Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
PANAMPOST.- La agenda feminista llegó al presidente Macri.
Hace unos pocos días, el primero de marzo, el presidente Mauricio Macri inauguró un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. Allí, ofreció un discurso con un balance sobre su gestión.
El nuevo mensaje frente al Congreso fue aprovechado por Macri para defender su “gradualismo” en términos de reformas y sostener, una vez más, que estaba comprometido con la baja del déficit fiscal y la inflación, más allá de que los números no lo vengan acompañando del todo.
Tal vez por eso es que el primer aplauso caluroso que recibió no tuvo que ver con la economía, sino con un tema algo diferente.
A los pocos minutos de comenzado su mensaje, y en momentos en que comentaba sobre la situación laboral, sentenció:
No podemos permitir más que una mujer gane menos que un hombre. No es justo. No está bien. Según el INDEC, las mujeres cobran casi 30% menos que los hombres. Esto no puede seguir así.
Tienen mi compromiso para que el salario igualitario que establecen nuestras leyes sea una realidad.
El parlamento estalló en aplausos. La llamada “agenda de género” había llegado nada menos que al presidente de la nación quien, curiosamente, es un ingeniero acusado frecuentemente de ser de derecha.
Brecha salarial
Como decimos en Argentina, Mauricio Macri no se anduvo “con chiquitas” a la hora de abordar este tema. Así, no solo aseguró que no se podían permitir las desigualdades salariales entre hombres y mujeres, sino que agregó que dichas desigualdades son injustas, como si respondieran a un acto de discriminación o abuso.
¿Será así?
Lo primero que hay que decir es que el presidente toma datos agregados y promedio del salario de todos los hombres de Argentina contra el de todas las mujeres. Al hacer eso, la diferencia entre unos y otras se ve bastante grande, lo que lleva a proponer leyes de “igual remuneración por igual tarea” para intentar equiparar.
Sin embargo, cuando se miran las remuneraciones dentro de las empresas, las diferencias parecen evaporarse. De acuerdo a un análisis de la consultora internacional Korn Ferry, en Gran Bretaña, Francia y Alemania, las diferencias salariales entre hombres y mujeres eran de 28,6%, 17% y 15,1% respectivamente.
Sin embargo, cuando uno compara el mismo tipo de trabajo, en la misma compañía y con las mismas funciones, entonces la brecha salarial se reduce a solamente 0,8%; 2,7% y 3,0%.
Para Argentina, la situación es similar. Según Martín Rozada de la Universidad Torcuato di Tella, la brecha salarial entre hombres y mujeres con la misma ocupación “desaparece cuando se toman en cuenta las horas trabajadas. El salario horario de hombres y mujeres, con las mismas capacidades y en el mismo empleo, es similar.”
¿Cuál es la injusticia que hay que dejar de permitir en este caso?
¡Son los hijos!
De acuerdo con algunos estudios realizados en los Estados Unidos, la diferencia salarial entre hombres y mujeres, incluso dentro de la misma área de especialización, se incrementa durante los 20-30 años de edad.
El motivo que explica esta dinámica es, sin sorpresas, la llegada de los hijos.
Es que, al momento que una pareja tiene hijos, las mujeres son quienes más tiempo dedican a su cuidado, por lo que posponen otros objetivos, tales como los profesionales y laborales.
En ese contexto, es probable que elijan trabajos part-time u otras ocupaciones que les exijan menos rigidez horaria, aunque a un salario menor.
Para algunos analistas, esta es la raíz de la injusticia. Las mujeres son “penadas” por ser madres y deben sacrificar sus carreras o estudios cuando llegan los hijos, algo que a los hombres no les pasa.
Este planteo ignora la esencia de la condición humana: que en la vida hay que elegir.
Y elegir un camino implica resignar otro. Ahora bien, mientras la elección sea hecha en libertad, entonces cada persona lo estará haciendo porque cree que ése es el mejor camino.
Si una mujer elije privilegiar la vida familiar a la laboral, y lo hace en libertad… Si esa decisión la toma un hombre… O una pareja, de mutuo acuerdo: ¿quiénes somos nosotros para juzgar?
Peor aún: ¿Quiénes son los políticos, o los economistas, por más especializados en cuestiones de género que estén?
Mejor más libertad
El análisis del presidente, cuyo corolario es un programa de leyes que igualen los salarios entre hombres y mujeres, parte de un error en la comprensión de los fenómenos.
La brecha salarial no es ni tan grande como parece –porque se reduce cuando se comparan iguales tareas y se ajusta por horas- ni es injusta o producto de la discriminación.
La brecha salarial es producto de las decisiones libres de las personas, y los políticos no son quiénes para intentar torcerlas con leyes y mandatos.
Publicado originalmente en PanamPost.