¿Por qué preocupa tanto a los economistas la última suba del dólar?

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Muchos, entre ellos los funcionarios del Banco Central (BCRA) y el gobierno, no comprenden por qué algunos economistas nos preocupamos cuando el tipo de cambio sube. Esta inquietud es lógica dado que piensan que el precio del dólar está retrasado y que, por ende, debería recuperarse. Ahora, la pregunta que deberíamos hacernos es “retrasado” con respecto a qué. Si es contra lo que vale un peso, esto no puede suceder a menos que el tipo de cambio esté controlado por el BCRA, como con el cepo; ya que, si no, la variación del valor de cualquier moneda se refleja rápidamente en el mercado cambiario. De hecho, durante la segunda gestión de Cristina Fernández el valor del peso no se reflejaba en el “tipo de cambio cepo”, pero sí en los mercados paralelos que eran libres.

Podrían decir que está retrasado respecto al tipo de cambio de equilibrio de la economía. Un concepto que les permite a los economistas ponerle el valor que mejor les cuadre; ya que siempre habrá un justificativo para que valga más o menos, según el supuesto que se ponga.

Sin embargo, el valor de equilibrio de una moneda debería reflejarse en su mercado si este es libre, como realmente sucede hoy con el mercado cambiario. Entonces, habría que identificar por qué su valor no es más alto y la respuesta es sencilla. Porque el Estado nacional, municipal y provincial es tan grande que no le alcanza para pagar sus cuentas con exprimir a los ciudadanos como naranja, con absorber gran parte del crédito interno y, por ende, se endeuda en el exterior. Trae un montón de divisas y las vende en el mercado cambiario local y, por lo tanto, su precio es bajo. Conclusión, el tipo de cambio actual es el precio de equilibrio, pero es barato debido a la distorsión que genera el Estado.

Pues bien, cuando sube el tipo de cambio hay que ver por qué sube. Si es una suba del dólar, por ejemplo porque en el mundo está en alza, eso traerá algunos cambios de precios en la economía local; pero no generará inflación. Sin embargo, ese no ha sido el caso desde mediados de diciembre y durante enero; ya que el dólar bajaba en los mercados internacionales. Por ende, la realidad es que si aquí subía era porque el peso caía mucho más rápido.

La disminución del valor de nuestra moneda empezó con la reducción de su demanda por la incertidumbre que generaron las dificultades y la violencia que enfrentó el gobierno para sancionar el cambio de la fórmula para calcular los haberes previsionales. Para colmo eso coincidió y potenció la estacional compra de divisas para cubrirse de riesgo argentino en el cierre del balance o para irse de vacaciones.

Como si fuera poco, el gobierno y el BCRA anunciaron los cambios de metas de inflación, que generaron la percepción de que aumentaría la emisión para disminuir la tasa de interés; por lo que, más emisión, es menos valor del peso. Así profundizaron la caída de la demanda de nuestra moneda depreciándola más.

Para colmo, a principios de año, el BCRA confirmó con la acción lo que esperaban los analistas y empezó a incrementar la oferta de pesos para bajar la tasa. Con lo cual, la pérdida de valor de la moneda local fue de casi 20% desde el 11 de diciembre hasta fin de enero. No parecería un gran problema hasta acá, ya que los funcionarios del gobierno y el BCRA dicen que no se trasladará a precios.

Sin embargo, esa conclusión es un error. De hecho, el peso es el metro con el que valuamos todos los servicios y bienes de la economía, incluidas las otras divisas. Como ya dijimos, estas variaciones se reflejan inmediatamente en el mercado cambiario; pero estamos hablando de la reducción del “metro” que también usaremos para medir el precio de los bienes en las góndolas, que subirán, y, con un poco más de paciencia, veremos también el alza de los servicios contra esa más pequeña unidad de medida. Eso es inflación y la veremos reflejada en un alza anualizada de los precios al consumidor de más de 20% en el primer semestre.

Esta polémica fue la misma que tuvimos cuando se produjo una minicorrida entre mayo y agosto de 2017. Arrancó con la crisis política en Brasil, porque descubrieron un audio del Presidente Temer avalando coimas. Continuó con la decisión de no recategorizar a Argentina a economía emergente. Todo eso en medio de un círculo vicioso de baja de la demanda de pesos, luego de su valor, por ende alza del dólar, más baja de la demanda y así sucesivamente, con un BCRA que no defendía el valor de su moneda. Los “preocupados” explicamos que se trasladaría a la inflación con los mismos argumentos que ahora. Ellos dijeron que era sólo recuperación del atraso cambiario y no había que temer por un alza posterior de los precios domésticos.

Veamos cuál fue el resultado. La inflación anualizada del segundo semestre de 2017 fue de 24,5%, mientras que la de la segunda mitad del año anterior fue de sólo 18,5%; o sea que subió. Esto debería hacer que los funcionarios del gobierno y del BCRA, por lo menos, revisen la forma en que analizan el mercado monetario. Si no, seguirán repitiendo los mismos errores que, de hecho, es lo que está pasando. A esta altura, con lo que ya se depreció el peso y aunque lo haga menos en lo que resta del año (cosa que no creemos sucederá), se puede decir que la meta “recalibrada” del 15% está enterrada y con ella el sistema de metas de inflación. No porque este sistema no se pueda aplicar en la Argentina, sino por responsabilidad del BCRA que o no supo implementarlo o no fue su prioridad hacerlo.

Publicado en Visión Liberal.-

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