Licenciado en Economía (UBA, 2002), Master en Economía y Administración de Empresas (ESEADE, 2004) y Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC, 2009).
Profesor Titular Regular de Introducción a la Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam).
Contribuye en el blog Punto de Vista Económico y en Libertad y Progreso.
La Gaceta. Ni el más optimista de los funcionarios de Cambiemos esperaba poder mostrar a marzo de 2018 una tasa de pobreza del 25,7 %, pero el resultado tiene lógica cuando atendemos a la evolución de la economía en este proceso de normalización que inició en diciembre de 2015.
Los datos confunden porque mientras la economía parece crecer y la pobreza bajar, la inflación revirtió su tendencia bajista en las últimas tres mediciones mensuales. ¿Son estos datos extraños o incompatibles? No lo son, porque tratan sobre un espacio temporal distinto.
La baja en la pobreza que comunicó el Presidente Macri recientemente aplica al año 2017, año en que se redujo la inflación del 41% al 25%, mientras la economía se expandió un 2,9%. Si bien se han quitado subsidios a servicios públicos y se han aplicado sus consecuentes tarifazos sobre los servicios públicos, el salario real viene creciendo, junto con la generación de empleo.
Los datos preocupantes sobre inflación en 3,1% en diciembre 2017 y 1,8% y 2,4% en enero y febrero de 2018 aplicarán sobre la medición de pobreza futura, pero no sobre este último dato que registró el Indec.
Lo cierto es que se va cumpliendo lo que afirmó Lucas Llach, vicepresidente del Banco Central: “Lo dijimos el día 1: la desinflación y también la baja en la pobreza es como el descenso de una montaña. Hay partes donde bajás rápido, partes planas e incluso momentos donde caminás un poquito para arriba”.
Si los datos de inflación han tenido estas pequeñas subas en las últimas tres mediciones mensuales, el próximo dato de pobreza posiblemente muestre un retroceso, es decir, una suba. Los analistas parecen coincidir que de aquí en adelante bajar la tasa de pobreza puede costar bastante más de lo que se consiguió en estos primeros dos años de gestión, y es que la tasa actual se parece bastante a lo que se considera la pobreza estructural.
Dicho en otros términos, en países normales para bajar la pobreza casi 5 puntos porcentuales se necesita una tasa de crecimiento milagrosa, bastante más alta que el 2,9% registrado en 2017.
Pero Argentina no era a diciembre de 2015 un país cuya economía estuviera normalizada. Lejos de ello, los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario, sumado al cepo, el atraso tarifario, los controles de precios, el aislamiento y la recesión, la tasa de pobreza sintetizaba este cóctel explosivo.
Lejos está Macri de normalizar las cosas, pero la tendencia ha sido positiva en estos dos años. La tasa de inversión crece y con ello también se expande la actividad; el cepo es historia y con ello se liberó la importación de insumos, maquinarias y también bienes y servicios para el consumo.
La desinflación del último año ha sido significativa, si bien el dato está lejos de las metas pre-establecidas. Y el nivel de pobreza actual se parece más al dato estructural que conocemos para nuestra historia económica reciente.
Es desafío que sigue, si queremos continuar en una tendencia favorable hacia la “pobreza cero”, es conseguir varios años con tasas de crecimiento de 3,5% o más, lo que decididamente requiere achicar la mochila de impuestos que carga sobre las empresas, y que se justifica para sostener un gasto público excesivo.
En estos primeros meses de 2018 los datos no han sido positivos, pero descuento un proceso continuo de normalización en las diversas áreas de la economía argentina. El gobierno va lento, pero en la dirección acertada.