Por Ignacio Tesón.
Entre los múltiples problemas que tiene Argentina hay uno dentro de su clase política que particularmente llama la atención: La disociación del discurso político con el accionar posterior. Son múltiples las ocasiones en las que el presidente y sus ministros han demostrado preocupación por el elevado déficit fiscal y el excesivo gasto del estado. Sin embargo, sus esfuerzos en aplacar dicha materia han sido escasos o incluso negativos si consideramos la reciente evolución de las cuentas públicas.
El siguiente estudio toma la información pública disponible del Ministerio de Hacienda de la Nación y el Banco Central para demostrar que “el ajuste” no es tal y que, en caso de no cambiar realmente el rumbo económico del país, es altamente probable que volvamos a caer en una nueva crisis.
En primer término. Comparamos los ingresos fiscales con los egresos fiscales primarios.
El año 2017 culminó con un aumento de los ingresos fiscales levemente mayor a los egresos fiscales. Sin embargo, cuando vemos la evolución del déficit primario vemos que aumentó casi 18% en términos nominales mientras que los intereses a pagar por deudas subieron 71,3%. Es decir, el déficit total aumentó un 32%. El gobierno manifestó todo el año haber tomado cartas en el asunto, pero los números que ellos mismos presentan dicen lo contrario.
Un rápido desglose de los gastos primarios muestra información lapidaria: casi el 110% de los ingresos fiscales se utilizan para gasto corriente, y tan solo 10.4% es inversión en infraestructura. Digamos, alcantarillado, cloacas, viviendas, transporte, etc. En términos agregados se está utilizando un 120% de la recaudación total.
Nuevamente disgregamos los gastos primarios para verificar su evolución:
Todos los rubros aumentaron en términos reales. Del total de ingresos fiscales, 65% se gastan en prestaciones sociales directas, las cuales crecieron 37% con respecto al año anterior. De aquí concluimos que no hay tal cosa como un “ajuste social” tal como pregonan ciertos grupos opositores. De igual manera, observamos que el rubro con mayor crecimiento fueron las jubilaciones y pensiones con un incremento de 41%, y donde se gasta el 46% de la recaudación.
Cabe mencionar que un país que crece a tasas marginales del 3% anual en dólares es incapaz de solventar aumentos de tal magnitud, en especial cuando los ingresos derivados de los aportes de los trabajadores para seguridad social crecieron un 11% menos. Tal como está planteado el sistema de jubilaciones público, se asemeja a un esquema Ponzi.
En este sentido, debemos rescatar el cambio de fórmula de ajuste por parte del gobierno. Sin embargo, es claramente insuficiente a la luz de los números exhibidos.
Vamos un poco con los ingresos. Hay 3 impuestos principales que financian los gastos generales: Aportes a Seguridad Social, IVA e Impuesto a las Ganancias. En conjunto, representan casi el 70% de la recaudación. Siendo Ganancias y Aporte Seguridad Social el 50%, está claro que esta suerte de Estado parasitario es principalmente financiado por aquellos que más producen. ¿Quién va a querer agregar valor en un país que castiga a quienes más producen?
Retomando el tema deuda. Recordemos que los intereses aumentaron del 2016 al 2017 un 71.3%. Estamos hipotecando el futuro del país y actualmente viviendo por encima de nuestras posibilidades reales. En conclusión: el déficit no solo no se achicó, sino que también aumentó.
Por más que me gustaría que esto fuera así de simple, este es solo el déficit de Nación. Aún no contabilizamos el déficit cuasi-fiscal del BCRA, déficit de provincias y tampoco YPF y Aerolíneas Argentinas.
Actualmente hay 1.3 billones de pesos emitidos en Lebacs, lo cual es aún más que la base monetaria circulante, es decir, aunque le sacáramos su dinero a todos los argentinos no alcanzaría para pagarle a los tenedores de Lebacs.
Si tenemos en cuenta el PBI argentino, aproximadamente 562 mil millones de dólares, el pasivo solo en Lebacs corresponde a 11%. La tasa la que crece dicho pasivo es en este momento 27% en pesos y la mayoría de los vencimientos siempre se encuentran en los 6 meses más próximos. Está claro además que, si los tenedores de Lebacs pierden la confianza en el país y no renuevan constantemente sus adquisiciones, el país estaría muy probablemente expuesto a una hiperinflación.
Respecto a Aerolíneas e YPF, sus déficits conjuntos en este preciso momento no son tan grandes como en el pasado. Por cuestiones de simplificación del análisis, los redondearemos al 1.3% del PBI en conjunto con el déficit de las provincias.
Nuevamente debemos interpelarnos en qué país queremos vivir y nuestra valoración a efecto de lo económico. Es momento de comenzar a reclamar el fin de la disociación del discurso con el posterior accionar. La clase política debe renunciar a intentar ser un dios omnipotente brindando todo tipo servicios. El verdadero cambio no puede ser partidario, ni con globos, ni falsas alegrías. Debe ser cultural.