Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Crédito y Caución, una empresa de seguros española, lanzó hace un tiempo la iniciativa Twecos, donde entrevistan a “las cuentas personales más influyentes sobre conversación económica en la red social Twitter”. Recientemente tuve el honor de aparecer entre sus seleccionados. Aquí abajo puede leerse la entrevista, publicada originalmente en este link.
De 2012 a 2014 usted fue analista de la fundación argentina Libertad y Progreso. ¿Qué modelo económico defiende para su país?
Para mi país, y para cualquier otro del mundo que desee prosperar, defiendo un sistema basado en la libertad de las personas. Creo que el capitalismo ha sido y sigue siendo el mejor sistema para reducir la pobreza y por eso es tan importante que se le dé al sistema económico la máxima libertad. Eso genera incentivos para invertir, producir e innovar. Una vez que las fuerzas creativas de los empresarios se liberan, los resultados económicos son asombrosos.
¿Qué experiencias económicas vividas por Argentina podrían aplicarse a la evolución española y viceversa?
Muchos economistas recomendaban a los países en crisis en Europa, como España, Portugal o Grecia, abandonar el euro, devaluar sus monedas y así lograr una recuperación impulsada por las exportaciones. De alguna manera, esto fue lo que hizo Argentina tras la crisis de 2001. A partir de allí, es cierto que el crecimiento repuntó, pero el costo económico y social fue inmenso y perdura hasta nuestros días. La salida de la convertibilidad redujo de 8.000 a 2.000 dólares el PBI per cápita de la noche a la mañana. Esto envió a la pobreza al 50% de la población y abrió la puerta a la inflación, que nos acompaña desde entonces. El atajo devaluatorio consiguió éxito por la destrucción del salario real de los argentinos, que solo volvió a su nivel previo a la devaluación hace unos pocos años. La salida española de la crisis, con todos sus bemoles, ha sido mucho más responsable y criteriosa.
Y ahora, ¿con qué perspectivas se mira a Europa desde el continente americano?
Yo veo un continente que, gracias al comercio internacional y a un sistema institucional que ha respetado los derechos de propiedad, ha logrado estándares de vida que están a la cima del mundo. Esto no solo se observa en los datos agregados, sino en cualquier visita que se hace a las grandes ciudades de Europa. Por el lado negativo, se ve un Estado del Bienestar que solo ha traído dolores de cabeza para el continente, reduciendo su tasa de crecimiento y promoviendo un sistema donde la mitad de la población vive para sostener a la otra mitad. Esto no solo es una cuestión moral sino que, en algún momento, se vuelve insostenible desde el punto de vista económico.
A su juicio, ¿cuáles serán los grandes retos de la economía internacional en 2018?
Creo que la normalización de la política monetaria en los Estados Unidos. Así como entramos en tierras desconocidas cuando la Fed salió a tirar dinero desde un helicóptero, aunque este dinero no les cae a todos por igual, estamos en el mismo terreno desconocido a la hora de la normalización. ¿Se pincharán las burbujas?, ¿habrá deflación?, ¿aparecerá la inflación de la que tanto se advirtió? Los gobiernos del mundo fueron los más beneficiados con los alivios monetarios lanzados por los bancos centrales. Hay que ver qué pasa con las gigantescas deudas públicas una vez que se acabe el dinero barato.
¿Qué papel jugarán las finanzas públicas en la resolución de todos estos retos?
Sin duda, están en el foco de la tormenta. En 1990 la deuda pública en Grecia era del 73% del PBI, la de Japón 66% y la de Estados Unidos 54%. Hoy en día estos números se han disparado. Japón lidera con 231%, Grecia le sigue con 172% y Estados Unidos está acariciando el 100%. Esto no es sostenible y menos en un contexto de normalización monetaria. Si las dudas respecto de la sostenibilidad de la deuda empiezan a crecer en el mundo, entonces los gobiernos deberán emprender importantes ajustes del gasto. Al final, la conversación sobre el rol del Estado en la economía se da por las malas, cuando llega la crisis fiscal.
Usted asesora a empresas. ¿Qué consejos les da cuando salen al extranjero para vender sus productos o instalar una filial?
Lo primero que hago es armar un diagnóstico y panorama del país destino en términos de su economía, los drivers de su crecimiento y la estabilidad macroeconómica y política del país. Es importante que la empresa conozca los riesgos institucionales y de tipo de cambio, para estar atento a las modificaciones en las reglas de juego que puedan afectar su rentabilidad.
¿Qué sabe del seguro de crédito y del papel que ha jugado en la crisis?
Los seguros de crédito son una herramienta fundamental para incentivar las inversiones, las ventas y el comercio. Al asegurarse el cobro, las empresas se animan a interactuar con otras y así se amplía el comercio que, en última instancia, es lo que beneficia a la sociedad. Es importante que estos sistemas sean privados. En tiempos de crisis, contar con estos seguros es vital, ya que se reducen las pérdidas. Ahora bien, durante la última crisis hemos visto una especie de seguro de crédito estatal, que son los rescates públicos, en donde se pervierten los incentivos y se socializan pérdidas. Estos mecanismos deben ser rechazados, ya que fomentan las malas inversiones que destruyen capital.