de la historia de la humanidad han ocurrido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad. Es tiempo de no caer en la macabra trampa tendida por quienes usan las religiones para escudarse en sus actos criminales porque saben que con ello desatan pasiones irrefrenables.
Es como escribe Voltaire en “Oración a Dios” en su Tratado de la tolerancia: “que los que encienden cirios en plena luz del mediodía para celebrante, soporten a los que se contentan con la luz del sol; que los que cubren su cuerpo con tela blanca para decir que hay que amarte, no detesten a los que dicen lo mismo bajo una capa de lana negra; que sea igual adorarte en una jerga formada de antigua lengua, que en un jerga recién formada”.
Es de desear que quienes somos testigos del abuso e interpretación retorcida de religiones propiamente dichas no miremos para otro lado cuando no toca nuestras creencias porque con esta conducta del avestruz no solo se cometen injusticias muy graves sino que así perderemos nuestro derecho a quejarnos cuando toque el turno de atacar nuestros valores y creencias. Debemos ser respetuosos de otras manifestaciones culturales que no son las nuestras y que no afectan derechos de terceros, esta es la única manera de cooperar pacíficamente en una sociedad abierta y es el único modo de ir descubriendo distintas avenidas y horizontes. La islamofobia, la judeofobia, la fobia al cristianismo, al budismo, los rechazos a deístas, agnósticos y ateos y demás manifestaciones de intolerancia solo prometen dolor y sangre.

Respecto al antedicho tratamiento infame por parte de los cristianos para con los judíos, también reitero lo dicho en otra oportunidad. Después de todas las atrocidades criminales que han ocurrido en el mundo perpetradas contra los judíos, todavía existe ese perjuicio bárbaro que se conoce como “antisemitismo” aunque, como bien señala Gustavo Perednik, es más preciso denominarlo judeofobia puesto que esa otra denominación inventada por Wilhelm Marr en un panfleto de 1879 no ilustra la naturaleza y el significado de la tropelía.

Spencer Wells, el biólogo molecular de Stanford y Oxford, ha escrito que “el término raza no tiene ningún significado”. En verdad constituye un estereotipo. Tal como explica Wells en su obra mas reciente, todos provenimos de África y los rasgos físicos se fueron formando a través de las generaciones según las características geográficas y climatológicas en las que las personas han residido.

La torpeza de referirse a la “comunidad de sangre” pasa por alto el hecho que los mismos cuatro grupos sanguíneos que existen en todos los seres humanos están distribuidos en las personas con los rasgos físicos mas variados. Todos somos mestizos en el sentido que provenimos de las combinaciones mas variadas y todos provenimos de las situaciones mas primitivas y miserables (cuando no del mono).

También apunta Sowell que en los campos de extermino nazis se rapaba y tatuaba a las víctimas para poder diferenciarlas de sus victimarios. Esto a pesar de todos los galimatías clasificatorios de Hitler y sus sicarios, quienes finalmente adoptaron el criterio marxista (dicho sea de paso como una nota a pie de página, el antisemitismo de Marx queda consignado en su escrito La cuestión judía) solo que en lugar de ser el polilogismo clasista fue el racista pero son la misma insensatez en cuanto a que nunca pudieron mostrar cuales eran las diferencias entre la lógica de un “ario” respecto de las de un “semita”. Darwin y Dobzhansky -el padre de la genética moderna- sostienen que aparecen tantas clasificaciones de ese concepto ambiguo y contradictorio de “raza” como clasificadores hay.

Al margen digo que mis principales profesores han sido de origen judío o judíos practicantes por lo que aprovecho la oportunidad para rendirles merecido tributo.

En resumen, el libro de José Levy constituye un valioso y muy oportuno aporte a la tolerancia religiosa y a encender las alarmas por la barbarie terrorista que afirma el autor debe combatirse con buena educación y con todas las armas defensivas y preventivas de que seamos capaces sin vulnerar derechos, porque como señalaba Benjamin Franklin “si se renuncia a libertades en nombre de la seguridad, no tendremos ni lo uno ni lo otro”.

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